Dom 13.07.2014
turismo

SANTA CRUZ. LA COSTA PATAGóNICA PUEBLO A PUEBLO

Hacia el fin del mapa

De norte a sur, un recorrido por la costa santacruceña, que guarda un tesoro de leyendas, naufragios y audaces exploraciones. Un paraíso para la fauna marítima y un desafío para el viajero que se aventura hacia los últimos rincones de nuestra geografía continental.

› Por Mariana Lafont

Fotos de Mariana Lafont

Cientos de kilómetros de costa santacruceña se despliegan en playas, acantilados y ciudades que guardan historias de pioneros y navegantes. Hoy como ayer, el último confín de este mundo sigue siendo un lugar remoto, que impacta por su despliegue de naturaleza y goza de un aura indiscutible de leyenda. De San Julián a Monte León, paso a paso por los bordes marítimos de Santa Cruz.

SAN JULIAN Para llegar a San Julián hay que desviarse tres kilómetros de la RN3 y llegar a la margen este de la bahía homónima, que se extiende por 15 kilómetros. Este pueblo costero fue durante la Guerra de Malvinas una base aérea clave, aún bien presente en la población. Aquí está el Gran Bajo de San Julián, la mayor depresión de América, una cuenca endorreica cuyo punto más bajo está a 105 metros bajo el nivel del mar. Históricamente, la principal actividad económica fue la cría ovina, pero hoy sobresalen la minería en Cerro Vanguardia y el turismo.

El circuito costero recorre 27 kilómetros de amplias playa acantiladas llenas de fósiles, entre ellas Sholl, de los Caracoles, Cabo Curioso, de Drake, la Garganta del Diablo y La Mina. De pasada se ven los restos del antiguo Frigorífico Swift, que funcionó hasta 1970. Cabo Curioso, donde sobresale el faro, es la más tradicional e idónea para que se metan al agua quienes soportan el frío. Esta zona tiene una variada fauna de pingüinos de Magallanes, biguás, cormoranes, choiques, zorros grises y colorados, mulitas y guanacos protegidos por la Reserva Natural Península de San Julián. Se los puede apreciar mediante una excursión náutica desde el Muelle Viejo hasta la isla Justicia, una delgada línea de tierra que contrasta con el agua turquesa y está llena de cormoranes, gaviotines, gaviotas, palomas antárticas, ostreros y garzas brujas. Luego sigue la isla Cormorán, donde anidan más de 120.000 pingüinos de Magallanes.

El pasado local está marcado por la huella de Hernando de Magallanes, que en 1520 había propuesto a España alcanzar las Indias por el extremo sur de América. Tras varios meses, el navegante portugués ancló en el actual Puerto San Julián para pasar el invierno. Aquí nació la leyenda del gigantismo de los “patagones”, que dio nombre a Patagonia: Magallanes se sorprendió tanto por el tamaño y fuerza de los nativos que los llamó así, con un término que se dice provendría de la novela de caballerías Las aventuras del caballero de Primaleón (donde hay una isla habitada por el monstruo Gran Patagón). Finalmente los navegantes abandonaron San Julián y luego de tres años cumplieron su cometido sin Magallanes, que había muerto en Filipinas. Sólo volvió a España la nao Victoria, al mando de Elcano, tras dar la vuelta al mundo: como homenaje se creó una imperdible réplica a escala real de la embarcación, anclada en la costanera.

Navegación por la ría de Puerto Deseado, ideal para el avistaje de aves marinas.

PUERTO DESEADO Puerto Deseado reúne naturaleza, fauna e historia. Un clásico es el paseo náutico de tres horas por la ría, que comienza cerca de la zona de naufragio de la Corbeta Swift (hundida en 1770) y va a la isla Elena, llena de cormoranes grises, roqueros e imperiales con sus llamativos ojos celestes. En otro islote hay lobos marinos de un pelo, gaviotas, palomas antárticas y gaviotines. Acompañan al bote graciosas toninas overas que juegan con las olas hasta llegar a la isla de los Pájaros, donde entre octubre y marzo se ven pingüinos de Magallanes. Finalmente, la lancha se adentra en un cañadón en la ría para ver más aves. Otro paseo de dos horas de navegación va a la isla Pingüino, adonde llega el peculiar pingüino de penacho amarillo, en general desde septiembre.

La historia de San Julián está muy ligada al ferrocarril, con su Vagón Histórico y la Vieja Estación. El primero se usó en la línea Puerto Deseado-Las Heras y fue testigo de la represión a las huelgas de 1920 y 1921 relatada en La Patagonia rebelde, de Osvaldo Bayer. La estación, de 1912 y de estilo inglés, fue levantada por picapedreros yugoslavos. Aunque se proyectó hasta Bariloche, sólo se completaron 283 kilómetros hasta Las Heras, y cerró en 1978. Varios ex ferroviarios cuidaron la estación, ahora convertida en museo. Y para apasionados de los naufragios, el de la corbeta Swift en 1770 es de película. El barco estuvo en el fondo del mar, a sólo 50 metros de la costa, frente al centro, sin que nadie lo supiera por dos siglos. En 1975 llegó un descendiente del segundo oficial a bordo con una copia de un diario de época, buscando información, y alertó a las autoridades sobre el hecho. Un profesor contó la historia a sus alumnos y uno de ellos, Marcelo Rosas, investigó y formó un equipo de buzos hasta dar con el barco en 1982, en muy buen estado de conservación. Una vez a flote, para protegerlo se creó el museo Mario Brozoski y el programa de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología investiga y sigue sacando piezas.

LUIS PIEDRA BUENA Este “pueblo oasis”, en plena meseta, a orillas del amplio y turquesa río Santa Cruz, se distingue por los murales que decoran sus paredes desde hace una década. La mayoría están en la avenida principal, Gregorio Ibáñez, y en el Parque Temático en las inmediaciones del puente sobre el río Santa Cruz. El parque alberga 16 murales inspirados en algunos episodios de la creación del mundo según la mitología tehuelche, pasajes de la vida del comandante Piedra Buena, la llegada de inmigrantes europeos y la represión de la huelga de 1921.

En verano es parada obligada la isla Pavón, en el río Santa Cruz, adonde Piedra Buena arribó en 1859. Allí funciona un sencillo museo, en una réplica de la casa original que el marino mandó construir para que fuera habitada y asegurar la soberanía nacional. Si de truchas se trata, el río Santa Cruz es famoso entre los fanáticos de la pesca deportiva. Entre diciembre y abril se pescan percas (pez nativo) y truchas arcoiris, pero a fines de febrero Piedra Buena recibe pescadores de todos lados que quieren tentar a la incansable steelhead. En esa época del año estas increíbles truchas, que pueden alcanzar nueve kilos, ingresan desde el Atlántico al caudaloso río Santa Cruz, el único de Sudamérica donde habita esta especie.

Lobo marino de un pelo, personaje siempre presente en las excursiones costeras.

PUERTO SANTA CRUZ ¿Acaso hay un pueblo más patagónico que Puerto Santa Cruz? Viento, calles desiertas y ese aire melancólico que inunda la Patagonia son moneda corriente aquí, en este pueblo de nostalgias que parece vivir en el pasado y donde aparentemente “no pasa nada”. El movimiento es casi nulo porque esta localidad “quedó a un lado” de la RN3, pero vale la pena darse una vuelta por este lugar de 3500 habitantes, puerta de entrada al Parque Nacional Monte León. Además en Punta Entrada hay una colonia de 20.000 pingüinos de Magallanes a la que se llega caminando tres kilómetros por la playa y sólo en bajamar.

Como muchos pueblos costeros patagónicos, se desarrolló de espaldas al mar y no fue la pesca sino la lana el sostén de su economía. Sin embargo, recientemente varias localidades embellecieron sus costaneras, como esta que mira a una ría cambiante según la marea. En pleamar el agua llega hasta la costanera, pero en bajamar surgen en la playa pintorescos barcos encallados.

El sitio histórico de Puerto Santa Cruz es Cañadón Misioneros. En las últimas décadas del siglo XIX, Chile disputaba la zona: para reafirmar la soberanía argentina, en 1878 llegó una misión al mando del Comodoro Py y dio origen al pueblo. Luego se ordenó la organización estable de la subdelegación marítima dirigida por Carlos María Moyano, que había explorado, entre 1876 y 1877, el río Santa Cruz y la zona de los lagos junto al perito Moreno. En 1884 se sancionó la ley que creó el Territorio Nacional de Santa Cruz, Moyano fue nombrado gobernador y la capital fue Puerto Santa Cruz, trasladada de Cañadón Misioneros a su actual ubicación. Luego siguió Ramón Lista, que trasladó la capital a Río Gallegos. Desde entonces Puerto Santa Cruz perdió importancia, pero siguió sobreviviendo gracias a la ganadería ovina.

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