VACACIONES EN LA COSTA ATLáNTICA
Como cada verano, la Costa Atlántica ya se prepara para una temporada con todo, que comienza junto con las fiestas navideñas. A lo largo del extenso litoral argentino, hay playas y balnearios para todos los gustos y todos los presupuestos.
› Por Graciela Cutuli
Cada uno guarda en algún rincón de su cabeza, durante todo el año, imágenes que cuando llega el verano y el tiempo de vacaciones quisiera ver transformadas en realidad. Para los que prefieren las playas a las montañas (el gran dilema de cada verano), esas imágenes son postales de arena, cuerpos tostados, juegos en el agua, un sol radiante. Y como banda de sonido, el zumbido de las olas, con aquel zucundún-zucundún que se suma a gritos de los vendedores playeros que proponen comidas, bebidas y hasta las más imprescindibles de las cosas inútiles. Este entrañable folklore de las vacaciones en el mar se repite cada verano, a lo largo de centenares de kilómetros, sobre una Costa Atlántica que parece una sola playa ininterrumpida, desde San Clemente hasta Las Grutas.
Capital del
verano En esta república del verano, el sol y las playas,
la capital indiscutida es Mar del Plata. El elegante balneario que nació
para recibir a la oligarquía naciente del siglo XX se convirtió
en una gran ciudad donde todo es posible. Una especie de Buenos Aires de las
vacaciones, la Capital Federal del ocio, la Ciudad Autónoma del tiempo
libre. Mar del Plata lo tiene todo: una costa hermosa, playas con onda, modas,
una intensa vida cultural, noches no menos intensas, paseos comerciales completos,
recuerdos tradicionales, paseos históricos, museos, y una oferta gastronómica
y hotelera única en toda la costa. Del balneario chic de 1900 quedan
algunas mansiones, nombres de calles y fotos en blanco y negro de esta especie
de Biarritz, Deauville o Sitgès austral. Mar del Plata fue uno de los
tantos inventos que nacieron para las vacaciones de pocos y terminaron en beneficio
de todos, como muchos lugares turísticos del país. En este caso,
se había elegido una de las porciones más lindas de toda la costa,
donde los acantilados se alternan con playas anchas, bahías protegidas
con playas abiertas, bosques con sierras. Mar del Plata propone todos los ingredientes
para unas vacaciones ideales: cada uno tendrá que combinarlos según
sus propios intereses.
Como cada temporada, la cartelera de Mar del Plata para las próximas
semanas está muy nutrida. Hay casi 50 teatros y cines en toda la ciudad,
lo que da una idea de la cantidad de revistas, películas, espectáculos,
conciertos y shows que se van a organizar durante los próximos meses.
Estas propuestas culturales se complementan con visitas a los museos (no obligatoriamente
los días de lluvia, cuando están muy concurridos): el Museo Municipal
(en la Laguna de los Padres, sobre la vida rural de la zona), el Museo del Mar
(con su impresionante colección de 30.000 caracoles de mar), el Municipal
de Ciencias Naturales (posee un lindo acuario), el Museo del Hombre (hay fotos
de los primeros pobladores) y el Museo Histórico Municipal (con fotos
y documentos sobre la historia de la ciudad). Además de las clásicas
salidas marplatenses –como ir a comer mariscos a los restaurantes del
puerto– también hay paseos por Punta Mogotes y las playas al sur
de la ciudad, además del bosque Peralta Ramos, con sus casitas de té
que parecen copiadas de algunas aldeas de la Selva Negra. Sin ir muy lejos,
se pueden recorrer las Sierras de los Padres, que concentran actividades de
campo y concilian las vacaciones en el mar y las sierras, a pocos kilómetros
del centro mismo de Mar del Plata.
Mar de pinos
Al norte de Mar del Plata, una porción de la costa contrasta
con todo el resto. Entre Mar Azul y Pinamar, un inmenso bosque de pinos cubre
buena parte de esta porción del litoral atlántico. Algunos de
sus balnearios son muy famosos, como Pinamar o Villa Gesell. Otros apenas empiezan
a hacerse conocer, como Mar de las Pampas y Mar Azul.
Pinamar es un balneario elegante, “fashion” como mandan los tiempos,
donde algunos famosos pasan su verano en una suerte de respuesta local a Punta
del Este, con un carácter marcado gracias a los médanos de su
costa y sus bosques de pinos. Es también un balneario activo donde se
proponen muchas actividades deportivas: cabalgatas, paseos en 4x4 por las dunas,
caminatas, sandboard en las dunas, actividades náuticas. La noche de
Pinamar es otro de los rasgos más importantes de este balneario, con
muchas discotecas y varios acontecimientos relevantes a lo largo de la temporada.
Al sur de Pinamar, Ostende es un balneario más familiar, menos vistoso
hacia afuera pero de hermosos paisajes y playas. Su nombre recuerda las frías
playas del Mar del Norte y una canción de Salvatore Adamo... Ostende
es el principal balneario de Bélgica, y la versión atlántica
debe su nombre a sus fundadores, dos familias belgas que crearon el Viejo Hotel
Ostende, el núcleo original de la población de hoy. Este hotel
de silueta singular gracias a su campanario fue construido en 1913, entonces
en medio de las dunas (algunas veces, los vientos desplazaban las arenas y tapaban
las puertas, por lo que había que entrar por los pisos superiores y el
campanario). Las arenas fueron fijadas hace ya varias décadas, cuando
Ostende dejó de ser un paraje y se transformó en un balneario
completo. Ultimo detalle: Antoine de Saint Exupéry, el creador del inmortal
Principito, fue según la tradición huésped regular del
Viejo Hotel, donde se conservó la habitación que utilizaba, que
se puede visitar.
Sin límites claramente definidos, Ostende se transforma en Valeria del
Mar, un balneario aún más tranquilo que contrasta con la movida
y la gran actividad que reina en los dos grandes balnearios vecinos: Pinamar
al norte y Cariló al sur. Cariló nació como un secreto,
en medio de un denso bosque de pinos, pero con el tiempo se convirtió
en un secreto a voces... Los primeros veraneantes del lugar recuerdan una aldea
de casas escondidas bajo los pinos, un incipiente centro comercial con un puñado
de comercios, y una playa ancha y virgen. Una casita de cuento de hadas (con
techo de pasto y ovejas que lo comían) completaba este lugar único.
Por suerte o por desgracia, según quien lo vea, Cariló dejó
de ser un secreto para pasar a ser el balneario más exclusivo de toda
la costa.
Más al sur, Villa Gesell comparte los mismos pinos que Cariló
y Pinamar, pero no la misma clientela. Villa Gesell es para siempre el balneario
de las primeras vacaciones sin los padres, de las guitarreadas en la playa,
de los fogones por las noches entre amigos, el balneario de los 20 años.
Para las familias, Villa Gesell tiene una alternativa para días de lluvia
o grises: el parque de diversiones Aventuras en el Bosque, con un minizoo, un
trencito, calesitas y actividades para los chicos.
El bosque de pinos sigue hasta dos nuevos balnearios: Mar de las Pampas y Mar
Azul. Tienen en la actualidad el aspecto que podía tener Cariló
hace un poco más de quince años: casas esparcidas por el bosque,
algunos pocos comercios, un aire de indiscutido romanticismo. Para los que quieren
paz y discreción, hoy día están entre las mejores opciones.
Pampa de arenas
Los balnearios más cercanos de Buenos Aires son los del Tuyú,
donde el Río de la Plata se hace Atlántico, y donde las costas
barrosas y los juncales se convierten en playas de arena. Una sucesión
de balnearios, generalmente familiares y accesibles, se alinean sobre los mapas
y a lo largo de la mítica Ruta 11, cuyo número es en seguida sinónimo
de verano y vacaciones: San Clemente, Las Toninas, Santa Teresita, Mar del Tuyú,
Lucila del Mar, San Bernardo y Mar de Ajó. Entre ellos, aparecen nuevos
nombres de localidades que se crean a medida que la gente busca nuevas alternativas:
Costa Chica, Costa del Este, Aguas Verdes, Costa Azul, Nueva Atlantis y Costa
Esmeralda.
San Clemente es el más cercano de todos, y una etapa obligada en el camino
a la costa –se veranee allí o no– para asistir a los espectáculos
de Mundo Marino, el único parque marino de esta parte del mundo. Está
también Bahía Aventura, un parque temático que completa
la visita de Mundo Marino, el faro que se puede visitar y excursiones a la Reserva
Natural de Punta Rasa. Atención, sin embargo, los días de mucho
sol: esta porción de la costa no tiene árboles ni sombra, y la
reverberación de los rayos solares puede ser cruel. Mar del Tuyú
y la Lucila del Mar son otros dos balnearios que hay que privilegiar si se va
con chicos, por sus calles tranquilas, sus precios razonables y el ambiente
familiar que prevalece. San Bernardo, por su parte, es un balneario elegido
por más jóvenes, una especie de Villa Gesell sin los pinos ni
movida “revival”. Su pequeño centro es muy concurrido al
atardecer. Mar de Ajó, pegado a San Bernardo, es el último balneario
de importancia sobre este sector.
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