Domingo, 8 de marzo de 2015 | Hoy
ARGENTINA. MUJERES GUARDAPARQUES
Los parques nacionales de todo el país muestran una creciente presencia femenina. Varias áreas protegidas ya son dirigidas por mujeres, y también va en aumento su número entre los guardaparques.
Por Graciela Cutuli
La naturaleza también tiene cara de mujer. Día a día, en los más recónditos rincones de la Argentina, un puñado de mujeres que no le teme al aislamiento ni a la soledad ni al esfuerzo físico se entregan plenamente al compromiso de custodiar la naturaleza de nuestro país para las generaciones que vienen. Son las mujeres guardaparques, y no sólo: también las que tienen bajo su directa responsabilidad, desde el cargo de intendentes, algunas de las principales áreas protegidas de la Argentina.
POR TODO EL PAIS “Algunos años después de haberme recibido como técnica universitaria en Administración de Areas Protegidas, me tocó como destino el Parque Nacional Perito Moreno. No hay que confundirlo con el glaciar: este parque nacional está en la provincia de Santa Cruz, en la frontera con Chile, con climas extremos y un gran aislamiento. Después de la ruta 40 hay que transitar otras dos horas, y no hay ómnibus que haga el viaje a Gobernador Gregores (a 220 kilómetros) o Perito Moreno (a 320 kilómetros), que son las localidades más cercanas. Un día que estaba ahí se bajó un señor de un auto, después de recorrer tanto tiempo de ruta solitaria en la que uno no se cruza a nadie, y se sorprendió: “¡Pensé que me iba a encontrar con un gordo bigotudo y viniste vos!”. “Se ve que no esperaba verme ahí, en medio de la nada. Pero ahora cambió todo, hace tiempo que somos más vistas”, remata Magdalena Pollini, guardaparques hoy destinada en el Nahuel Huapi. Ella es sólo una de las muchas mujeres que cuidan las áreas protegidas de todo el país: “Cuando me recibí, en 1999, mi primer destino fue la seccional Lago Hermoso, en el Parque Nacional Lanín. Eramos diez chicas sobre veinte; fue la primera y única vez que hubo tantas”, recuerda.
Gretel Müller, que hoy es intendente del Parque Nacional El Leoncito, en San Juan, subraya que “en las últimas promociones entraron más mujeres. Llegaremos a ser entre el 15 y el 20 por ciento, como mucho, contando a las ‘guardaparques baqueanos’, que antes se llamaban ‘guardaparques de apoyo’, es decir, gente del lugar que conoce la zona y no está sujeta a los traslados porque es un valor local”. La suya –agrega Gretel– fue la primera promoción en la que entraron mujeres, después de muchos años de una presencia sólo masculina: “La Administración de Parques Nacionales fue uno de los primeros organismos que empezó a incorporar mujeres, la primera promoción fue la número 16, cuando todavía estaba en la isla Victoria”.
Luego se abrió la escuela de Tucumán, donde estudió Magdalena, y la de Córdoba. “Hoy no importa ser hombre o mujer para ingresar. Lo que vale son los títulos de estudios previos, y habilidades como el manejo de 4x4, de embarcación, saber andar a caballo. Hay que ser todo terreno, por la diversidad ambiental que tenemos en la Argentina. Cuando uno vive a 200 kilómetros de un pueblo, tiene que aprender a ser gasista, plomero, electricista, lo que haga falta”, agrega Gretel, que coincide con sus colegas en el rápido respeto que imponen las mujeres a la hora de fiscalizar o hacer aplicar las normas en un parque nacional. “A veces el hombre es más conciliador. Cuando una mujer ordena, por ejemplo, apagar un fuego, no se discute”, asegura.
Entre sus destinos, también ella estuvo cinco años en el Parque Nacional Perito Moreno, de donde pasó al otro extremo del país: la Seccional Lago Roca del Parque Nacional Baritú: “Un cambio bastante brusco –evoca– desde los glaciares a la selva de montaña. Baritú tiene una diversidad impresionante de recursos biológicos, y particularidades como que haya que pasar por Bolivia. Es un parque que muchas veces queda aislado: las rutas con Bolivia se cortan, por piquetes o por derrumbes, comunes en verano por la gran cantidad de lluvias. A veces hay que pasar uno o dos días en espera y dormir sobre la ruta; también se puede pasar hasta un mes y medio sin poder salir del pueblo. Por eso también el índice de visitas es muy bajo: al turismo nacional le cuesta un poco hacer frontera, pero los que llegan quedan maravillados. Es un lugar de una impresionante amplitud térmica..., en invierno hay nevaditas en los cerros, y en verano se puede llegar a los 48 grados en las zonas bajas. Es la zona del yaguareté y la taruca, dos monumentos naturales”. Desde hace dos años, Gretel es intendente de El Leoncito, pero subraya que no es la única: “En estos últimos años hay varias mujeres, hubo también en Talampaya y Lihué Calel”. Hoy son mujeres también las intendentes del Parque Nacional Monte León, Grisel Roskos, y del Parque Nacional Chaco, Lorena Paszko.
NORTE Y SUR “En los últimos años se incrementó muchísimo la incorporación de mujeres, soy la quinta en hacerme cargo de una intendencia”, cuenta Lorena, que estrenó su cargo en Chaco hace apenas una semana y es bióloga con especialización en zoología. Estar en Chaco “era un viejo anhelo, desde que era adolescente. El hecho de trabajar en conservación es muy especial. En mi caso, siempre me sentí en igualdad de condiciones con los hombres, he salido al campo y jamás sentí ninguna limitación. No importa el género sino el acento que ponemos en la conservación y el desarrollo turístico.” En todo caso, las variaciones –cuenta Gretel Müller desde San Juan– pueden venir “de la sociedad donde está el área protegida. Algunas son más reticentes a tener una mujer a la cabeza. Aquí era un poco anticuado, aunque no le doy importancia: al principio a uno lo estudian, y luego lo aceptan”. La intendente de El Leoncito tuvo “la suerte de crecer en un pueblo chico, siempre me gustó aprender de todo y mi papá me enseñó de todo. Cuando entré ya sabía algo de mecánica y electricidad, y lo que no se sabe de antes se aprende”. “Dicen que el hombre tiene más fuerza –apunta–, pero en el terreno la inteligencia y la maña pueden más. Me ha pasado de sacar gente encajada en el barro con una 4x4, y yo en una chata de simple tracción... Y además hay mujeres con mucha fuerza, y hombres a los que no les da el cuero”, subraya.
Grisel Roskos es ingeniera agrónoma y también es intendente de un Parque Nacional, el Monte León: “Es el primer parque costero marino y desde el principio sentí el respaldo de mis compañeros y de la institución”, asegura. No se trata de fuerza física –recuerda– sino de que la mujer demostró “capacidad en trabajos que demandan esfuerzo, pero sobre todo trabajo y compromiso”. Un compromiso que tiene que resistir a pesar de las dificultades que traen los traslados propios del trabajo, entre las distintas áreas protegidas: “Muchas mujeres guardaparques están casadas con colegas, es una ventaja porque así se trasladan los dos sin que ella resigne su aspecto laboral. Pero también hay que contemplar el grupo familiar, la edad de los chicos, la cercanía de un centro asistencial”. Magdalena Pollini, que llegó al área Tronador del Parque Nacional Nuahuel Huapi con un embarazo de cinco meses, coincide: “Desde que llegan los chicos, no te preguntás si es lindo el paisaje. Preguntás si hay escuelas y sanidad. Mis hijos nacieron en Tronador. De ahí nos fuimos al Bosque Petrificado, en Santa Cruz, y luego volvimos al Nahuel Huapi. Y ahora que ya tienen ocho y seis años, nos preguntamos cómo será el próximo traslado”.
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