Domingo, 24 de agosto de 2014 | Hoy
CORDOBA PASEOS EN EL VALLE DE PUNILLA
Cabalgatas, caminatas, cuatriciclos y paseos náuticos se abren paso en los alrededores de las Sierras Chicas, entre Capilla del Monte y La Falda, con los imponentes Uritorco y Pan de Azúcar como vigías. Acción y relax en los cerros favoritos del turismo místico.
Por Pablo Donadio
Fotos de María Clara Martínez
El ocaso del invierno prepara ya la sierra para reverdecer. Sus rojos quebrachos, molles, talas, algarrobos y palmas están como a la espera, listos para dar más vida y color. Siempre ocurre así en el Valle de Punilla, un rincón donde Córdoba muestra una de sus caras más bellas, pacíficas pero también activas. Sobre los faldeos de los cerros, entre diques y ondulantes pedregales, el mate mañanero nos guía desde la capital provincial hacia la RN 38, y en menos de una hora estamos ya bajo la figura del Pan de Azúcar, el pico que junto con el Uritorco enmarca desde lo alto el tramo que une Cosquín con Capilla del Monte. Allí cerca, en La Falda, comienza la aventura.
MUCHA TIERRA Y UN ZAPATO De movida vamos al encuentro de Santiago Patamia, el experto en cuatriciclos que nos lleva a recorrer las canteras cercanas donde la ciudad se admira desparramada en el valle. El y su familia suelen hacer travesías con grupos recorriendo el país, pero es aquí donde son locales. En su posada, que suele ser parte de la oferta de alojamiento para quienes contratan sus servicios, nos equipamos con casco, rodilleras y guantes, e iniciamos un breve pero certero curso de manejo.
Al rato, estamos listos para llegar a las pistas, donde se armó un circuito ideal para toda la familia. Se trata de un sendero leve con varias vistas panorámicas, que por momentos puede volverse extremo si se conoce del paño, arando en el barro, remontando lomadas y ladeando precipicios como en las travesías que organiza su empresa, Sport Quad. “Hace unos diez años comenzamos a salir primero con amigos y luego con otras personas, hasta que armamos varios circuitos de travesías offroad guiadas por el país. Hoy tenemos un calendario de al menos dos salidas mensuales”, comenta Patamia. Vamos y venimos con él y un par de motoqueros más por las inmediaciones de la ciudad, esfumadas por el polvo que despiden los quad. Cerca del mediodía, agotados, decimos basta, y nos entregamos al descanso.
Tras la actividad vamos a Capilla del Monte para el almuerzo en cercanías del dique El Cajón, que cuenta con varios paradores para pasarla bien con vistas calmas y relajantes sobre su espejo de agua. El lugar es también el punto de encuentro de amigos y turistas, y el nuestro particular con los chicos de Nahuan Aventura, con quienes recorreremos algunos senderos nuevos en los pedregales. Este embalse es bastante nuevo, y muy activo. Su obra, que se concluyó en 1993 para abastecer a Capilla del Monte, atrapa las aguas del río Dolores. Desde ese momento también cobró importancia turística, y si bien no se puede salir en embarcaciones a motor sí se permite la pesca de carpa y pejerrey desde la costa o embarcado, así como la práctica de vela, canotaje y windsurf. Almorzamos allí, y luego paseamos un rato en kayak hasta completar la lista de caminantes. Una vez listos salimos en busca de El Zapato, una piedra granítica inmensa que tiene esa forma. En la región hay también morteros, conanas y huellas del pasado comechingón, por lo que el camino se torna histórico. La mayoría de los senderos aquí no están marcados, pero se notan con claridad, y al no haber tanta vegetación es casi imposible perderse: de todos modos se recomienda salir siempre con guía, aprovechando su sabiduría y conocimiento de esa historia regional. Poco después accedemos por uno de los tramos nuevamente a los paradores, y damos la última vuelta por el perilago, una circunferencia que rodea el embalse y sus 39 metros de murallón con bajadas directas a la costa.
SUEÑO ASEGURADO Cae la noche y el hambre se hace sentir. Nada mejor que llegar a lo de otro viejo conocido, Federico Shiraldi, chef y dueño del Hotel y Spa Gourmet La Guarida, que además de servicios alta gama en materia de meditación y armonía posee la mejor “carta cantada”. Federico se sienta con cada visitante, sea del hotel o un simple comensal pasajero, y le comenta qué cocinó ese día, cómo lo hizo y qué es lo que destaca en cada plato. En general suelen ser tres o cuatro platos, no más, pero todos exquisitos. Alimentos frescos de huerta, y elaborados con pasión: “Siempre preparo entraditas, platos centrales y postres, y trato de ir variando para divertirme yo también. La clave está en el amor que uno le pone a lo que hace”, dice y, rápido, nos tienta: “Hoy tengo unas pastas envueltas con relleno con verduritas, y un clásico pollito mechado con reminiscencias árabes”. La Guarida fue creciendo con el pueblo y hoy es uno de los lugares más destacados de las sierras. Además del hotel y el restaurante, la pileta climatizada y el dojo de meditación, el spa, sauna y masaje completan servicios para que la estadía sea tan relajante como inolvidable, apelando siempre a la onda zen y el misticismo que habita esta zona. “Fue en 2001 cuando decidimos dejar Buenos Aires y crear un lugar donde la gente se sintiera a gusto con la comida y el descanso. Creo que no nos equivocamos en priorizar la cuestión del trato: parece algo banal y políticamente correcto, pero es lo que verdaderamente permite disfrutar o no de una comida o de una estadía. Este hotel está pensado para adultos que buscan paz y un cambio de ritmo, para quienes quieran abrir los sentidos y permitirse una relajación verdadera. Por eso la carta cantada, y esas cositas que apelan al compartir lo que uno hace”, dice Shiraldi. Para quien se queda unos días, hay seminarios y talleres como el de meditación zen y armonización energética, que invitan a la profundización de la experiencia.
A LA CUMBRE Al día siguiente vamos en busca de la cumbre en los cielos de Capilla del Monte, al tranco de los caballos. El destino es el cerro Gemelas, vecino del Uritorco. La jornada se inicia en el complejo Agua de los Palos, base para iniciar la travesía por un monte serrano junto a nuestro baqueano Mauricio Romero, quien nos cuenta algo del paisaje y las alternativas que ofrece su empresa Nahuan Aventura por senderos detrás de los picos, con asado campero y llegada al dique Los Alazanes. Pero no los envidiamos hoy, ya que haremos unos siete kilómetros hasta alcanzar los 1800 metros de altura en el Gemelas, con vistas inigualables de Capilla y los alrededores.
Ensillamos en el establecimiento y salimos esquivando talas y quebrachos, eludiendo algunas ramas que golpean la cara si uno anda desatento. De a poco, camino de la montaña, los animales pegan unos giros y el monte se disipa al fin. Así una de las primeras vistas descubre la huella de un Vía Crucis que este cerro tiene y se instala como propuesta turismo cultural, conectando luego con el restaurante y la pileta semiolímpica, ideales para el verano. “Mucha gente que llega a la zona piensa sólo en el trekking del Uritorco. Nuestra idea es ofrecerle los muchos atractivos de estas sierras”, dice Romero. Con él y los animales seguimos trecho arriba, hasta que la vegetación se hace pequeña y vemos la ciudad disgregada en miles de techitos coloridos sobre el valle verde, delante del dique de Cruz del Eje. Los animales, mansos y acostumbrados a los caminos con pliegues y quebradas, retoman la huella y enfilan hacia el Uritorco, el cerro del cual es imposible apartar los ojos. En eso, vemos volar un cóndor, cuyas alas se despliegan con inigualable armonía hasta desaparecer entre las vegas. Frenamos y contemplamos el valle una vez más. A lo lejos se ve, apenas, la línea blanca de las salinas de San José, y un poco más lejos los volcanes de Pocho, paisajes del noroeste cordobés que a veces uno cree conocer, pero que vale la pena redescubrirz
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