Dom 16.11.2014
turismo

LA RIOJA. VIñEDOS, OLIVARES Y DINOSAURIOS

Del Cretácico a los vinos

Viñedos y olivares forman parte de la experiencia enogastronómica de la provincia, que también propone un viaje al pasado de la mano de gigantescos dinosaurios. Historias de emprendedores que abrieron un abanico nuevo en la región de los paisajes más rojos de la Argentina.

› Por Dora Salas

Fotos de Dora Salas

“Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma”, el recuerdo de Juan Facundo Quiroga late en el poema que Jorge Luis Borges le dedicó y se agiganta al visitar La Rioja y su cerros colorados. Pero además de evocar las luchas que protagonizó el Tigre de los Llanos, ahora viñedos, olivares y nogales acompañan un recorrido de bodegas que se enriquece con el regreso al período Cretácico en el Parque de Dinosaurios de Sanagasta.

En el noroeste del país, La Rioja representa el 3,22 por ciento del territorio argentino, aunque ese pequeño porcentaje en términos nacionales adquiere otra dimensión a nivel internacional, pues la superficie provincial (89.680 kilómetros cuadrados) es similar a la de Portugal (92.391 kilómetros cuadrados) y más del doble de la de Suiza (41.290 kilómetros cuadrados).

Los Llanos en el sur, las sierras de Velasco y de Famatina en el centro y la cordillera al oeste abren una gama de posibilidades turísticas, gastronómicas y paleontológicas que, en general, pocos suponen.

A 1167 kilómetros de Buenos Aires, la capital provincial –fundada en 1591 por Juan Ramírez de Velasco– se alza al pie de la sierra que lleva el nombre del conquistador español, quien la bautizó Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja en recuerdo de su lugar de nacimiento. El sol, que se filtra entre las nubes del atardecer, ilumina el perfil de la sierra de Velasco cuando aterrizamos: esas luces y sombras que nos reciben son el primero de los fuertes contrastes que nos impactarán durante este viaje a través de la ruta riojana del vino, un “maridaje” de naturaleza y sabores, de aridez y fertilidad, de valles y cordones montañosos.

HACIA LA RUTA DEL VINO En la capital provincial todo gira alrededor de la plaza fundacional 25 de Mayo. Cerca de allí, en la antigua Escuela Normal de Maestros, edificio de fines del siglo XIX que ocupa toda una manzana, funciona ahora el Paseo Cultural Castro Barros, donde también hay coquetos negocios y lugares de comida. En uno de estos, Orígenes, sabores de nuestra tierra, inaugurado en 2012, nos espera la primera cena riojana especialmente preparada por el chef Hugo Véliz, quien afirma “preparar platos de alta cocina con productos regionales”.

A la mañana siguiente comienza una nueva experiencia: la Ruta del Vino. La principal franja vitivinícola riojana se encuentra entre las sierras de Velasco y de Famatina: además el departamento de Chilecito concentra el 70 por ciento de la producción provincial.

El primer establecimiento que nos abre sus puertas es la Bodega-Museo Minniti, una de las más antiguas del país, que en 2004 logró superar 30 años de inactividad. Pablo Romero Minniti y su padre (quinta y cuarta generación de esta familia bodeguera) trabajan para convertir el establecimiento “en una industria que combine lo artesanal y lo técnico”. La historia de la familia, establecida en Villa Sanagasta, a 30 kilómetros de la capital riojana, se remonta a 1856, cuando Juan de Dios Corzo comenzó con una bodega destinada al consumo de los suyos y la venta a granel. Lo siguieron su yerno y otros parientes que, enlazando apellidos españoles e italianos, cultivaron la cepa del torrontés local. Registraron y comercializaron la marca Rincón del Indio y trabajaron duro hasta la década del 70 del siglo pasado. Después llegó el tiempo de parálisis hasta que, hace diez años, el padre de Pablo se empeñó en cuidar las viejas viñas, que ahora lucen en plena salud y producción. Una vuelta a la vida que apunta a otras actividades turísticas en la Finca Lomas Blancas, donde funcionan un restaurante y casa de té.

Entre lo viejo y lo nuevo, una pérdida emblemática: la marca Rincón del Indio no pudo ser recuperada por la familia.

DINOSAURIOS A medida que nos adentramos en el valle abundan la tierra rojiza y la vegetación típica, con sus grandes cardones. Pero no sólo: como pasajeros del tiempo llegamos al período Cretácico, cuando los dinosaurios anidaban en la zona. Unico en el mundo, el yacimiento paleontológico de Sanagasta es también un parque temático. Entre 95 y 65 millones de años atrás la zona era habitada por algunos de los mayores seres vivos hasta ahora encontrados, los Titanosaurios. Divisamos a estos gigantes herbívoros mientras caminamos por las pasarelas del Parque, con la ilusión de un retorno al pasado que se incrementa a medida que nos acercamos a las réplicas realizadas a escala real. Queremos tocarlos, sacarnos una autofoto con Dino allá abajo, en el fondo del cañadón. En el año 2001 una investigación científica descubrió el yacimiento en el Bolsón de Huaco, junto a la RN 75. Se encontraron más de 80 nidos, muchos de ellos con 30 huevos de dinosaurios Saurópodos y dentro de ellos probablemente de los Titanosaurios. La presencia de los nidos se relaciona con las condiciones de “incubadora natural” de la zona, debido a sus 30/40 grados centígrados de temperatura. El área, de 300.000 metros cuadrados, fue declarada Parque Geológico y luego se creó el circuito para el público, inaugurado hace tres meses.

TIEMPO DE VINOS Camino al Norte, nuestro programa incluye tres bodegas de diferente perfil. En Aminga, a 130 kilómetros de la capital riojana, el establecimiento homónimo, de 70 años de antigüedad, estuvo cerrado durante cuatro décadas y fue recuperado mediante un plan de Sociedades Anónimas con Participación Mayoritaria del Estado (Sapem). Según el plan de capitales mixtos, un privado –en este caso Raúl Chacón– posee el uno por ciento de la empresa, y el Estado provincial el 99 restante. “La empresa debe rendir”, explica su responsable y detalla que la primera producción de la nueva etapa fue en 2012. Dos años después se fraccionaron 90 mil botellas y para el 2015 “esperamos más de 100 mil”, dice el enólogo Gustavo Ottaviani. Agrega que se trata de un vino fácil de consumir, ligero, con uvas del valle de Aminga y destinado al mercado interno. A 1400 metros de altura, con buena amplitud térmica, el caballito de batalla de la Bodega Aminga es Febrero, en alusión al mes de La Chaya riojana y al mes de la vendimia. Un asado de cabrito bien a punto, aceitunas negras arauco (cada planta produce alrededor de 100 kilos) con ají molido y aceite de oliva acompañan la cata en Aminga.

Cuando Jorge Chamas aterrizó en avión privado en Chilecito para ir a conocer las tierras que acababa de comprar “sin ver” en Chañarmuyo, el policía de control le informó que “no conocía y ni había escuchado hablar de ese lugar”, cuenta el propietario de la elegante Bodega Paiman, la única con hotel en La Rioja.

“Era un pedregal en medio de los cerros y la nada, en una zona considerada muy fría para vinos”, relata. En lo alto del valle de Chañarmuyo, 230 kilómetros al Norte de la capital provincial, hay una cruz erigida en 1913 por don Patrocinio Carrizo, al que atribuyen haber dicho que “alguna vez se harán vinos en este valle de los que el mundo hablará”. Y Chamas quiere que el mundo conozca sus vinos de calidad.

Además de esa real o inventada frase de don Patrocinio, el empresario quedó atrapado por el misterio del paisaje y la figura fantasmal de una anciana vestida de blanco que “en medio de la sensación de soledad, magnificencia y humana pequeñez” le pidió que la llevara en su vehículo. Ese encuentro, que hoy llama “surrealista”, marcó sus sentimientos, pues la mujer lo invitó a participar en una procesión para rezar una novena a “la compañía que cambiará el pueblo y hará volver a nuestros hijos”. O sea, un pueblo casi extinguido que necesitaba trabajo para sobrevivir.

Chamas se quedó, limpió el pedregal y apostó. Arrancó a fines de 2001. Ahora el pueblo quintuplicó la población y su bodega creció. Sus vinos se exportan a China, Canadá, Inglaterra y Suecia entre otros países, y su hotel boutique con piscina, salas de lectura y juegos, hornos de barro y parrilla, recibe turistas en busca de tranquilidad, naturaleza y buena atención.

Una copa de cabernet o malbec, techo de estrellas y un cómodo sillón junto a la pileta de natación. Este correntino de origen sirio (“mi abuelo vivía a 60 kilómetros de Damasco”), sigue proyectando: para 2015 ofrecerá a los turistas senderismo y cabalgatas dentro del predio y en la bodega incluirá nuevas cepas.

La última etapa es Chilecito, su Cristo del Portezuelo y la bodega Valle de la Puerta, con sus plantaciones de 800 hectáreas de olivos y 150 de uva establecidas en 1994 por medio de accionistas presididos por la empresa internacional Time Group. El presidente y gerente general de Valle de la Puerta, Julián Clusellas, secundado por el gerente winemaker Javier Collovatti, tiene como objetivo la calidad. La misma política se manifiesta en los aceites extra vírgenes de oliva. También esta bodega apuesta al turismo y piensa en proponer paseos en bicicleta, a caballo y en auto, con paradas programadas y guía.

Encuentro con los dinosaurios, que vivieron antiguamente en esta “incubadora” climática.

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