turismo

Domingo, 16 de marzo de 2014

PANAMá. CARNAVAL EN EL CANAL

Fiesta en dos orillas

Crónica de una visita al Carnaval en Ciudad de Panamá y el pueblo de Penonomé, con su original festejo acuático, para un desfile popular y tropical con alegría para todos. La elección de la reina, música y baile a toda hora, durante cuatro días que reúnen a un millón de personas.

 Por Guido Piotrkowski

Fotos de Guido Piotrkowski

Lo único que se toma en serio el panameño es el Carnaval, suelen decir por aquí. Panamá arde, y no sólo por el calor tórrido del país tropical: desde la capital hacia el interior se viven cuatro días de fiestas carnestolendas a “puro goce”. La nación tropical se para y se produce un éxodo masivo que congestiona las principales rutas.

Los festejos más tradicionales se hacen en el interior, sobre todo en Las Tablas, donde el Carnaval se celebra con dos “tunas” o agrupaciones que compiten y se hacen bromas: Calle Abajo versus Calle Arriba. También aquí se realiza el desfile de polleras, el vestido típico.

Pero las pequeñas poblaciones como Penonomé, que se destaca por el particular carnaval acuático, también tienen su frenesí, lo mismo que la propia Ciudad de Panamá. La intención de la Autoridad Nacional de Turismo es lograr que el festejo capitalino crezca y tome relevancia internacional en esta ciudad donde una masa de modernos edificios se alza a orillas del golfo de Panamá, en el océano Pacífico, al este de la desembocadura del Canal. Un conglomerado que contrasta con el pintoresco casco histórico, ubicado al otro lado de la capital.

Justamente en 2014 se festejan los cien años del Canal, un hito del siglo pasado que acortó el paso entre los dos océanos que bañan las costas panameñas, el Atlántico y Pacífico. “La idea es convertir el Carnaval en un producto turístico de alcance mundial”, explica a TurismoI12 Lucho Mon, director artístico del Carnaval Metrocity, llamado así en esta oportunidad porque está dedicado a la inminente inauguración del metro local, el primero y único de Centroamérica. Y también, claro, tiene su espacio el centenario del Canal: “Podemos decir que hoy en día el camino está allanado para alcanzar esa meta”, agrega el hombre en el galpón donde se llevan a cabo los últimos preparativos de las 25 carrozas que se aprestan a desfilar por la Cinta Costera, un paseo que conecta la parte antigua con la moderna. “Son cuatro días en los que convocamos a un millón de personas en la ciudad. Es nuestra fiesta histórica mas importante”, concluye.

CORONACION DE LA REINA Es viernes por la noche y es el turno de la coronación de la reina, María de Lourdes Gallimore, una negra esbelta y preciosa. En un principio, reinas y princesas eran elegidas por el pueblo o por integrantes de las comparsas a las que representaban, y así se hace aún en el interior. Pero en el Carnaval Metrocity hay una convocatoria pública a un concurso de belleza: la elegida será la cara de Panamá en el tradicional concurso Miss Mundo. “La reina puede venir de cualquier lado de la ciudad, y de cualquier estrato social. Se toma en cuenta la alegría, su belleza y cómo va representar al país”, explica Lucho Mon.

Entrada la noche, miles de personas van acercándose a la Cinta Costera. Los vendedores ambulantes ultiman los detalles de sus puestos, donde se vende muchísima cerveza, brochettes de carne y salchichas, y el típico plato panameño: pollo asado con arroz o patacones (banana frita).

“El Carnaval es la oportunidad de divertirse después de un año largo de trabajo. Es una fiesta sin ningún tipo de tapujos, las personas se desconectan por cuatro días. Se toman las calles de todo el país”, dice a Página/12 el ministro de Turismo, Salomón Shamah, al pie del escenario donde en instantes la reina saliente le pondrá la corona a la nueva soberana. “En la ciudad el carnaval es antillano, y en el interior es un carnaval más español –explica–. Es un evento que los panameños esperamos todo el año para poder disfrutar todo lo que el Carnaval tiene para dar: la cultura, las reinas, la comida, el folklore, los artistas.”

Mientras el gentío aguarda para ver a la nueva soberana, grupos musicales de salsa y reggaetón calientan el ambiente. Un par de horas después suben al escenario la reina y sus princesas, ataviadas con los brillos de ocasión y tacos altísimos. Saludan agitando levemente la mano hacia un lado y el otro, sonríen, siempre sonríen. La reina saliente le pone la corona a María de Lourdes, que ensaya unos pasitos de baile muy medidos. Estallan fuegos artificiales y se abre oficialmente el festejo más grande de Panamá. “Es como un sueño, tanta gente esperándonos”, dice tras bambalinas María de Lourdes, visiblemente emocionada luego de su presentación. “Los carnavales son la fiesta del panameño que espera mucho estos tiempos –agrega–. Es una distracción después de tanto trabajo, nosotras representamos la alegría que debemos darles a esas personas que vienen a disfrutar.”

El original Carnaval acuático de Penonomé, con su desfile de balsas sobre el río Zaratí.

EL CARNAVAL DE PENONOME El río Zaratí era el medio de transporte y fuente de alimentos para las poblaciones indígenas de la región que, a falta de caminos, atravesaban este cauce en balsas. Como un homenaje al río y los antiguos pobladores, desde 1970 se organiza en el balneario Las Mendozas de Penonomé, pequeña ciudad del distrito de Coclé –a 150 kilómetros de la capital– el Carnaval acuático, un original desfile en el que no hay carrozas sino balsas alegóricas. “Este Carnaval es distinto. Usamos esta agua, que es la tradición de nuestros antepasados, los indios zaratí, que utilizaban el río como medio de vida”, dice Agustín Tam, de la comparsa Los Nuevos Cascabeleros. Cuatro balsas desfilan en este particular festejo, donde las reinas fueron reemplazadas por princesas que representan a las diferentes barriadas navegando en sus balsas alegóricas. A un lado y otro de la orilla se agolpa una multitud, que mientras espera el desfile alivia el calor bañándose en las aguas del Zaratí, bebiendo y bailando al compás del reggaetón, la salsa y el samba.

EL CARNAVAL METROCITY Cientos de miles de personas se aglutinan durante los cuatro días en las diferentes entradas de la Cinta Costera. La seguridad es estricta, la entrada es libre y se revisa a uno por uno, sin excepción. Por eso se arman colas enormes que crecen hacia la noche, cuando la gente puede llegar a esperar horas para entrar a ver el desfile de las carrozas, comparsas y los artistas que se presentan en los tres escenarios. Bandas de salsa, grupos de reggae y reggaetón, entre otros cientos de artistas, animan la fiesta desde la mañana temprano hasta altas horas de la noche durante los cuatro días. Las mañanas arrancan con los culecos, una tradición en la que el gentío se aglutina a bailar bajo el agua que arrojan con mangueras desde camiones cisternas, bañando a la multitud hasta pasado el mediodía. Luego vienen una pausa y la calma hasta las seis de la tarde, cuando todo comienza nuevamente con el desfile de carrozas, que parte frente al Mercado de Marisco, muy cerca del Casco Antiguo. Las temáticas varían día a día. El sábado es el homenaje a la música, el domingo el día típico cuando la reina desfila engalanada con la pollera tradicional, el lunes el día de fantasía y el martes está dedicado al centenario del Canal. La carroza de la reina va seguida de un camión que lleva a la murga, agrupación que toca la música típica del Carnaval, una banda de vientos que entona una melodía alegre y pegajosa.

Las comparsas son pequeñas y modestas, pero muy animadas. Unas 25 agrupaciones con sus vestimentas, bandas y seguidores se turnan para salir en medio de los carros alegóricos, agitando a la multitud a su paso. No se ven disfraces ni caras pintadas en el carnaval panameño, porque fueron prohibidos hace algunos años, alegando que los ladrones los utilizaban para robar. Sin embargo, unos pocos resisten la prohibición, como el autodenominado “Ultimo Resbaloso”, un hombre con cara de loco y dos dientes, el cuerpo y la cara pintados de blanco, con una peluca de cresta azul que anda jugando a asustar a la gente.

Hay algunas comparsas –como la de la comunidad indígena Imbetí Emberá, de la región de Darién– que desfilan por primera vez, representando con su danza a uno de los grupos étnicos más numerosos del país. También está el Grupo Congo, que no desfila “oficialmente” pero se las arregla para llamar la atención y hacer sus reivindicaciones en la avenida, al ritmo de sus danzas afro. “Con la llegada de los españoles vinieron esclavos, que fueron tratados de la peor forma. Estos negros se rebelaron y formaron los palenques, que son los lugares donde se hacían rituales y danzas, donde se recuerda todo lo que han sufrido”, explica David Arau, sombrero de paja, la cara pintada con carbón negro. “Hacemos un trabajo cultural en el que indicamos a la gente de Panamá que todavía existimos”, subraya.

Los más animados son los Jamaiquinos de Río Abajo y los Campesinos de Colón, que bailan, cantan y saltan frenéticamente al ritmo de la percusión. “Esta es la fiesta del pueblo, tenemos cuatro días de un jolgorio saludable para la familia, para el público y aquel turista que quiera venir –dice en medio del baile y el barullo Avelino Tuñón, de los Jamaiquinos de Río Abajo–. Le damos alegría al público, compartimos nuestra felicidad de cuatro días de carnaval. Panamá es un lugar de raíces, de cultura y de mucho amor.”

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Festejo tropical a orillas del Canal de Panamá, cuatro días de baile y alegría.
 
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