Domingo, 22 de febrero de 2015 | Hoy
ITALIA. PAVíA, UNA JOYA MEDIEVAL CERCA DE MILáN
A sólo 35 kilómetros de Milán, que espera entre mayo y octubre unos 20 millones de visitantes para su Exposición Universal, Pavía es una de las tantas joyas del patrimonio cultural lombardo. Allí reposan, entre torres medievales, historia y leyendas, los restos de San Agustín.
Por Dora Salas
Más de 140 países y organizaciones confluirán este año en Milán, en el norte de Italia, donde alimentación y energía serán los temas convocantes de la Expo 2015, un evento internacional que espera recibir unos 20 millones de visitantes. Y que dará, además, la posibilidad de descubrir otras joyas regionales, como la legendaria ciudad de “las cien torres”: Pavía, un remanso que contrasta con el agitado ritmo cotidiano de Milán, capital de la moda y las finanzas italianas.
La cita es en el corazón de la pujante región de Lombardía y de su variedad paisajística, que abarca desde las montañas a los lagos de Como y de Garda, y de las llanuras a las colinas. En este marco se destaca el patrimonio cultural de ciudades como Milán, Pavía, Brescia, Bérgamo y Mantua, junto a la riqueza enogastronómica de la zona conocida como “Oltrepo” –más allá del Po, el río que hace la riqueza de la tierra local– y sus vinos, quesos y fiambres.
UNA RUTA MEDIEVAL Treinta y cinco kilómetros al sur de Milán, la apacible ciudad de Pavía cuyo primer nombre fue Ticinum, a causa del río que la surca (en italiano Ticino, en español Tesino) y que confluye en el Po– espera al viajero con su historia, sus leyendas y sus secretos.
En el siglo III a. C. los romanos llegaron a la zona y el centro histórico de Pavía, el más amplio de la región, es un cuadrado de 100 hectáreas que sigue el plano del castrum militar típico, con dos calles centrales que se cruzan, “cardo” (ahora Strada Nuova) y “decumano” (Corso Cavour). Dicho sea de paso, el mismo nombre romano dado a las avenidas que marcarán el rumbo de la planta expositiva de Expo 2015.
Pero la ciudad, hoy de unos 70 mil habitantes, según el escritor y sacerdote local Cesare Angelini (1886-1976), tiene una leyenda fundacional simbólica que habla de una paloma portadora de un mensaje celestial.
Se cuenta que mientras los albañiles intentaban levantar los muros urbanos en un punto elevado del territorio, una paloma les picoteaba las manos y revoloteaba de inmediato hacia el valle para señalar un lugar más adecuado para la obra. La paloma se posó entonces junto al río Ticinum y los operarios, que comprendieron el mensaje, recomenzaron su tarea en el sitio indicado por el ave.
El Tesino, que nace en Suiza, atraviesa el lago Mayor y entra en Italia surcando la llanura hasta alcanzar Pavía, para confluir poco después en el Po, fue una importante vía de comunicación en una zona rica y fértil, donde se destacan los vinos, lácteos y cereales. Ahora, al recorrer en tren la escasa media hora que separa esta ciudad de Milán, la vista se pierde en los arrozales que dan al paisaje un especial encanto y que originan un producto de excelencia. Vale recordar que el risotto es al norte de Italia aquello que la pasta es para el sur, más allá de la amplia difusión territorial de ambas especialidades.
Pavía es, además, una de las etapas de la Vía Francígena, declarada en 1994 “itinerario cultural europeo” por el Consejo de Europa. Este camino medieval fue una de las grandes rutas de la fe entre Canterbury y Roma, unos dos mil kilómetros que transitaron peregrinos y, también, mercancías. En la actualidad se puede hacer un itinerario turístico en bicicleta o a pie, parcial o total, en etapas de 20 a 30 kilómetros, atravesando áreas muy diferentes y entre ellas la llanura del Po. En la parte italiana, certificada por el Ministerio de Bienes Culturales del país, hay señalización clara, que incluye lugares donde alojarse.
TORRES, IGLESIAS, PALACIOS “La ciudad de las cien torres”, como se la llamó, aún conserva alrededor de una decena de estas construcciones medievales, erigidas por razones defensivas y también como demostración de fuerza y prestigio. Las torres, que crean una especial sugestión de “túnel del tiempo” en el centro de la ciudad, se destacan en la plaza Leonardo da Vinci, donde el rojizo de los ladrillos apunta al cielo desde el siglo XII. Una de ellas, de base cuadrangular de cinco metros por lado, es la Torre del Reloj, que alcanza los 40 metros de altura y luce un hermoso reloj en la parte superior de una de sus caras.
Pero en Pavía todos hablan de la emblemática Torre Cívica, de 78 metros de altura, que se derrumbó en 1989, causando cuatro muertos. “Un estruendo y la antigua torre se desmigaja”, tituló el diario La Repubblica al día siguiente de la tragedia, ocurrida a las 8.55 de la mañana, en medio de la bruma y la lluvia. La torre, “ocho mil metros cúbicos de ladrillos, arena y granito” cayó “sepultando todo bajo toneladas de escombros”, relató el diario.
La Torre Cívica se alzaba junto a la catedral de la ciudad, un templo majestuoso que comenzó a construirse en 1488 bajo el poderío de los Sforza milaneses, por orden del obispo Ascanio Maria Sforza Visconti, hermano menor de los duques Galeazzo Maria Sforza y Ludovico el Moro. La obra, que se prolongó hasta 1898, se caracteriza por una gigantesca cúpula, que por sus dimensiones es la tercera de Italia después de la de San Pedro y la catedral de Florencia. El plano general fue realizado por el pintor y arquitecto Donato di Pascuccio, el Bramante, a quien se atribuye también la cripta. Por otra parte, un documento milanés testimonia una invitación cursada a Leonardo da Vinci para visitar las obras del duomo y aportar sugerencias.
El Palacio del Broletto, en la central Plaza de la Victoria (Plaza Grande), pertenece al siglo VIII y es el más antiguo en su tipo de la Lombardía. Para admirarlo y, al mismo tiempo, disfrutar de un aperitivo, nada mejor que sentarse –si el clima lo permite– en una mesa al aire libre de algún bar de la plaza, rodeada de antiguos edificios y pórticos. Bajo esta plaza se construyó en los años ’50 del siglo pasado un espacioso mercado.
La basílica de San Miguel, obra iniciada a fines del siglo XI, deslumbra por sus dimensiones y su estilo románico-lombardo. Sirvió de modelo a otras iglesias medievales de Pavía, como San Pedro en Cielo de Oro, donde se encuentran los restos de San Agustín, el autor de las Confesiones.
De los templos a los castillos, los Visconti habitaron 150 años en uno de ellos, el Castello Visconteo, del siglo XIV, en cuya biblioteca trabajó Petrarca. Del mismo siglo son la Certosa –o monasterio cartujo–, ubicada a siete kilómetros de distancia, y la universidad, una de las más antiguas de Europa.
VOLTA Y EINSTEIN La Universidad de Pavía data de 1361 y se presenta en su página online como creadora de “trabajo” (Università di Pavia/Crea conoscenza, crea lavoro), una necesidad acuciante para numerosísimos jóvenes italianos. En el pasado, del que da cuenta el propio museo, esta casa de altos estudios tuvo como profesor de física nada menos que a Alessandro Volta, quien después fue designado director de la Facultad de Filosofía.
Albert Einstein, en cambio, se vinculó en la adolescencia con Pavía y no frecuentó la universidad local. En 1895 su familia se radicó por motivos laborales en esta ciudad, mientras el joven Albert quedaba en Munich para preparar el ingreso al Politécnico de Zurich. Pero el futuro Premio Nobel decidió ir al encuentro de los suyos, disfrutando así de una estadía a orillas del Tesino, junto al cual su padre tenía una fábrica electromecánica cerca del canal (Naviglio), otro de los tesoros locales, con su sistema de compuertas para superar los desniveles del terreno.
Alejándose de la universidad para admirar el Puente Cubierto sobre el Tesino, nos despedimos de Pavía recordando sus tradiciones locales, entre ellas la “zuppa alla pavese”, una sopa de fetas de pan, huevo, manteca y queso cuyo origen se ubica en un plato preparado en el siglo XVI para el derrotado Francisco I de Francia durante su prisión en Pavía, luego de ser vencido aquí por las fuerzas del emperador Carlos V. El rey encarcelado la apreció. Vale la pena probarla bien caliente.
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