Domingo, 3 de noviembre de 2013 | Hoy
ARGENTINA. LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES DEL FOLKLORE
País de países, Argentina atesora tantos usos folklóricos como ascendencias tienen sus habitantes. La música es un buen ejemplo para entrar en ese mundo mestizo, tan fascinante como complejo: peñas clásicas y modernas, marchas y eventos, shows en vivo y reductos para escuchar los sonidos que representan a cada rinconcito de nuestra tierra.
Por Pablo Donadio
Fotos de Pablo Donadio
¿Qué es y hasta dónde llega el folklore argentino? Quizá esa pregunta, tramposa desde el vamos, tenga tantas respuestas como personas habitan el país. Hace dos años La Mona Jiménez se coronó rey de Cosquín al hacer reventar la Próspero Molina, y volvió a plantear la recurrente discusión sobre si el folklore es más que ritmos de gato, zamba y chacarera, y si técnica y talento pueden prescindir de carisma. “Justamente en Córdoba, donde está la mayor concentración de festivales folklóricos, aún se preguntan si puede incluirse al cuarteto en el género folklórico. Creo que el mundo musical está menos prejuicioso, y hay una nueva generación que ha evolucionado en todo sentido, apropiándose de expresiones regionales que incluyen también la música latinoamericana. La gente sigue defendiendo lo tradicional, pero acepta y hasta pide otras cosas, obligando a los festivales a aggiornarse”, observa José Luis Castiñeira de Dios, músico y creador del conjunto de fusión folklórica Anacrusa, además de director de la Orquesta de Música Nacional Juan de Dios Filiberto y responsable de la Dirección Nacional de las Artes. En torno de ese folklore con márgenes cada vez más difusos, nos atrevemos a trazar una ruta del centro al norte del país, pasando por este y oeste, con algunos espacios para disfrutar de la comida regional y la música como vibración de una región y fiesta de los pueblos.
BIEN PORTEÑO ¿En la Capital? Sí, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se inicia la ruta del folklore, gracias a un circuito de peñas nacidas o coordinadas gracias a emprendedores de aquí y de otras provincias. En el centro, en el conurbano o ya en la provincia las hay tanto más tradicionales –con gente emponchada, estilos de baile y costumbres que se asocian al “folklore de antes”– como las que representan a las nuevas generaciones, que ponderan la expresión corporal o la danza “estilizada”. Incluso con peñas electrónicas como la del Konex, que suele juntar a amantes del bombo y la guitarra criolla con rockeros o punks.
En general, las peñas se dividen en dos: “para escuchar” y “para bailar”. En las primeras se alistan, por ejemplo, la Peña del Colorado y Los Cardones. Ambas ofrecen carbonadas, empanaditas norteñas y tamales, y reúnen conjuntos y ciclos de solistas que recién se inician así como a destacados artistas nacionales. La onda allí es cenar y escuchar música en vivo, para después quedarse en pequeños grupos a plena guitarreada, en general de miércoles a domingo, aunque los fines de semana la cartelera es más prometedora. Y La Paila es con su aire norteño una excelente propuesta para una noche en pareja. Entre las peñas bailables sobresale Los Cumpas, de neta raíz jujeña, con valores como Tomás Lipán o Bruno Arias entre sus artistas frecuentes. Se realiza cada mes y medio y se puede comer allí locro, humitas y tamales, igualitos a los de la Quebrada de Humahuaca. En Olivos, La Ribera propone un ambiente familiero y artistas en vivo que mezclan lo santiagueño y andino a la vez. Se realiza todos los segundos sábados del mes, pero a partir de diciembre y hasta marzo está cada fin de semana.
Hacia el oeste se destacan la Peña del Duende Cardozo y La Payanera, atendida por sus dueños y organizadores, responsables del conjunto La Payana. Comúnmente se hace una vez al mes (la próxima se anuncia para el 10 de noviembre), siempre con artistas convocantes. En Muñiz, todos los domingos la plaza Las Carretas celebra en su anfiteatro el baile y la música, y lo mismo ocurre en Moreno en la plaza Bujan, una suerte de “Mataderos II”. Ya en La Plata, La Salamanca es el espacio joven por excelencia y cuenta con artistas fijos de la talla del Cuervo Pajón, Javi Caminos, Fran Lanfré y Milena Salamanca, además de comidas típicas. Finalmente, esta selección bonaerense concluye otra vez en Capital con la tradicional Feria de Mataderos, famosa por llenar las avenidas De los Corrales y Lisandro de la Torre a puro baile, con hileras de feriantes y comidas al por mayor cada domingo. Declarada Patrimonio Intangible Cultural de la Ciudad, han pasado por allí artistas de la talla de Pedro Aznar, Jaime Torres, Víctor Heredia, Antonio Tormo, Eduardo Falú, Ramona Galarza, Chango Spasiuk y Soledad Pastorutti.
AROMAS DEL LITORAL Tomando la RN9, Rosario espera con su histórica ligazón a la música y la cultura. En pleno centro, entre las plazas Libertad y Sarmiento, El Aserradero suele tener artistas destacados todas las semanas, para disfrutar desde sus mesitas de madera bien provistas de empanaditas, asado o un buen pescado del Paraná.
La Trunca, a diez cuadras del río, también se destaca por las comidas tradicionales y abre sus mesas al baile. Su interesante portal anticipa los artistas que estarán en vivo con tiempo necesario para hacer reservas. En tanto El Hornero, a tres cuadras de la costanera, hace gala de su parrilla y sus pastas, y supo promocionar clases de folklore “tradicional” y encuentros milongueros. Otros espacios como La Yapa y restaurantes del centro como Doña Ross presentan ocasionalmente conjuntos y solistas de música folklórica.
Siguiendo camino hacia Entre Ríos, Gualeguaychú presenta a La Madriguera como un reducto folklórico destacado, con artistas permanentes en vivo y mucho baile. Y la llegada del buen clima anuncia, como el año pasado, la “tradicional peña folklórica” en la Playa Papaya, junto al río y con “empanadas, vinos, pizzas, picadas y más”. Más adentro de la provincia, se destacan espacios donde predomina la movida universitaria que cada tanto lleva adelante peñas sin fecha fija, y algunos emprendimientos como la de la Asociación Civil sin fines de lucro en honor a Comitas, paranaense y ex delantero infalible de Boca Juniors, que tiene su propia página de Facebook y una legenda clara: “Paraná es de Boca. Visite peña Jorge Comas”.
En Corrientes y Misiones se incorpora ya, de manera ineludible, el lenguaje de fueye. Peñas pero sobre todo restaurantes, paradores y casas de familia hacen del acordeón una forma de expresión cotidiana, consumada en el chamamé enraizado de Los de Imaguaré, Raúl Borboza o los Cocomarola, por siempre. “A veces se habla de una región nombrando el color de la tierra o un río llamado de tal manera. Pero cada región tiene una vibración, un mundo sonoro completo. Y parte de ese lenguaje puede desarrollarse con una música folklórica determinada, tocada con un instrumento. En mi caso con el acordeón, con el que me he encontrado misteriosamente diciendo cosas, con la necesidad de expresarme allí”, cuenta Horacio Chango Spasiuk, tratando de explicar la sensibilidad que contiene esa corriente inmigratoria de Europa del Este que lleva dentro, tanto como su arraigo al pago misionero.
EN EL CENTRO DE LA ESCENA Córdoba, como se ha dicho, lidera en festivales: Cosquín (fiesta nacional), Jesús María (doma y folklore), Laborde (malambo), Deán Funes (de la tradición), Villa de Soto (serenata), como vidrieras de un regionalismo que se expresa cotidianamente. En la capital, una excelente parada para comprobarlo es la Peña del Comedor Universitario (una vez por mes) detrás del pabellón Argentina de la Ciudad Universitaria. Horacio Banegas, Raly Barionuevo y Jairo son algunos de los nombres que han llegado al pago también para la Peña Trashumante, realizada últimamente en el Club Atenas, así como otros encuentros que promueven músicos destacados como el dúo Coplanacu. Para no perderse, la peña tradicional de Facundo Toro lleva la impronta cordobesa y amigos festivaleros del pelilargo cantante y dueño de casa, como el chayero riojano Sergio Gallegillo, Rubén Patagonia y tantos otros.
Mendoza, por su parte, hace honor a Armando Tejada Gómez y a los muchos festivales folklóricos como el del Agro y el Canto en Guaymallén, el de la Tonada en Tunuyán o la Fiesta de Lagunas del Rosario en Lavalle. Además incluye celebraciones folklóricas en la propia Vendimia. Espacios peñeros como la parrillada de los hermanos Manduca en Godoy Cruz o las Tardecitas de Folklore en plaza Pedro del Castillo, Mendoza capital, son espacios para aprender bailar, enseñar y disfrutar.
TIERRA DE CHACARERAS Santiago del Estero es la provincia más antigua del país y sede permanente de fiestas emblemáticas de nuestro suelo, desde el festival de La Salamanca, celebrado cada febrero en La Banda, a la ya tradicional Marcha de los Bombos, que congrega a miles de bombistos y visitantes en julio, pasando por el cumpleaños de la abuela Carabajal y la Fiesta del Violinero en agosto.
En la capital provincial hay un clásico dominguero imperdible, el Patio del Indio Froilán (Av. Libertador y entrada a barrio Boca del Tigre). La casa del luthier de bombos y su compañera Tere se viste de fiesta cada semana, y allí todo Santiago y sus muchos visitantes se juntan a probar arropes de mistol y tuna, a bailar con las chinitas más bellas y los jóvenes más churos, compartiendo algo bien propio: el amor a la chacarera. Su escenario está abierto a grandes nombres (Horacio Guarany, Peteco Carabajal y hasta Divididos), así como a conjuntos regionales que se inician. Ya un poco más enfocado a la clase media alta capitalina, Upianita se emplaza como parte del viejo Camino Real, y cada sábado congrega a familias enteras para bailar y cantar a ritmos de intérpretes únicamente locales. “Ahora Benteveo es lo nuevo en el kilómetro 9 de la RP1 que lleva al Misky Mayu (río Dulce), donde hay también cabañas, quinchos y camping para pasar todo el día meta chacarera”, cuenta Bhina Guzmán, colega santiagueña del portal Terra Viva. Hay que llegar a la Villa Atamisqui, más al sur, para disfrutar de otro reducto imperdible en la casa de Elpidio Herrera. Allí el músico, compositor y luthier de la sacha guitarra convoca conjuntos para terminar luego con su propia agrupación arriba del escenario. La casa de Carlos Carabajal en La Banda, Jirafa Pub en la capital, La Casa del Folklorista (frente al Parque Aguirre) y la Casa Latinoamericana completan un panorama que, al igual que en el Litoral, tiene su mejor expresión en las juntadas y guitarreadas familiares, sin previo aviso.
ENTRE INQUIETOS DIABLITOS Tucumán merece su parada sólo para recordar a Mercedes Sosa, y Pukúa, en la capital provincial es un buen lugar para ello por sus espectáculos y talleres de canto y música, además de excelentes menúes gastronómicos. Los jueves de folklore de Patio Lorca; la música, el locro y la humita en chala de La 9 de Julio, junto a El alto de la Lechuza, “primera peña de nuestro país” –como afirman sus responsables– amplían la oferta folklórica.
En Salta tampoco hay que perderse la sucursal de Los Cardones o la Casona del Molino, cuyo patio colonial presenta cada noche diversos artistas. Y ni hablar de la peñaboliche Balderrama, “templo mayor del folklore”, inmortalizado por Manuel Castilla y Cuchi Leguizamón.
Sin embargo, es la llegada a Jujuy la que da cuenta de un cambio radical en las músicas folklóricas. Con neta esencia carnavalera, bailecitos, cuecas, taquiraris y carnavalitos se amigan con tinkus, sayas y caporales para dar color y festividad a estas tierras, que como decía Mijaíl Bajtín hacen vivir el Carnaval “en las fronteras entre el arte y la vida”. Si bien algunos escritos aseguran que estas manifestaciones tienen su origen en las fiestas paganas de hace 5000 años en Sumeria y Egipto, y en las celebradas en Roma para venerar a Saturno, señor de la Cosecha, nadie puede discutir la personalidad e identidad de los carnavales de los pueblos del NOA, enlazados a la madre tierra y con la Quebrada de Humahuaca como insignia. En San Salvador pueden visitarse La Esquina y La Yapa Peña, y ya en camino quebradero la peña Entre Amigos aparece bajo el encanto del cerro de los Siete Colores de Purmamarca. Un poco más arriba, en Tilcara, la peña de Carlitos, frente a la plaza principal, reúne visitantes y vecinos al ritmo de los sikus. Y muy cerca, otras peñas como Chuspita o El nuevo progreso les dan vida a bares y restaurantes. Finalmente, en Humahuaca, lo de Fortunato Ramos presenta músicos locales mientras se degustan platos regionales, al igual que en la casa de Ricardo Vilca, el maestro jujeño de la música y el silencio.
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