REPUBLICA CHECA. EL BARRIO JUDíO DE PRAGA
En el antiguo ghetto judío de la capital checa hay seis sinagogas centenarias, entre ellas la más antigua de Europa, donde surgió el mito del Golem. Además tiene un cementerio medieval y un Museo Judío con miles de piezas recolectadas por los nazis en sus saqueos.
› Por Julián Varsavsky
Las lápidas encierran en pocas palabras la historia completa de una persona, cuyas circunstancias concretas se olvidan en dos o tres generaciones. Mientras más antigua sea la estela, menos quedará de esa historia, salvo si fuese famosa. Pero al mismo tiempo la piedra cincelada se va cargando del aura reverencial de respeto que brota de lo remoto. Y si a eso se le agrega que la pétrea placa carcomida por los siglos y el musgo fue cincelada en bíblico hebreo en 1493, un peso histórico muy palpable comienza a sentirse sobre la espalda de quien se pare frente a la tumba, generando una íntima conmoción. Esto sucede al ingresar al ruinoso cementerio con 12.000 lápidas superpuestas dentro de un fantasmal bosque, en el antiguo ghetto judío de Praga.
La lápida de 1439 es la más antigua de todas, dedicada a Avigdor Kara, un reputado cabalista y poeta. El cementerio –ubicado entonces intramuros del ghetto– rápidamente se quedó sin espacio. Por eso se comenzó a enterrar a los muertos de manera superpuesta en diferentes niveles hacia abajo: en algunos lugares hay hasta doce tumbas una sobre la otra. Y como la tradición prohíbe eliminar lápidas, en la superficie están las de las todos los enterrados en cada metro cuadrado. Muchas parecen a medio caer y apoyadas unas con otras, como abriéndose espacio a empujones. En 1787 alguien dijo basta y cesaron los entierros.
La tumba más famosa es la del rabí Löw (Jehuda Löw ben Bezalel), el “padre de la criatura” que hizo famosa a Praga en tiempos medievales: el Golem. Se trataba de una figura humana moldeada en 1580 por el famoso rabino bajo un puente de Praga, con barro del río Moldava. Luego le introdujo en la boca un pergamino con el nombre secreto de Dios que le habría sido revelado, y así la figura adquirió aspecto humano, aun sin serlo. Tenía también capacidad de movimiento pero no hablaba y obedecía solamente al rabí: su misión sería proteger a los judíos de cualquier tipo de ataque.
Las instrucciones de Löw a su criatura fueron deberle obediencia así le ordenara que fuese al fuego o al fondo del mar. A su grupo social el rabí dijo que había conocido a un forastero tomándolo como criado. Un día Löw olvidó dejarle las instrucciones para la tarde del viernes y este predecesor de Frankestein, al quedarse sin ocupaciones, salió a recorrer el barrio como un demente iracundo destrozando todo a su paso. La gente huía gritando que Josef Golem había enloquecido. El rabí corrió a buscarlo y le ordenó tranquilizarse. Después de mucho tiempo sin sufrir los judíos pogromos ni acusaciones, Löw decidió que el Golem ya no era necesario y lo regresó a su estado de figura de barro, pronunciando unas palabras mágicas. Parte de la leyenda dice que el cuerpo de barro estaría oculto hasta hoy en el ático de la Sinagoga Vieja-Nueva de Praga.
LA HISTORIA DEL BARRIO En el siglo X comenzaron a llegar a Praga las primeras caravanas de mercaderes hebraicos desde tierras lejanas. Se ubicaron cerca del castillo, cruzando el Moldava. Algunos se instalaban para siempre levantando una casa de madera, acaso en el corazón mismo del actual barrio judío, un estrecho laberinto de oscuros callejones medievales por donde transitaban alquimistas, cruzados en son de guerra santa, hechiceros, cabalistas y artesanos de la plata y el oro.
En tiempos de la Primera Cruzada, los fanáticos cristianos asesinaron a muchos judíos de Praga. Otros 3000 fueron masacrados el Domingo de Pascua de 1389. En el siglo XIII el Papa decretó que los judíos debían ser segregados de los cristianos, habitando dentro de una muralla en un solo barrio.
A final del siglo XVI los judíos sufrían nueva acusaciones y se temió su expulsión de Praga, al tiempo que llegaban al barrio inmigrantes perseguidos por la Inquisición desde España, Portugal, Rusia y los Balcanes. La historia, mezclada con leyenda, dice que el rabí Löw se paró un día frente a la carroza imperial con los brazos en cruz, mientras la gente arrojaba piedras y basura que se convirtieron en flores. Días después el emperador Rodolfo II mandó a llamar al rabino y decretó que no se tolerarían más injusticias contra los judíos, algo que se cumplió por cierto tiempo.
En 1850 el ghetto de Praga fue incorporado oficialmente a la ciudad y denominado Josejov (ciudad de José) por el emperador Josef II del imperio austríaco. En 1781 ese monarca otorgó derechos civiles a los judíos al emitir el Edicto Tolerante, eliminando las leyes del siglo II que los obligaban a usar un distintivo con la estrella de David en amarillo. También pudieron asistir a la escuela pública y ejercer profesiones que tenían prohibidas. Incluso se les permitía vivir fuera del ghetto, al que se le sacaron las puertas.
Hasta ese momento los judíos vivían como en un estado dentro de otro mayor, y la idea fue integrarlos bajo un sistema político más igualitario. Josef II ordenó la construcción de una fortaleza militar en Terezín, a 60 kilómetros de Praga, que por una ironía cruel de la historia fue convertida en ghetto por los nazis para encerrar a los judíos antes de mandarlos a los campos de exterminio.
Cuando se los autorizó a mudarse del superpoblado ghetto de Praga, la mayoría de los judíos partieron a otros barrios, quedando sólo los más pobres y los ortodoxos. A su vez fueron a vivir a Josejov otras personas y el barrio fue sumiéndose en la decadencia. En 1890 vivían en la judería 186.000 personas, pero solo el 20 por ciento eran judíos. Hasta que en 1893 el gobierno decidió renovar la ciudad con aires parisinos y el Josejov fue demolido casi competo, salvo sus seis sinagogas, el cementerio y el Centro Ceremonial que es el actual Museo Judío. Hoy la mayoría de los edificios del barrio son de comienzos del siglo XX.
EL MUSEO JUDIO Un mismo ticket sirve para recorrer el Museo Judío, las sinagogas y el cementerio. El museo se creó en 1906 pero, extrañamente, parte de su magnífica colección fue resultado de una iniciativa nazi. En 1939 los alemanes lo cerraron. Para evitar que se perdieran sus tesoros, el miembro de la comunidad judía Karel Stein les propuso reabrirlo. Luego de arduas negociaciones la idea fue aceptada y se lo reabrió en 1942, a medida que las colecciones de objetos litúrgicos, obras de arte y libros sagrados se iban agrandando como resultado de los saqueos que los nazis hacían en el resto del país. La pérfida idea era crear un Museo de la Raza Extinta. Allí llegaron a acumular 6000 objetos artísticos y 100.000 libros y manuscritos que hasta hoy forman parte del museo de cultura judía más completo del mundo, incluyendo copas ceremoniales y funerarias del año 1600.
El staff del museo trabajó a destajo a las órdenes de los nazis, clasificando y exhibiendo los objetos. Hasta que en 1944 la mayoría fueron deportados a Terezín y Auschwitz. A diferencia de otros cementerios judíos –que los nazis usaban para prácticas de tiro– el de Praga fue preservado por orden de Hitler para completar el perverso museo que tenía en mente.
Entre las seis sinagogas que se recorren hoy en el barrio, la llamada Pinkas, del siglo XVI, tiene un memorial dedicado a las víctimas checojudías del Holocausto: sus 77.297 nombres están escritos en varias paredes con la indicación de la comunidad a la que pertenecieron. Además hay una impresionante exposición de dibujos infantiles hechos por muchos de los 10.000 niños prisioneros en Terezín, de los cuales sobrevivieron 242.
La Sinagoga Española es una de las más vistosas por su estilo morisco, con arcos y arabescos de estuco al estilo Palacio de La Alhambra (data de 1868). Y la más importante es la llamada Sinagoga Vieja-Nueva, considerada la más antigua de Europa, levantada en 1270 con una fachada de estilo gótico tardío. Aquí oficiaba el rabi Löw. Pero el edificio en sí tiene su propia mitología: una leyenda dice que su basamento fue construido con piedras traídas del Templo de Jerusalén, destruido en el 925 a.C. Otra propone que un anciano vidente señaló un punto donde excavar y se habría encontrado el edificio ya hecho. Y una tercera afirma que unos ángeles transportaron la sinagoga desde la Tierra Prometida. Su interior es una gran bóveda con cinco nervaduras y columnas octogonales donde hay doce pequeñas ventanas símbolo de las doce tribus de Israel. Un arcón sagrado contiene los antiquísimos rollos de una Torá y se conserva aún la silla del rabi Löw, que por respeto nunca se volvió a usar después de su muerte. El templo funciona desde hace 745 años, salvo por el pequeño lapso de la ocupación nazi. Justo enfrente, en la cúpula de un edificio, hay un antiguo reloj con caracteres hebreos que, como queriendo romper las reglas de la existencia, corre hacia atrás.
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