Domingo, 24 de mayo de 2015 | Hoy
URUGUAY. LOS SABORES DE MONTEVIDEO
Al otro lado del Río de la Plata, la capital uruguaya ofrece una dosis de aire fresco, con una extensa rambla para andar y pedalear. A los clásicos como la Ciudad Vieja y el Mercado del Puerto, se les suma el más novedoso Mercado Agrícola de Montevideo (MAM).
Por Guido Piotrkowski
Fotos de Guido Piotrkowski
No hay nada más apacible que deambular por Montevideo. La hermana menor del Río de la Plata es una ciudad que convoca al viajero que disfruta de andar a paso lento, y también de aquellos que sienten el placer de pedalear. Así, se puede ir de una punta a la otra de esta minimetrópoli que balconea al encuentro del río con el Océano Atlántico, sea bordeando la playa o adentrándose por sus encantadores barrios. En Montevideo es fundamental dejarse llevar en la Ciudad Vieja, caminar la rambla, echarse en el Parque Rodó mate en mano y visitar la Feria Tristán Narvaja un domingo cualquiera. Y también, hacer un alto en la gastronomía, porque no solo de chivito y parrilla viven los uruguayos.
LA CIUDAD VIEJA El Casco Histórico fue el origen de la fortificación militar española. Las murallas, levantadas en 1741, comenzaron a demolerse en 1829, pero aún quedan algunos restos en la rambla sur y la rambla portuaria. La Puerta de la Ciudadela, que conectaba el fuerte con la ciudad colonial a través de una zanja y un puente levadizo, está ubicada justo entre la Plaza Independencia y la peatonal Sarandí. Este es el corazón de la ciudad, un sitio rodeado de edificios icónicos, como el Palacio Salvo, la Torre de la Casa de Gobierno o el Teatro Solís por citar algunos.
Desde ahí se puede empezar el recorrido a través de la peatonal Sarandí, por este sector colonial que está en proceso de revitalización.
El Teatro Solís es el principal coliseo uruguayo, un precioso edificio de estilo neoclásico, que fue inaugurado en 1856 con la ópera Ernani de Verdi. Tiene un cuerpo estable de teatro, Orquesta Sinfónica, y una escuela de Formación de Actores. Hay visitas guiadas todos los días. En una de sus alas laterales está el restaurante Rara Avis, uno de los más refinados de la ciudad. Al mediodía ofrece un menú ejecutivo, mucho más accesible que la carta de la cena. Tiene tres salones, el Chivas bar, con una barra y dos salas de reunión privadas. El Preludio, decorado con muebles rústicos, es el sitio ideal para los eventos, y donde –como en el Chivas– se sirve el menú ejecutivo al mediodía. Mientras que el Rouge es el salón principal y el más exclusivo, un salón barroco que ostenta una gran cava de vinos.
En la ciudadela hay bellísimos edificios históricos de estilos diversos, como consecuencia de las diferentes corrientes inmigratorias. Colonial, neoclásico, y sobre todo art-déco. Se dice que Montevideo es, junto a Nueva York, una de las ciudades con mayor cantidad de construcciones de este estilo. Se destacan el Museo Torres García, el edificio Alamar, el de la Aduana, el Palacio Rinaldi y sobre todo, el Palacio Salvo, Monumento Histórico Nacional desde 1996, ubicado frente a la Plaza Independencia, justo afuera de los límites de la Ciudad Vieja. Este edificio, hermano gemelo del Barolo Porteño, tiene 95 metros y 27 pisos, y fue el segunda torre más alta de Sudamérica entre 1928 y 1935, luego desplazado del segundo al tercer puesto por el Kavanagh de Buenos Aires.
La Ciudad Vieja está repleta de museos, cafés, restaurantes, librerías, anticuarios, locales de diseño y pequeños hoteles. Hay locadores de bicicletas que alquilan por hora o el día, y hasta organizan tours guiados, muchas veces en combinación con los hostales.
LA VIEJA TELITA Esta pequeña casa colonial, ubicada en la esquina de la peatonal Pérez Castellano y Washington, es una especie de museo histórico-familiar, donde, según su propietario Gabriel Monteverde, habría vivido Artigas. Monteverde es músico y escultor, y se dedica a las “esculturas musicales, que se pueden ver exhibidas aquí entre otros instrumentos extraños”. “La Vieja Telita es un espacio que tiene una tradición no sólo histórica sino cultural”, afirma el propietario. El lugar pertenece desde 1918 a su familia, cuando su abuelo comenzó con un despacho de frutas y verduras. Pero en la década del 40, el sitio tomaría un vuelo distinto, transformándose, casi de casualidad, en un reducto de la bohemia. “Alrededor del ’45 se vuelve bastante popular –señala Monteverde–. La gente que venía a hacer los pedidos para la semana se sentaba en los cajones de verdura, se hacia una picadita, tomaba un vino y tocaba la guitarra. Y se le puso vinería, un término que no existía en ese momento. A partir de ahí, empieza a funcionar como lugar de encuentro a la noche, y se vuelve un lugar bien concurrido. La primera vez que Mercedes Sosa cantó en Uruguay fue acá. También pasaron Julio Sosa, que vivió en la casa de mi abuela, cuando vino de su pueblo natal y el Polaco Goyeneche.”
SALIR A COMER La parrilla, el clásico chivito, la pizza por metro, son marcas indelebles de la capital oriental, igual que el medio y medio, un vino de corte producido a partir de la mezcla de vino espumoso dulce y vino blanco seco. Si usted va a comer al Mercado del Puerto, donde las parrillas rebosan de humeantes cortes de carne, no debe dejar de probar la pamplona, orgullo charrúa. Se trata de una lonja fina de pollo, lomo de vacuno o cerdo rellena con pimientos, queso mozzarella, jamón cocido y aceitunas, enrollada a la parrilla. Imperdible.
Saliendo de la Ciudad Vieja, y andando por la avenida 18 de Julio, esquina YI, está el histórico Facal, el restaurante más antiguo del centro, según afirma Federico Celsi, su dueño. La familia de Celsi es propietaria de esa esquina desde 1882. “Lo primero que tuvimos fue una marca de chocolates y de dulce de membrillo, que se llamaba La Sirena. Hace más de ochenta años se abrió Facal, pero en aquel entonces era de otra familia. Y hace más de 30 años volvió a nuestra familia. Desde que nosotros estamos, se amplió la calle, hicimos la semipeatonal, y el primer deck que hubo en Uruguay fue este”, asegura un orgullosísimo Celsi. Así, mientras se degusta un chivito, uno de los mejores de Montevideo según entendidos; una pizza a la que le estiran la masa en el momento, según destaca Celsi; un helado de dulce de leche casero; un waffle de Bruselas; churros con dulce de leche o helado de merengue casero, se puede ver un show de tango callejero puesto al servicio de comensales y peatones a cargo del Facal.
Y en esa misma esquina hay una fuente traída por el mismo Celsi, viajero empedernido, desde Puerto Vallarta, en México. Desde que la enrejaron, comenzó a llenarse de candados, emulando los que ponen en los puentes de diversos rincones del mundo para hacer un pacto de amor. El éxito fue tal que en Facal ahora venden candados y los graban.
Saliendo del bullicio del centro, en zonas más apartadas y sosegadas como el barrio de Punta Carretas y el de Carrasco, se encuentran las dos sucursales del restaurante Francis. Su propietario, Alberto Latarowski, es un antiguo empresario textil, devenido en gastronómico, un cambio de rubro casi obligado del que salió muy bien parado. La cocina, bien variada, es de excelente calidad. “Empezamos con pescados y mariscos, porque no había una buena oferta en Montevideo”, cuenta Latarowski mientras degustamos unos sabrosos chipirones a la plancha, por sugerencia de la casa. “Como es una ciudad chica, si te limitás a un nicho, dejás mucha gente afuera. Entonces, con el paso del tiempo agregamos sushi y hace cuatro años, desde que pusimos la parrilla, nos posicionamos en primera línea con el turismo. Porque cuando vas a un destino buscas lo típico”. En Francis también hay pastas, risottos y pescados. “No hay nadie que te boche de venir acá, porque tenés todo. Es un gran desafío que salgan todos los platos bien, y lo salvamos muy bien.”
EL MAM El antiguo mercado de frutas y verduras fue reciclado en un agradable paseo de compras, y es el más novedoso orgullo de la ciudad. Inaugurado hace dos años, conserva el techo y los adoquines originales, cuidadosamente restaurados, y está ubicado a solo cinco minutos a pie del Palacio Legislativo y a 10 en ómnibus desde la Plaza Independencia. El Mam tiene más de 100 locales, con una oferta variopinta que va de las frutas, verduras, carnes, pescados y frutos de mar, a locales de productos naturales, florerías, regalarías y artesanías.
“Era como un mercado de abasto que abastecía al pequeño comerciante –señala Martín Robatto, responsable de Servicios Empresariales–. El techo estaba derruido, llovía. Acá –muestra los viejos adoquines restaurados– te das cuenta de que era una calle, circulaban los camiones. Y acá estaban los puesteros, muchos se reconvirtieron y otros se fueron al Mercado Modelo.”
La idea de la restauración de este Mercado tuvo relación directa con un cambio en la circulación vial de Montevideo, que no permitía a que los camiones grandes entren en esta parte de la ciudad. “Lo que se hizo fue buscarle la vuelta para que los que quisieran quedarse se quedaran. La zona estaba muy deprimida, había violencia, robos, caos. La gente se iba del barrio. Y este lugar se tomó como un eje para articular y cambiarlo”, acota Robatto.
El resultado, hasta el momento, es bien positivo. Hay algunos emprendimientos inmobiliarios que le están lavando la cara a la zona, y el MAM funciona como el eje, con un paseo de compras que también ofrece espectáculos y un agradable rincón gastronómico, como La Cocina del Mercado, con un patio de comidas con precios accesibles. Sea otoño, sea invierno, bien vale la pena una escapada a Montevideo.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.