turismo

Domingo, 24 de noviembre de 2013

HOLANDA. ENTRE MUSEOS Y CANALES

Amsterdam a pedal

La capital holandesa es el paraíso del ciclista, con carriles especiales que atraviesan toda la ciudad. Consejos para un periplo urbano en bicicleta, recorriendo los principales museos, los parques y el Barrio Rojo, además del mercado flotante de flores y los canales que le valen el apodo de “La Venecia del Norte”.

 Por Mariano Jasovich

Fotos de Mariano Jasovich

Pedalear en el otoño europeo, de cara al tibio sol holandés, rodeado de canales y sin la invasión de bocinazos puede ser un buen plan para un turista que disfrute de unos días en Amsterdam. De hecho la bicicleta es una postal omnipresente en la cultura holandesa, con casi 14 millones de rodados para una población de 16 de millones de personas. Ya a pocos metros de la Estación Central de la ciudad, punto de llegada obligado desde cualquier punto de Europa, hay un estacionamiento gratuito para 8000 bicicletas. Tiene tres pisos, y el amontonamiento es tal que no parece haber lugar disponible.

Considerando que en Amsterdam los ciclistas son una parte importante del paisaje urbano, existen reglas específicas de tráfico para ellos y para los demás transeúntes. Los carriles para bicicletas están por todas partes, debidamente señalizados, y cruzan la ciudad completamente. Esa organización vial hace que, a pesar de la gran cantidad de rodados, circular en bici por Amsterdam sea extremadamente seguro: los conductores de autos, los choferes de tranvía o micros y los peatones están completamente acostumbrados a su paso.

A continuación, un recorrido por los principales puntos de la ciudad y cómo visitarlos pedaleando. “Aquí pasan tantas cosas de noche como de día, así que el turista debe prepararse para dormir poco”, advierten de antemano los guías de la oficina que dan la bienvenida a los recién llegados, justo enfrente de la Estación Central de trenes y su estacionamiento gigante para las dos ruedas.

Picnic en el parque El primer recorrido transita por la orilla del río Amstel, en torno del cual se encuentran varios edificios emblemáticos de la ciudad. El primero en aparecer es el Amstel, un hotel levantado en 1867 donde suelen alojarse las grandes celebridades y los miembros de la nobleza europea. Siguiendo el curso del río aparece la puerta del Teatro Carré, especializado en musicales y circo: aquí se puede cruzar el curso de agua, para meterse en la zona de los canales.

En esta parte de la ciudad, al sur del centro, está la Utrechtsestraat, una calle llena de tiendas de ropa y objetos de diseño. Hay locales de diseñadores carísimos, pero también ferias americanas en las que se puede conseguir una campera vintage por pocos euros.

Cuando el sol ya está bien arriba llega la hora del almuerzo. Una buena opción es armar un picnic con productos comprados en Kaaskamer, una tienda que constituye un pequeño paraíso para los amantes del queso, una de las grandes especialidades holandesas. Con la vianda a cuestas, lo mejor es retozar un rato para reponer fuerzas en Vondelpark, el parque donde se concentra la naturaleza de la capital: cada día, este espacio verde invita a hacer deporte, disfrutar del arte y, como descanso urbano, a relajarse sobre el pasto para mirar el cielo a cualquier hora, porque no tiene horario de cierre.

Este sitio ofrece el mayor respiro de aire fresco en el centro de Amsterdam y es el parque más famoso del país, con 47 hectáreas y estilo inglés. Originalmente se llamó Nieuwe Park, pero cuando en 1867 se colocó una estatua del poeta holandés Joost van den Vondel la gente comenzó a llamarlo Vondelpark, y así quedó rebautizado.

Para la tarde una posibilidad interesante es atar la bicicleta junto a las otras miles que abarrotan las calles de la ciudad y visitar el Bloemenmarkt, el mercado de flores flotante que aparece en muchas de las postales que se venden en los negocios para turistas. Turístico es, pero vale la pena: allí los puesteros ofrecen sus tulipanes, fresias, claveles y rosas dentro de tiendas flotantes. Desde el mercado, de nuevo a subirse a la bicicleta rumbo a la céntrica plaza del Dam, para tomar una cerveza en un bar que ofrece 120 variedades diferentes de “jugo de cebada”: rubias, tostadas, negras y hasta con frutos rojos. En este famoso enclave, construido sobre el dique original que cruzaba el río Amstel, tenían lugar las ceremonias públicas y los acontecimientos de relevancia. Hoy la plaza tiene, de día, una actividad frenética. Y de noche, una magia especial, magnética.

Van Gogh y modernidad No se pueden abarcar todos los museos en un solo día. Para priorizar, en esta recorrida en bicicleta elegimos dos de los más interesantes de la ciudad. Uno de los días se puede acudir al Museo Van Gogh, probablemente el sitio más visitado de Amsterdam, que además de las obras de arte tiene el encanto de un tamaño a escala humana, que no agota al visitante y atesora la mayor colección de obras del genio holandés. Además los viernes por la noche, en su bellísimo edificio –que recuerda al del Malba porteño– tienen lugar eventos culturales, como conciertos de música clásica o sesiones de DJ.

Al mediodía se puede reponer energía en un puesto de comida ambulante que ofrece croquetas de pollo, bandejitas de papas fritas con mayonesa y salchichas (el menú fast food típico holandés) y luego caminar rumbo al barrio Jordaan. Esta zona tiene fama por haber recibido a refugiados políticos y religiosos, algunos de ellos personajes históricos como Descartes. Se puede visitar la que fue su casa en la calle Westermarkt 6. También se encuentra el Homomonument, inaugurado en 1987, un tributo escultural que se adentra en el canal y está dedicado a los homosexuales asesinados por los nazis, pero también a todos aquellos que sufren opresión por su orientación sexual.

Por la tarde, lo mejor es pasear un rato por el Noordermarkt, un mercado de pulgas buenísimo, donde hay discos viejos, afiches de películas, ropa y objetos antiguos, además de alimentos orgánicos y de granjas de las afueras de la ciudad.

El otro museo elegido es la Casa de Ana Frank, situada en el centro de Amsterdam, donde se encuentra el escondite en el que la adolescente escribió su famoso diario, en los años de la Segunda Guerra Mundial. Durante más de dos años, Ana escribió en sus cuadernos la vida cotidiana de su familia, en cautiverio para ocultarse de los nazis: en este museo se exhiben hoy los originales de esas libretas, que forman parte de la colección permanente. El visitante puede recorrer el espacio donde vivieron la niña y su familia mientras se escondían de las fuerzas de ocupación alemanas, ya que la vivienda y sus escondites fueron reconstruidos.

La noche en Amsterdam Luego, al atardecer se puede atravesar el mítico Barrio Rojo, conocido por las mujeres que se ofrecen desde vidrieras. En este sitio hay que tener en cuenta ciertas reglas que garantizan la seguridad de prostitutas y visitantes. Por empezar, está prohibido sacar fotos a las mujeres, y esta norma se cumple a rajatabla.

Allí se puede parar en algún tradicional coffee shop a tomar un refresco, y si se desea es posible probar alguna variedad de marihuana que ofrecen en las cartas. Pese a las prohibiciones para turistas –ya que Holanda impuso que sólo los residentes en la ciudad puedan consumir en estos sitios– todavía hay locales que mantienen la oferta para los visitantes extranjeros. Una oferta que incluye una buena variedad de marihuana de Jamaica, Paraguay, Nigeria o Tailandia, además de hachís de Ketama, Afganistán, El Líbano o Manali. Se pueden comprar hasta 2,5 gramos a un precio de 10 o 12 euros.

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Amsterdam, la ciudad de los canales, es amigable para el visitante en bicicleta.
 
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