Dom 13.07.2014
turismo

SANTIAGO DE CUBA. LOS CARNAVALES DE JULIO

Conga en blanco y negro

Del 21 al 27 de julio se realizará el carnaval de Santiago de Cuba, heredero de una antigua tradición popular que mezcló fiestas rituales de esclavos africanos con una celebración patronal católica, trastrocando las fechas. Una fiesta callejera al ritmo de la conga interpretada con requintos, bocúes y trompeticas chinas.

› Por Julián Varsavsky

Fotos de Julián Varsavsky

La conga de carnaval avanza en tumulto por una empinada calle del barrio Tívoli de Santiago de Cuba y se detiene en una plaza sin dejar de atronar. Son dos centenares de personas en éxtasis que se han ido sumando a lo largo del camino y sacuden torso y cadera como endiabladas, mientras sus cuerpos se rozan y salpican, desinhibidos.

Un grupo de jovencitas se estremece ante un trueno de tambores y en trance musical comienzan a contonear sus flexibles caderas en círculo, bajándolas de a poco casi hasta rozar el suelo, sin perder la elegancia ni la sensualidad. A un lado, fibrosos mulatos con el torso desnudo dan precisos manotazos a los parches de cuero de buey de los bocúes, y otros golpetean los aros de metal de un freno de auto con sonido de campana. Mientras tanto un señor mayor sopla una estridente “cornetica china” inflando sus mofletes a lo Dizzy Gillespie. “Música de cuero, huesos y metal; ¡música de materias elementales!”, la llamó Alejo Carpentier.

Los espontáneos desfiles de conga y las sofisticadas comparsas –que incluyen vestuario, coreografía y carrozas– son el eje del carnaval en Santiago de Cuba, que trascurre a fines de julio por las calles de toda la ciudad y al que cualquiera se puede sumar.

Este es un carnaval a destiempo de los del resto del mundo, aparentemente surgido de la fiesta colonial de Santiago Apóstol, que se celebra el 25 de julio, para mezclarse con la religión africana. Así desplazó de manera natural la fiesta ligada a la Cuaresma, un proceso sincrético que se dio en toda Cuba a comienzos del siglo XX.

El origen de esta fiesta remite también a la de los “mamarrachos”, como se llamaba una celebración popular que ocurría en el siglo XVII después de la zafra, protagonizada por negros y mulatos, tanto esclavos como libertos. En un principio los cabildos de negros –encuentros religioso-musicales– ocurrían a puertas cerradas en lugares de adoración, pero luego las autoridades coloniales los autorizaron a salir a la calle para que participaran de la procesión católica alrededor de la catedral. De esa forma se convirtieron en comparsas o congas.

En el siglo XIX Santiago de Cuba tenía sus carnavales antes de la cuaresma, fiestas que transcurrían en clubes privados con mascaradas al estilo europeo y sin los bailes “indecorosos” de los negros. Eran los llamados “carnavales de blancos” –de los descendientes de españoles–, mientras los mamarrachos o “carnavales de las clases bajas” ocurrían tras la cosecha, en coincidencia casual con el 25 de julio, día del patrono local.

Al carnaval de los blancos le faltaba el componente y la energía popular del de los negros, que fue desplazando al primero hasta hacerlo desaparecer en 1920. Así fue que, de manera espontánea, la cultura popular optó por la fecha de julio para celebrar el carnaval, que llegó a durar hasta un mes. Las clases “ilustradas” tuvieron no pocos voceros en la prensa de los años ’30, que publicaban pedidos de prohibición de la fiesta por considerarla “salvaje y un síntoma de atraso”.

En las décadas del 40 y 50 el carnaval santiaguero –igual que el de La Habana– se fue potenciando bajo el auspicio de las marcas de cerveza y ron. Y hubo un esfuerzo por parte de periodistas e intelectuales por hacer llamar “las cosas por su nombre”, tratando de quitar la palabra carnaval. Pero el veredicto popular dijo que no.

Al ritmo de la conga Algunas congas del carnaval santiaguero han derivado en comparsas. A las congas barriales se le suma gente que sale a la calle de manera espontánea, sin ensayo ni uniforme, yendo detrás de los músicos que marcan el ritmo específico de este carnaval, la conga.

Las áreas de mayor convocatoria popular son los cruces de Morro y Calle 3, Martín y San Pedro y Santa Ursula y Calle 1. El eje de los desfiles es la avenida Victoriano Garzón, y las congas más populares son Los Hoyos, San Pedrito, Paso Franco, San Agustín y El Guayabito. Por la mañana se hace el carnaval infantil, creado en 1992. Y por toda la ciudad –en parques y plazas– hay “piquetes soneros”, que son concursos de música de carnaval.

Al frente de la conga van los músicos. El complejo set de percusión tiene las metálicas campanas, círculos de metal tomados de frenos de autos antiguos, que se golpean con un palillo de metal. Entre los tambores hay tres tipos, comenzando por los bocúes, angostos y alargados, con forma cónica. El siguiente subgénero de tambores es el de los quintos y los bocusitos, más pequeños y que se percuten en los tiempos débiles, haciendo también solos de improvisación. Por último están los tambores golpeados por los dos extremos, que son el requinto y la galleta, este último una especie de bombo muy chato.

Detrás de los músicos vienen centenares de personas bailando sin parar el paso local del carnaval llamado “arrollao”, que además cada tanto cantan con improvisados estribillos.

Pero la conga no es sólo percusión sino también melodía, aportada por la trompetica o corneta china, cuyo penetrante sonido se oye a un kilómetro de distancia.

Este instrumento de viento llamado “suona” en China fue llevado a La Habana en el siglo XIX por inmigrantes que lo usaban en los teatros tradicionales chinos. A comienzos del siglo XX la comparsa habanera Los chinos buenos incorporó una trompeta china. Y la primera que llegó a Santiago de Cuba la habría estrenado un joven llamado Juan Martínez, quien mantuvo oculto su secreto hasta cuatro días antes del comienzo del carnaval, cuando la incorporó a la comparsa Los Colombianos. Su ocurrencia fue un éxito absoluto, que logró atraer con sus envolventes melodías a centenares de personas encolumnadas detrás de esa conga.

Las demás congas de la ciudad hicieron todo lo posible para prohibir la corneta de aquel adversario. Incluso agredieron físicamente al pobre Juan. Pero Los Colombianos se llevó el premio a la mejor conga de 1915 gracias a la dichosa trompetica.

En 1916 la “conga madre” del barrio Los Hoyos –la más popular y antigua de la ciudad hasta hoy– incorporó una corneta china y recuperó el cetro de “la mejor”.

La cara visible de esta compleja fiesta es el carnaval fuera de fecha de Santiago de Cuba. Sin embargo, debajo de ese fervor circula lo subyacente: un sincretismo resultado de extrañas carambolas de la historia, que hicieron confluir en este rincón del oriente cubano corrientes culturales de origen intercontinental, que arrancan con el desenfreno pagano de la antigua Roma –donde habría nacido el carnaval– y siguen con los repiques rituales de tambor del corazón de Africa, la festividad callejera del “vulgo” medieval europeo, las procesiones patronales del catolicismo, la celebración del asalto al Cuartel Moncada –un 26 de julio– y las milenarias escalas sonoras de la trompeta china.

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