turismo

Domingo, 5 de octubre de 2014

TRAVESíAS. CARRETERAS MíTICAS DEL MUNDO

La ruta te lleva

Casi siempre se las conoce con un número, como la 40 en la Argentina o la 66 en Estados Unidos. Pero ese número encierra el mágico simbolismo del viaje y la aventura hacia el lugar inasible donde se dibuja el horizonte.

 Por Graciela Cutuli

“Nothing behind me, everything ahead of me, as is ever so on the road.” Jack Kerouac definía así el viaje en su libro On the road. En otras palabras, cuando se viaja lo más importante es lo que está por venir, la ruta que queda por delante y no la que ya pasó. En toda travesía, el imán es la línea del horizonte donde desaparece la ruta: y algunas son más largas, más llamativas, más emblemáticas que otras. Tanto que muchas veces se las recorre en el papel de un mapa o en la pantalla de una computadora antes de de-sandarlas “en carne y hueso”.

Entre estas muchas rutas de leyenda dos vienen enseguida a la mente: la Ruta 40 argentina, que recorre el país de punta a punta punteando la Cordillera, y la Ruta 66, que atraviesa buena parte de Estados Unidos. Pero no son las únicas: porque todos los caminos llevan a Roma y todas las rutas conducen a la aventura.

¿Y POR CASA CóMO ANDAMOS? La Ruta 40 es una de las más largas del mundo en un solo país. Al principio fue un pequeño camino de ripio, de difícil tránsito: llegar a buen puerto de ciudad a ciudad o provincia a provincia era toda una hazaña. Federico Kirbus, algo así como “la memoria de la 40”, fue el primero en difundirla turísticamente y dedicarle un libro. “Recorrí la RN 40 por primera vez en el año 1956 con mi colega Hans-Jürgen Woehler en un Goliath Hansa alemán. Aquella vez fuimos de Chilecito, en La Rioja, a Tinogasta, en Catamarca”, recuerda. Sobre el mapa es un tramo pequeño, pero Kirbus recuerda que fue una verdadera aventura: “Pura tierra, ripio y huellones profundos. Además, allí como en el resto de la ruta, el mayor problema para los (pocos) turistas de entonces eran la falta de nafta en los contados surtidores y la carencia de talleres y repuestos por si algo pasaba”.

Pero se hace camino al andar: las cosas han cambiado y, a fuerza de obras y algunos ajustes en su traza original, “la 40” es hoy una ruta mítica, a la que muchos llegan de alejados rincones del globo para recorrerla. En auto, en moto y hasta en bicicleta. Los puristas como Federico Kirbus consideran que “con el avance del pavimento y las consiguientes rectificaciones, mucho de la pintoresco y el sabor de aventura que buscan los viajeros se ha perdido”. Pero no todo, porque la ruta sigue pasando por pueblitos detenidos en el tiempo, sigue teniendo tramos de ripio y se pierde en paisajes tan grandes que se creería no llegar nunca a destino.

Antes de seguir viaje, hay que preguntarle a Federico por su tramo preferido. “El más pintoresco y de sabor criollo es para mí el Camino Calchaquí, entre Cafayate y San Antonio de los Cobres, pasando por el Abra del Acay. Pero ojo, que es un lugar para circular durante las ventanas climáticas de la primavera y del otoño”, responde. ¿Hace falta recordar que este tramo está en la provincia de Salta, casi en la parte final de la ruta? Porque desde el año 2004 se cambió el Kilómetro Cero –que estaba tradicionalmente a mitad del recorrido, en Mendoza, para ubicarlo en el Cabo Vírgenes, la extremidad sur de la 40 en Santa Cruz–. La ruta termina en La Quiaca, en Jujuy y la frontera con Bolivia. En su último tramo, entre Abra Pampa y La Quiaca, la 40 utiliza la traza de la RN9, para ganar algunos kilómetros más y llegar a los cinco mil.

La Ruta 3 es otro de los circuitos inolvidables de la Argentina. No sólo por una extensión que supera los 3000 kilómetros, y por una traza que cruza la Patagonia de norte a sur. La RN 3 sale desde el corazón mismo de Buenos Aires para llegar a Tierra del Fuego y tiene la particularidad de saltearse fronteras y un estrecho, algo en verdad poco común para una ruta. La RN 3 suspende su traza en la frontera con Chile, al sur de Río Gallegos, para reaparecer al norte de Río Grande en la isla de Tierra del Fuego. Desde hace unos años, cobró más importancia aún gracias al tramo que se conoce como la “Ruta Azul”, entre Santa Cruz y Chubut. Es la porción que une los tres parques nacionales marinos y costeros de la Patagonia sur, entre Camarones y Puerto San Julián, y es también donde bordea el Atlántico por única vez en su recorrido, cerca de Caleta Olivia.

SOLES DE EUROPA En Europa las rutas no llegan a ser tan largas, por lo menos dentro de un solo país, pero tienen otros encantos. Es el caso de la RN 7 en Francia, la “ruta hacia el sol”, porque es el camino que se toma desde París para llegar a las playas del Mediterráneo, la Provenza y la Costa Azul. Es tan famosa que hasta tiene su propia canción, “Nationale Sept”, escrita por Charles Trenet en 1955, cuando el turismo empezó a ser masivo luego de la Segunda Guerra Mundial.

También fue protagonista de películas, novelas y hasta museos. Uno está en Piolenc, cerca de Orange en Provenza: es una parada interesante para conocer la historia de la ruta (vale recordar que la vieja ruta nacional ha sido completada en toda su traza por autopistas hace ya varias décadas), ver coches antiguos y sobre todo una colección de objetos olvidados en la región por los turistas. El segundo museo está casi en la otra punta de la traza, en Mormant-sur-Vernisson, a diez kilómetros de Montargis (al sur de París). Así se descubre que en Coucourde –antes de llegar a Provenza–, un tramo rectilíneo de la ruta (algo insólito en Europa) está bordeado de plátanos plantados hace más de dos siglos para dar sombra a las tropas de Napoleón. En ciertos días de julio y agosto, hasta las autopistas llegan a congestionarse y se forman embotellamientos que recuerdan los que había históricamente para cruzar la ciudad de Lyon, la mayor urbe atravesada por la Nacional 7. La ruta sigue el Ródano durante una buena porción de su cauce para luego desviarse a la altura de Avignon (donde hay que parar para ver el famoso puente) y cruzar la Provenza hasta Menton, en la frontera con Italia. Poco antes, habrá cruzado un país entero: el pequeño Principado de Mónaco, impactante sobre todo por la noche gracias a una miríada de luces.

Menos glamorosa, pero más intensa, es la otra gran ruta europea que lleva hasta el Cabo Norte, el punto más septentrional del continente. Desde fines de junio es la tierra del sol de medianoche, mientras en invierno la noche dura semanas. La Ruta E69 termina frente al acantilado, donde un monumento simboliza el punto más extremo del norte de Europa continental. Es una ruta más bien corta –sólo 130 kilómetros– pero tiene tiempo de pasar por cinco túneles y bajar a 212 metros bajo el nivel del mar para conectar con la isla Arida (Mageroya en noruego). Eso sí: en el camino, se cruzan más renos que autos.

EL CAMINO DE ROCK En el norte de Europa, otra ruta que suelen hacer los turistas es la 1, que da la vuelta enteramente a Islandia. Se sale y se vuelve al mismo lugar, por lo general en la estación de micros de Reykjavik, ya que es la opción más comúnmente elegida por los viajeros (aunque se puede hacer también en auto o en mountain bike). Algunos tramos son de ripio y se dice que hay que tener cuidado en algunos parajes desérticos para no molestar a los elfos...

En el resto del mundo hay muchos otros circuitos llamativos o rutas de merecida fama: la Grand Trunk Road fue el eje principal del imperio británico de las Indias, de Kabul a Calcuta (impracticable en las partes afgana y paquistaní por la inseguridad y las guerras civiles y tribales); la Great Ocean Road, de Melbourne a Adelaida, bordea la costa sur de Australia y es uno de los circuitos escénicos más lindos del mundo; la Transiberiana abarca 11.000 kilómetros de San Petersburgo a Vladivostok; y la Panamericana suma 26.000 kilómetros desde Alaska hasta la Argentina.

Por supuesto, tampoco se puede hablar de rutas míticas sin mencionar la Ruta 66 en Estados Unidos, aunque ya no existe oficialmente. La Ruta 66 fue señalizada como tal hasta el año 1985 y llevaba de Chicago a Santa Mónica (California). Su traza cambió a lo largo del siglo XX y en sus últimas versiones recorría un poco más de 3900 kilómetros. Como en la película Cars de Pixar, los pueblos que prosperaron a su vera vivieron un largo declive desde los años ’60, cuando la ruta dejó de ser un eje clave entre el centro y el oeste de Estados Unidos. Hoy es más bien un museo al aire libre que recuerda la gloria pasada: y aunque no exista para la administración, está viva en los viajeros que paran en sus moteles, reabiertos y restaurados por nostálgicos en pueblos perdidos de Arizona, Nuevo México u Oklahoma. La porción más concurrida está en Arizona, entre Gallup y Bagdad. En Seligman, donde viven apenas 450 habitantes, hay al menos 13 negocios de recuerdos de la Ruta 66, que tuvo su propia canción –famosa gracias a Check Berry– y dio su nombre a una popular serie de televisión en los ’60.

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Otros tiempos, transitando un tramo de tierra de la ahora mítica RN 40 argentina.
Imagen: Federico Kirbus
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