GRAN BRETAÑA EL MUSEO DE CERA DE MME. TUSSAUD
› Por Graciela Cutuli
Anne-Marie, o simplemente Marie Tussaud tuvo una larga vida: nació en 1761 en Estrasburgo y murió en 1850 en Londres, a los 88 años. Su longevidad es de por sí notoria para la época, pero mucho más si se piensa que atravesó indemne las épocas turbulentas de la Revolución Francesa, aunque había estado cerca –muy cerca– del regio poder de la Francia de Luis XV y Luis XVI. Conservar la cabeza sobre los hombros después de 1789 era prácticamente un milagro si se había frecuentado la corte de Versailles: sin embargo Marie Tussaud consiguió sobrevivir, dejar Francia e instalarse en Londres, donde la monarquía inglesa seguía –sigue– sólidamente instalada. Y en Londres, en esa Baker Street que algunos años después de su muerte se convertiría en domicilio del “padre de todos los detectives”, Sherlock Holmes, sembró la semilla de lo que hoy es una cadena mundial de museos de cera.
PARíS Y LOS INICIOS Marie, que nació cuando su padre ya había caído víctima de la Guerra de los Siete Años, pasó su infancia en Suiza, donde su madre trabajaba en la casa del médico y escultor en cera Philippe Curtius. Marie aprendió el arte del modelado en cera del “tío Philippe”, que con el tiempo se mudó a París y abrió su primera exhibición de retratos de cera, con tanto éxito que unos años más tarde –en 1776– se estableció en el Palais Royal. El salón de Curtius incluía varias figuras de damas yacentes, a modo de atracción para los caballeros: y entre ellas estaba Jeanne Vaubernier, la futura Mme. Du Barry que se convertiría en amante de Luis XV. Entre las figuras que años más tarde Mme. Tussaud se llevaría de París a Londres estaba precisamente esa, que ¿es o no es? la misma que hoy se exhibe en el museo londinense, en la sección dedicada a la vida francesa de su creadora. Imposible no verla, con su corazón latente que se suma al realismo que de por sí confunde a tantos visitantes.
A esa primera muestra de Curtius le seguiría una segunda, la Caverne des Grands Voleurs (caverna de los grandes ladrones) en el Boulevard du Temple: fue en aquellos años cuando la joven Marie comenzó a modelar la figura de algunos personajes célebres, como Voltaire y Franklin, al tiempo que forjaba amistad con la familia real. En sus memorias asegura haber vivido en Versailles, aunque no quedaron pruebas de esos dichos: lo cierto es que fue detenida por sus presuntas simpatías con la realeza y estuvo a punto de ser guillotinada. La salvó su talento escultórico, que la destinó a la realización de las máscaras de los decapitados: entre ellos María Antonieta y Robespierre. Los modelos, que fueron exhibidos en las calles de París como símbolo del triunfo de la Revolución, enriquecerían la colección de la Caverne, precursora de la Cámara de los Horrores del actual museo.
En 1802, Marie Tussaud fue invitada a Londres para presentar su colección de retratos de cera: viajó con Joseph, su hijo de cuatro años, llevando numerosas figuras realizadas en Francia. Y nunca más regresó a su tierra natal, sino que recorrió Gran Bretaña e Irlanda mostrando sus trabajos, hasta que en 1835 estableció su primera colección permanente en el primer piso del Baker Street Bazaar. La entrada de entonces costaba seis peniques, que permitían ver lo que hoy se considera como un “diario viviente” de la época, la única posibilidad para la gente común de encontrarse frente a frente con objetos que habían hecho historia y causado un impacto directo en sus vidas. Fue Francis –otro de los hijos de Mme. Tussaud, a quien también había podido llevar a Inglaterra tiempo más tarde– el continuador de su obra, prolongada y ampliada por sus sucesivos descendientes.
EL MUSEO DE HOY En 1884, la colección de Mme. Tussaud se mudó a Marylebone Road, donde se encuentra hoy, a pocos metros del museo de Sherlock Holmes en el 221B de Baker Street. Para el anecdotario, el detective no nacería sino tres años más tarde de la pluma de Conan Doyle, en la novela Un estudio en escarlata.
El paso del tiempo produciría profundas modificaciones en el concepto del museo. La creciente circulación de los diarios primero, y la llegada de nuevos medios de comunicación después, saciaron la curiosidad del público por las noticias del momento. Así, la colección de Mme. Tussaud se fue convirtiendo en una galería de celebridades, que tuvo sin duda una notable capacidad de supervivencia: el edificio estuvo a punto de ser totalmente destruido por un incendio en 1925, y en 1940 fue dañado por uno de los bombardeos que cayeron sobre Londres al comenzar la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, no dejó de agregar sectores y atracciones a lo largo de todo el siglo XX, así como figuras de nuevas celebridades: todavía hoy, el ingreso de una personalidad al museo de cera sigue siendo noticia. Y sobre todo, se intensificó el desafío de lograr realismo y parecidos ahora que basta un botón para tener decenas de fotos a disposición sobre prácticamente cualquier personaje mundial.
El recorrido del museo –que hoy tiene sucursales en Nueva York, Las Vegas, Hong Kong, Shanghai, Amsterdam, Sydney, Berlín, Viena, Seúl y Washington, entre otras ciudades además de Londres– es el itinerario ideal de los amantes de las selfies, que se especializan en sacarse fotos para convencer a amigos y enemigos de haber estado con tal o cual celebridad. El efecto es tan impresionante que a veces realmente podría creerse. Siempre y cuando uno sepa de quién se trata: porque a públicos distintos, celebridades distintas, y por lo tanto cada sede adapta su colección y sus personajes al perfil de los visitantes que espera. En Londres, por ejemplo, uno de los must-do inevitables y populares es la Royal Family, con la reina Isabel II a la cabeza, que por obra y gracia de la cera logra hacer convivir a la princesa Diana con su archirrival Camilla ParkerBowles. El conjunto Party, con Angelina Jolie, Robert Pattinson, Johnny Depp, Nicole Kidman, Leonardo Di Caprio y Kate Winslet, entre otros, es uno de los favoritos. Las chicas se sacan fotos con One Direction, los nostálgicos con los Beatles, los chicos con los superhéroes de Marvel, los deportistas con Usain Bolt o Rafael Nadal... y todo el mundo con Barack Obama y otros líderes mundiales (desde Gandhi a Nelson Mandela y Juan Pablo II, pero no el papa Francisco).
La decisión de incluir o no cada personaje, por supuesto, no deja de suscitar una gama de repercusiones que va del consenso a la contrariedad, pero nunca pasa inadvertida: en Nueva York, recientemente ingresó Lionel Messi con la camiseta albiceleste. Y la más nueva de las adquisiciones es Jenna Mourey, también en Nueva York: todo un símbolo, porque la joven es una celebridad de la era de YouTube, la primera “mediática de las redes sociales” en ganarse una estatua de cera en el venerable museo. Deportistas, millonarios, actores, personajes de ficción, estrellas de Bollywood: en Mme. Tussaud’s hay de todo, como en botica. Hasta es posible hacerse un molde en cera de la propia mano y descubrir cómo funciona la técnica. Pero los habitués revelan su pasatiempo favorito: simplemente pasear, observando que tarde o temprano hasta el visitante más avispado se confunde y termina pidiendo paso, saludando o entablando conversación... con una figura de cera, puesta como al pasar en un banco o detrás de un mostrador. Cuando no ocurre lo contrario: darse tremendo susto cuando algún visitante inmóvil, tanto que parece una estatua, de pronto se despierta de su aparente letargo y sigue caminando... persona de carne y hueso al fin y al cabo, entre tanta ceraz
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