Domingo, 12 de julio de 2015 | Hoy
BUENOS AIRES. EL PINAR, EL ACUARIO Y EL FARO
Dunas, pinos, un faro y hasta un acuario que hoy está en camino de convertirse en museo. Todo esto forma parte del pasado, el presente y el futuro de Villa Gesell, que además de balneario veraniego es una ciudad con raíces que vale la pena conocer.
Por Juan Ignacio Provéndola
La fertilidad de la tierra que abunda en el Pinar Histórico. Los misterios del agua develados en el viejo Acuario. Y el aire que envuelve la espesura del Faro Querandí y su reserva. No es casualidad que en esta restauración originaria se alineen los cuatro elementos: el fuego lo agrega la historia viva de una ciudad que busca reconciliarse con su pasado tras años de crecimientos demográficos galopantes y profundas reconfiguraciones identitarias.
Las tres iniciativas que en simultáneo proponen revalorizar lugares emblemáticos de la ciudad vienen en realidad de ámbitos diversos: en el Pinar interviene la Municipalidad, el Acuario es sostenido por un colectivo de ambientalistas y la Reserva Querandí recibe el aporte de técnicos y profesionales. Lo que las atraviesa por igual es un espíritu de época interesado en recuperar cierto legado desestimado por la histórica dinámica voraz que impusieron el turismo y su industria sin chimeneas.
Históricamente, Villa Gesell cargó con el ideario que en ella proyectaban sus visitantes ocasionales. Casi 75 años después de su fundación la otra Villa Gesell, aquella que bulle entre marzo y diciembre, se plantea un debate interno sobre su identidad. Qué es lo que es y hacia dónde es que quiere ir. Un juego de espejos con su pasado ofrece algunas respuestas.
LAS RAICES DEL BOSQUE La Villa no se fundó cuando Carlos Gesell enterró una placa en una plaza, sino cuando tiró la primera semilla en la arena. El 14 de diciembre de 1931, Gesell buscó el médano más alto y comenzó a levantar su casa frente a la nada misma. Hoy existe ahí un bosque de 14 hectáreas que subraya el triunfo no sólo de aquel hombre, sino de una historia que lo trascendió. Es lo que se conoce como Pinar Histórico, una reserva forestal que concentra sitios fundacionales de Villa Gesell. Sus raíces, en todos los sentidos.
Allí Carlos Gesell no sólo construyó su primera vivienda (la de las cuatro puertas de salida para evitar los atascos de arena) sino también el chalet que habitó posteriormente. Además, el predio funcionó como centro cívico iniciático con la primera estafeta postal, el generador de electricidad, un taller de máquinas y la Administración Gesell, atendida por sus propios dueños.
El lugar concentra dos características urbanísticas fundamentales (que, por lo tanto, se repiten en el resto de la ciudad): por un lado, la conquista del médano vivo a través de la forestación, y por el otro la traza vial en función de los bajos de dunas. Los actuales senderos peatonales fueron originalmente calles transitadas por autos, hasta que un decreto municipal ordenó cerrar la zona al tránsito vehicular.
De aquel bosque iniciático se conservan también el vivero y el centro apícola. Aunque alrededor de la actividad humana, el lugar también fue alimentando su propia vida. Debajo del suelo, sobre él, en las alturas de los árboles y más allá también habitan los seres visibles e invisibles de este ecosistema que sobrevivió a generaciones y generaciones de turistas y residentes.
Tras la muerte de Carlos Gesell, en 1979, se sucedieron diversos conflictos legales por la posesión del Pinar. La inédita concordancia de todas las fuerzas políticas del momento logró gestionar la apropiación estatal del predio, que finalmente fue cedido al Municipio en 1985. Estuvo unos años descuidado y sometido a distintos actos de vandalismo, hasta que en 1991 el lugar inició un camino de puesta en valor con la inauguración del Museo y Archivo Histórico, en la vieja casa de las cuatro puertas.
Más adelante, otros sitios del Pinar Histórico tuvieron un destino similar. Así aparecieron, entre otros, el Centro Cultural en la segunda vivienda de Carlos Gesell, el Museo de los Pioneros y, recientemente, el de Malvinas, a cargo de veteranos de guerra geselinos.
Meses atrás, la Municipalidad decidió poner en marcha un plan para colocar señalética, mejorar la iluminación, designar personal de seguridad y reordenar el vivero. Pequeños gestos que ilusionan con la postergada intervención pública y revalorización del lugar.
EL MAS GRANDE DE SUDAMERICA Entre 1970 y 1986, el Acuario más grande de Sudamérica estaba en la esquina de la Avenida 1 y el Paseo 139. En esa superficie de 350 metros cuadrados se sucedían galerías y peceras, un estanque vivero para estudio y depósito de peces dividido en cuatro secciones, un tanque decantador elevado de 200 mil litros, un equipo de extracción de agua (con una cañería que succionaba agua de mar más allá de la rompiente) y un laboratorio de investigación marina. También tenía baños, taquillas, cámaras sépticas y una sala de proyecciones y conferencias con capacidad para 50 personas.
Carlos Gesell financió el ambicioso proyecto de Roberto, uno de sus seis hijos, quien imaginó para la Villa un atractivo que nadie había siquiera pensado. Lamentablemente, la gran idea no fue eficazmente administrada y el Acuario se terminó cerrando. Los peces fueron a dar a Parque Norte y el lugar quedó en el olvido. Sus ruinas se instalaron en el tiempo como la nostalgia de un proyecto maravilloso que mereció mejor fortuna.
Tres décadas después, un grupo de vecinos de unió con el propósito de reacondicionarlo y darle fin de museo de Ciencias Naturales y espacio de rehabilitación de especies marinas. Desde 2013, la Asociación de Naturalistas Geselinos se reúne todas las semanas para poner a punto un lugar que había quedado reducido a escombros, mientras en simultáneo realiza todo tipo de gestiones para darle viabilidad legal al proyecto científico y educativo. Consiguieron que el Concejo Deliberante local declarara al lugar de interés histórico, cultural, turístico y arquitectónico, preservándolo de este modo de operaciones inmobiliarias que pudieran afectar el propósito original.
MAS ALLA DEL QUERANDI En 1916, la Armada Argentina emplazó una baliza a medio camino entre los por entonces partidos de General Madariaga y Mar Chiquita, en una maratónica instalación que incluyó la creación de otros 13 faros sobre el litoral marítimo. La fecha de fundación, sin embargo, data de 1922, que es cuando comenzó a funcionar en plenitud. Fue la primera construcción de lo que hoy compone el Partido de Villa Gesell, aunque su creación es incluso anterior a la presencia de Carlos Gesell. Por ese motivo, fue necesario forestar las cuatro hectáreas circundantes al faro para proteger al solitario vigía de las furias del clima.
Como consecuencia de esa última necesidad, surgió inesperadamente un ecosistema increíble que, con el paso del tiempo, dio vida al maravilloso espectáculo natural que constituye lo que se conoce como la Reserva Natural Querandí. Se trata de una banda de dunas vivas (de las últimas del mundo en estado natural) de 5757 hectáreas, que bordean los últimos 21 kilómetros de costas geselinas en el extremo sur del partido.
Esta reserva permite conocer cómo era la geografía de la región antes de la llegada del hombre. Al alejarse de la costa, emerge una gran riqueza paisajística, biológica y también geológica, ya que las dunas funcionan además como barrera frente al mar, filtrando la sal de las napas de agua dulce. El punto final del recorrido, naturalmente, es el faro, que se levanta 54 metros a lo alto a través de 276 escalones. Desde la cima se pueden observar hasta 30 kilómetros a la redonda.
Oficialmente, toda la zona de la reserva se convirtió en patrimonio del Municipio de Villa Gesell recién a mediados de los ’80, no sin antes mediar un prolongado litigio judicial con particulares que reclamaban la posesión legal de las tierras. Y, después de atávicos reclamos, se iniciaron el año pasado diversas tareas no sólo de restauración, sino también de preservación ambiental. Hasta ese entonces, la zona estaba desamparada en una desprotección alarmante, recordándose con amarga impotencia la serie de devastadores incendios producidos por la circulación de vehículos en sectores indebidos. La actual presencia de guardaparques y personal idóneo parece reubicar las prioridades simbólicas de la ciudad en uno de los sentidos correctos. Aquel que reclama la recuperación sensata de su propia historia.
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