Dom 28.12.2003
turismo

INGLATERRA EL PUEBLO DE RUGBY

La cuna de la pelota ovalada

A una hora de Londres, una excursión al pueblo de Rugby donde nació y se desarrolló este rudo deporte que hoy se juega en casi todo el mundo.

› Por Julián Varsavsky

Desde la Edad Media, en Inglaterra siempre se jugó al fútbol con los pies, naturalmente. Pero una tarde de 1823 un pupilo de la Rugby School llamado William Webb Ellis rompió con una regla clave: en mitad de un partido tomó la pelota con las manos y se lanzó a correr endemoniadamente ante la indignación de sus rivales, quienes no dudaron en derribarlo con un certero tackle. Había nacido un deporte sin nombre, y a falta de otro mejor se lo bautizó como el pueblo: rugby.
Rugby es un típico poblado inglés con casas bajas de techo a dos aguas, rodeado de verdes campiñas. Tiene su correspondiente catedral, con un campanario que data del siglo XIV, y también numerosas casonas victorianas de ladrillos al desnudo con cúpulas cónicas. Al caminar por el centro del pueblo se descubre que en la vereda hay una serie de placas metálicas que recuerdan a los grandes jugadores de la historia del rugby. A los argentinos, el cruce de las calles Albert y Castle les depara la sorpresa de una placa de bronce con un texto que reza: “Hugo Porta. 1951-One of the great players of rugby”.
Las placas están numeradas y sirven como guía para recorrer el pueblo. Conviene empezar el circuito en el Centro de Atención al Turista –ubicado en la calle L. Sheriff Nº 4– a cuyos pies está la placa número uno. Allí se ofrece un folleto con toda la información del original circuito turístico autoguiado de tres kilómetros. A metros de la primera placa está el gran portón de madera que da entrada a la Rugby School, un edificio de estilo gótico bizarro levantado en 1810. La fachada tiene algo de iglesia y de castillo, pero se trata de uno de los colegios más tradicionales del Reino Unido, fundado en 1567. Sus instalaciones abarcan un kilómetro cuadrado, conformando un auténtico barrio antiguo con elegantes residencias para mil alumnos y una iglesia del siglo XIX. En la cancha principal del colegio –cuidada como un campo de golf– tuvo lugar el histórico acto de osadía cometido por Webb Ellis al levantar el balón del suelo.
Todos los días a las 14.30 parte desde la puerta del museo de la Rugby School un tour guiado que recorre las instalaciones del colegio. Entre las reliquias del museo se cuentan las primeras pinturas que testimonian la práctica del rugby en el colegio, ya en 1845.

Pelotas y reglas del juego A principios del siglo XIX, un artesano del cuero llamado William Gilberts proveía zapatos y botines a la Rugby School. El humilde talabartero, quien confeccionó la primera pelota de rugby, murió sin mayor gloria, pero la marca Gilberts perduró hasta convertirse en la principal proveedora de pelotas e indumentaria para rugbiers en todo el mundo. En el sitio del taller original funciona hoy en día el Museo Gilberts, con dos salas abarrotadas de 4000 objetos de memorabilia referidos al rugby. Mientras se observan pelotas firmadas por las estrellas de los All Blacks desde 1925 en adelante, uno aprende que son ovaladas porque originalmente se confeccionaban inflando la resistente vejiga del chancho, que tiene forma oval. En las vitrinas hay expuestas varias de esas reliquias del deporte.
A partir del inesperado episodio de 1823, cuando Webb Ellis puso todo en entredicho, sobrevinieron varios años de serias controversias sobre las reglas del rugby. Un precario acuerdo vio la luz recién en 1845, cuando se publicó el primer reglamento que incluía extravagancias tales como qué hacer si la pelota quedaba atrapada entre las ramas de alguno de los tres olmos que había dentro de la cancha del colegio. Y también se establecía que si ninguno de los dos equipos conseguía el desempate en una sola jornada, se fijaba un límite de tres días para dar por finalizado el partido, lo cual indica que el rugby era un deporte de muy largo aliento.
Hasta 1850 el rugby nunca salió de los límites del colegio, pero la expansión del colonialismo inglés hizo que este deporte se desperdigara por regiones tan dispares como Africa, Oceanía, América y el resto de Europa. El ignoto Ellis, quien abandonó rápidamente el deporte paradedicarse a la pacífica vida monacal, jamás se enteró de su fama como precursor. Hoy en día, una estatua erigida en su honor frente al Museo Gilberts lo muestra corriendo orgulloso, pelota en mano, cuando ésta todavía era redonda.

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