Domingo, 24 de noviembre de 2013 | Hoy
CóRDOBA. PASEOS EN EL VALLE DE CALAMUCHITA
Tres recorridos serranos por Santa Rosa de Calamuchita, con sus bellezas naturales y un amplio movimiento nocturno; Los Reartes, un pueblo con tradición viva donde reinan la historia y la tranquilidad, y Villa Yacanto, con vista al cerro más alto de Córdoba. Un viaje por la provincia del cuarteto y el fernet.
Por Belén Coccolo
Fotos de Belén Coccolo
Sentir en los pulmones el aire fresco de las sierras, oír el sonido del río que atraviesa la ciudad y moverse entre calles donde abunda el verde. Son las primeras sensaciones –las del contacto con la naturaleza– que se perciben al llegar a Santa Rosa de Calamuchita. Los molles y los talas son los árboles que dieron origen al nombre de la ciudad y el valle que la contiene, donde se levantan otros 23 pueblos: pero además de los bosques, Santa Rosa es la ciudad más grande del valle de Calamuchita, ubicada en un lugar estratégico y central, un detalle que permite conocer también otros destinos en poco tiempo. Además de su atractivo propio, que invita a descansar en las playas, visitar sitios históricos y disfrutar de la noche, con su amplia oferta de gastronomía, bares y boliches.
LA PAZ CORDOBESA “Es un lugar muy tranquilo, con una energía especial, y donde todavía dormimos con la puerta abierta”, señala Meca, que vive hace años en Santa Rosa y es dueña de la destilería de esencias naturales De la Meca. Esta paz se siente y se transmite, y es la causa de que muchos turistas hayan decidido dejar sus hogares para instalarse en la serranía cordobesa. Como Jorge, que se mudó al valle después de pasar aquí unas vacaciones, allá por 1998. Ahora vive con su familia en una casa frente al río Santa Rosa, donde además administra un complejo de cabañas y ofrece paseos en bicicleta a los visitantes durante la temporada. Pero lo suyo va un poco más allá, con la curiosa “biciconferencia”, una novedosa bicicleta para siete personas en la que se puede pasear por la costanera desde el Puente de Hierro hasta el Puente Colgante. Es la única que hay en el país, copiada de un modelo alemán que utilizaba este tipo de transporte para mantener una reunión laboral mientras los paseantes hacían deporte al aire libre. “Santa Rosa tiene río, sierra, gastronomía; sólo faltaba una biciconferencia para siete personas”, resume Jorge.
Después de una amena bicicleteada en grupo, partimos hacia el cerro Vía Crucis, una empinada colina con las estaciones de la pasión de Cristo. Desde la cima se aprecian vistas panorámicas de esta ciudad rodeada de sierras y cóndores que planean majestuosamente sobre el cielo azul. Otra actividad de bajo impacto es la caminata del mirador El Aguila, un trekking de 45 minutos con paisajes únicos cuyo sendero desemboca en la Cascada. Es un circuito apto para familias con chicos, que bordea el arroyo y desde el cual se aprecian la flora y la fauna en todo su esplendor.
Pero el verano está por llegar y es la temporada donde las playas se convierten en el principal atractivo: la Olla y Miami, dos balnearios al borde del río Santa Rosa, permiten disfrutar del día tomando sol y comiendo asado. En el balneario Miami, además, hay una roca de ocho metros desde donde los más arriesgados se arrojan a las cristalinas aguas, que tienen aproximadamente diez metros de profundidad.
Desde este lugar céntrico se abren caminos hacia variados destinos, cada uno con su propio atractivo y belleza natural. El que elegimos ahora es un viaje de apenas media hora, rumbo a Los Reartes.
DE HISTORIA Y TRADICIONES GAUCHAS Yendo por la ruta RP5, a sólo 16 kilómetros llegamos al pueblo de Los Reartes, un lugar que conserva su idiosincrasia y tradiciones, detenido en el tiempo y decidido a preservar sus costumbres. Unico pueblo de la provincia declarado patrio, mantiene con insistencia su raíz y orgullo nacional: así hoy, como un bastión entre la globalización, invita a caminar por sus calles de tierra y recorrer sus casas de adobe. Los niños jugando en la vereda con simpleza y alegría son una postal común aquí, donde conviven historia y naturaleza, tradición en vivo y Pachamama en todo su esplendor.
También por eso muchos habitantes decidieron abandonar su estilo de vida cosmopolita y retirarse a este pueblo donde el descanso y la sencillez reinan en el día a día. Aunque como cabe esperar –cuenta nuestra guía– al principio a los migrantes les cuesta adaptarse y “desenchufarse”: sin embargo, luego hacen propio el nuevo estilo y no cambian este lugar por ningún otro en el mundo.
Tal vez el mayor ejemplo de conservadurismo sea la pulpería Don Segundo Sombra, ubicada sobre la calle principal, donde se reúnen hombres de todas las edades a jugar al truco, al pool, a tomar unas cervezas o a hablar de sus asuntos. En todo caso, sólo lo sabremos de oídas: porque a este sitio no entran las mujeres, como manda la costumbre en este pueblo que no se movió un ápice de la tradición gaucha.
Las calles de tierra nos llevan luego por el casco céntrico de estilo colonial, con casas de adobe y techos de paja. Se destaca la capilla Inmaculada Concepción, que data del año 1819, y se levanta donde pasaba antiguamente el Camino Real. Otras construcciones históricas son la Escuela Fiscal Pedro Bonifacio Palacios, de 1895, y el Corral de Piedras, de 1780, donde se guardaban los animales (ahora convertido en el lugar donde se festejan las Pascuas cada año). También se puede visitar el Paseo de las Ruinas, con lo que quedó de antiguas casas de adobe anteriores a 1700.
En medio de este lugar tradicional, nos encontramos con otra cultura, también antigua y con sus costumbres intactas: la galesa. Aquí se halla la única casa de té galés de la provincia de Córdoba, Draig Las (dragón azul), ambientada con las raíces familiares, donde se ofrece un servicio de té completo que incluye sándwiches, escones y la tradicional torta galesa, entre otras exquisiteces. El lema aquí es compartir, y que el té se convierta en una reunión afable en la que se transmiten vivencias y se disfruta un tiempo pausado con los seres queridos.
Sin embargo, no todo es historia y descanso: hay también actividades al aire libre muy variadas, desde cabalgatas hasta arquería, paseos en sulky o ciclismo. Por el lado náutico, el río Los Reartes es buen escenario para el kayak y la pesca. Pero ahora es tiempo de volver al valle, donde nos espera otra jornada intensa en Yacanto.
LA NATURALEZA MANDA “El incendio trajo todo lo malo, pero también lo bueno” es la frase más escuchada mientras recorremos Villa Yacanto, el lugar que en septiembre sufrió una de sus peores pesadillas. El fuego invadió la zona y se quemaron 47 de las 53 mil hectáreas de la Villa.
El camino hacia Villa Yacanto desde Santa Rosa es de unos 28 kilómetros por la RP228, a través de los cuales se aprecia el paisaje de montes y campos, donde habitan gallinas, caballos criollos y vacas. A medida que nos acercamos al destino comienzan a aparecer los atisbos del horror que vivió esta localidad apenas dos meses atrás, cuando en plena primavera el fuego que no discrimina destruyó a su paso todo lo que tocaba. Sin embargo, también se vieron la solidaridad y la perseverancia de un pueblo que trabajó en conjunto para apagar el incendio y conservar la belleza natural de sus paisajes.
Aquí manda la naturaleza, una vez más, cuando se ve el maravilloso reverdecer de los pastos y el crecimiento de un pueblo que no se queda quieto, esforzándose para tener una temporada de verano incluso mejor que las anteriores. En Yacanto, recorremos, de la mano de una guía local, el paraje San Miguel de los Ríos y los paisajes autóctonos: frondosos bosques, el imponente río San Miguel y las cascadas que recorren con fuerza las piedras. Desde aquí también hay que visitar el cerro Champaquí, el más alto de Córdoba y declarado maravilla natural de la provincia. Sus laderas ofrecen trekking y senderismo, para llegar hasta la cima –o casi– en busca de increíbles panorámicas de la región.
UN LUGAR MAGICO Otro sitio imperdible para conocer en Villa Yacanto es el paraje El Durazno, a ocho kilómetros del pueblo. Milagrosamente, este lugar se salvó del fuego, y sus montes y el verde se aprecian desde cualquier lado que se mire. Aquí hacemos una parada en la posada El Durazno, donde nos reciben el chef Luigi y su esposa Susana, para deleitarnos con gastronomía gourmet de primera mano: antipasto de lentejas, trucha y panceta crispy; fideos con salsa de hongos de pino y ñoquis con salsa de zucchinis, y de postre, Bonet, un dulce similar al flan casero. Este sitio para comer está abierto todos los días en temporada, y el resto del año sólo los fines de semana. Además, en la posada hay cabañas para alojarse y variadas actividades al aire libre para disfrutar de la naturaleza.
Más tarde vamos a los Cuatreros, donde se realizan excursiones en cuatriciclo a través de las sierras. Con una fuerte brisa en la cara y la adrenalina que brindan estos vehículos, recorremos Villa Yacanto. Aquí otro de los deportes favoritos es la pesca con mosca, que se puede realizar en el camping Río Grande. La temporada de la pesca de truchas va desde octubre hasta abril: se consiguen ejemplares de gran calidad y tamaño, pero luego deben ser devueltos al río para su conservación. También se ofrecen paseos en gomón en el río, cabalgatas y senderismo.
Naturaleza, aventura y cultura son los tesoros que descubre quien se detiene en estos destinos del valle de Calamuchita, donde también se destacan la calidez y sociabilidad de su gente, que contagia la tranquilidad y la simpleza de estas tierras serranas.
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