CHILE EL AUGE DEL TURISMO MAPUCHE
Panoramas, gastronomía, cultura; los atractivos de la Araucanía atraen a gente de todo el globo. Pero el turismo no es sólo un negocio: el constante flujo de visitantes impulsa el rescate de las tradiciones ancestrales de los mapuches y ayuda a mejorar su calidad de vida.
› Por Frank Blumetti
Nuestro viaje por la Araucanía chilena es lo que se dice invernal: tiene nieve de telón de fondo y un decorado de lloviznas intermitentes, interrumpidas cada tanto por los dorados rayos de un sol que hasta parece inapropiado en este blanco escenario. Pero el frío reinante ofrece recompensas, como una suculenta comida servida en torno de las brasas de una hoguera dispuestas en el centro de una enorme ruka, con paredes y techo hechos de varas de coligüe, madera, totoras y junquillo. Ruka significa “casa” en mapugundun, el idioma de los mapuches, y nunca mejor dicho: allí nos sentimos como en casa, instantáneamente y sin ceremonias.
COMO EN CASA Estamos en Ruka Kimun (casa del conocimiento): creado por Juan Antonio Painecura en 1995, es uno de la treintena de emprendimientos distribuidos en diversas comunas de la región, la mayoría en la costa (en torno al lago Budi), en las cercanías de Temuco-Padre Las Casas, en la zona lacustre (Villarrica-Pucón-Curarrehue) y en la Araucanía Andina (Lonquimay, Melipeuco). Allí, el guía turístico local Héctor Curiqueo nos habla de las doce comunidades originarias de cincuenta familias cada una, de la geografía e identidad de la zona, de los objetos que cuelgan de las paredes de la ruka tales como un macuin o manta usada por los líderes, una trutruca (suerte de trompeta larga hecha con coligüe y cuero) o un kultrún, mítico tambor de cuero de chivo y madera de canelo; nos habla de las buenas intenciones del gobierno para ayudarlos, pero asimismo de la necesidad de mayor apoyo y de esta aventura que comenzó hace unos quince años como experiencias esporádicas de turismo rural vinculado con la gastronomía, hasta que en 2005 se afirmaron el concepto y las bases de lo que hoy se conoce como Turismo Mapuche, como propuesta y requerimiento de las mismas comunidades que encuentran en esta actividad una fuente de ingresos no tradicional pero sin dudas válida para mantener su espacio y su cultura.
CON ESTILO MAPUCHE Hoy el Turismo Mapuche (que los nativos no desean llamar “ecoturismo” ni “turismo vivencial”) está en auge y cada vez con mayor presencia del viajero internacional, interesado por saber más acerca de este pueblo originario que se esfuerza para preservar su cultura y naturaleza. Según datos aportados por Turismo Chile, de unas 150.000 personas que llegan a la Araucanía cada año, el 15 por ciento son extranjeras, y llegan con objetivos claros: se interesan en particular por la naturaleza y la cultura de la zona, con un relato que pueda otorgar valor e identidad a los lugares, “y eso lo dan las comunidades, principalmente rurales y mapuche”, destacan.
¿Qué hay para hacer y ver en las comunidades mapuches? La mayor parte de las actividades turísticas ofrecidas proponen entrar en contacto con la naturaleza: a través del trekking, ciclismo o cabalgatas es posible escalar cerros sagrados, recorrer la Reserva Nacional Malalcahuello, el volcán Villarrica, pasear por las orillas del lago Budi (el único de agua salada en Sudamérica) o navegar sus aguas en bote, entre otras opciones. Por otro lado, los turistas pueden alojarse con familias mapuches en sus rukas, disfrutar de su gastronomía, participar en sus ceremonias, descubrir su cultura y compartir momentos inolvidables.
PALIN Y A LA BOLSA Al día siguiente el sol asoma un poco más; no mucho pero lo suficiente para cambiarle el color al paisaje. Tras recorrer una ruta apacible y gredosa rodeada de lomas, bosques, arroyitos, lagos con bellos cisnes de cuello negro y prados con todo tipo de ganado a la vista, llegamos a la agrupación Lewfu Budi Llaguepulli, que engloba más de cien comunidades mapuches lafkenches (“gente de mar”) gestoras del proyecto turístico Naturaleza y Cultura Ancestral en el Lago Budi, celosa pero al mismo tiempo muy dispuesta a mostrar sus tradiciones, su idioma y su economía de subsistencia basada en los recursos de la tierra y el mar. El recorrido comienza con una charla que describe la medicina mapuche y su uso de diversas hierbas, que los nativos cultivan en un huerto y comercializan bajo la marca Mapu Lawen (https://mapulawen.wordpress.com/): allí, plantas de boldo, canelo, maqui, cedrón, lavanda y docenas de otras hierbas de usos medicinales varios crecen libremente. Tras un almuerzo con exquisiteces típicas servido en la Kom Che Ñi Ruka (“la casa de todos”, acogedor saloncito en una cabaña de madera), la tarde prosiguió con la visita a otra ruka donde Miguel Calfuqueo explicó la cosmovisión mapuche valiéndose de un kultrún, cuya superficie circular representa la mitad del universo o del mundo en su forma semiesférica. El final de la charla dio paso a una danza típica a cargo de jóvenes de la comunidad y a un entretenido pero durísimo partido de palín (¡del cual participamos!), una especie de hockey mapuche que se juega en campo abierto, con toscos wiños o palos de madera con extremo curvado y una pali (pelotita de cuero) que debe trasponer la última línea del campo rival. El ocaso llegó entre risas, abrazos y despedidas con la promesa de regresar: el universo mapuche invita a seguir explorándolo y disfrutándolo... ¡y el palín pide revancha!
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