GRAN BRETAÑA > LA CUNA DE LA PELOTA OVALADA
Hasta el 31 de octubre se seguirá jugando en el Reino Unido la Copa Mundial de Rugby 2015. Y muchos fanáticos irán como en peregrinación a la cuna de este deporte, que encierra la extraña historia del osado jugador Webb Ellis.
› Por Julián Varsavsky
Fotos del Rugby Borough Council
A mediados de 1823 un pupilo de la Rugby School llamado William Webb Ellis jugaba un partido de fútbol y de repente rompió una regla clave: tomó la pelota con las manos y se lanzó a correr como un demonio ante la indignación de sus rivales, uno de los cuales lo derribó con un certero tackle. Había nacido así, sin mucho prolegómeno, un deporte aún sin nombre. Y a falta de otro mejor se lo bautizó como el pueblo: rugby.
Hoy en día, en esta localidad a orillas del río Avon y a una hora de tren desde Londres, en el condado de Warwickshire, una estatua erigida en honor a Ellis frente al Museo del Rugby lo muestra corriendo orgulloso, pelota en mano, cuando todavía era redonda.
La osadía de Webb Ellis tiene, de todas formas, sus atenuantes. A comienzos del siglo XIX el fútbol en Inglaterra tenía reglas muy diversas y podían enfrentarse alrededor de un centenar de jugadores. En cada universidad o campo de juego había un reglamento al gusto de cada grupo y a veces los partidos se extendían por varios días. En la Rugby School, por ejemplo, los jugadores de fútbol podían tomar la pelota con la mano con la obligación de patearla inmediatamente. Lo que estaba prohibido era correr con ella, a menos que la llevaran con los pies.
Rugby es un típico poblado inglés de 100.000 habitantes, con casas bajas de techo a dos aguas, rodeado de verdes campiñas. Tiene una iglesia de líneas góticas y un campanario que data del siglo XIV. También hay casonas victorianas de ladrillos al desnudo con cúpulas cónicas.
EL CAMINO DE LA FAMA Al caminar por el pueblo se descubre que en la vereda hay una serie de placas metálicas que recuerdan a los grandes jugadores de la historia del rugby, como Jonny Wilkinson, Martin Johnson, Gareth Edwards, Cliff Morgan y David Campese.
Las placas del Camino de la Fama están numeradas y sirven como guía para recorrer el pueblo. Conviene empezar el circuito en el Centro de Atención al Turista –en la calle Little Elborow, en el vestíbulo de la Galería de Arte y Museo de Rugby- a cuyos pies está la placa número 1. Allí se ofrece un folleto con toda la información del circuito autoguiado de tres kilómetros.
A metros de la placa número 2 está el gran portón de madera de la Rugby School, un edificio de estilo gótico levantado en 1810. La fachada tiene algo de iglesia y de castillo, pero se trata de uno de los colegios más tradicionales del Reino Unido, fundado en 1567. Sus instalaciones abarcan un kilómetro cuadrado, conformando un auténtico barrio antiguo con elegantes residencias para mil alumnos y una iglesia del siglo XIX. En la cancha principal del colegio, cuidada como un campo de golf, tuvo lugar el histórico acto de audacia de Webb Ellis.
Lunes, viernes y sábados a las 14.00 parte desde la tienda de libros de la Rugby School un tour guiado que recorre las instalaciones del colegio. Entre las reliquias del museo escolar están las primeras pinturas que testimonian la práctica del rugby allí ya en 1845?
RELIQUIAS DEL RUGBY A principios del siglo XIX un artesano del cuero llamado William Gilbert proveía zapatos y botines a la Rugby School. El humilde talabartero, que confeccionó la primera pelota de rugby, murió sin mayor gloria: pero la marca Gilbert perduró hasta hoy como principal proveedora de pelotas e indumentaria para rugbiers en todo el mundo. En el sitio del taller original de Mr. Gilbert funciona hoy el Museo del Rugby Webb Ellis, con dos salas abarrotadas de 4000 objetos de memorabilia referidos al rugby.
Mientras se observan pelotas firmadas por las estrellas de los All Blacks desde 1925 en adelante, uno aprende que son ovaladas porque se confeccionaban inflando la resistente vejiga del chancho, que tiene forma oval. En las vitrinas hay varias de esas reliquias del deporte.
A partir del inesperado episodio de 1823, cuando Webb Ellis puso tanto en entredicho, sobrevinieron varios años de serias controversias sobre las reglas del rugby. Un precario acuerdo vio la luz recién en 1845, cuando se publicó el primer reglamento que incluía extravagancias tales como qué hacer si la pelota quedaba atrapada entre las ramas de alguno de los tres olmos que había dentro de la cancha del colegio. Y también se establecía que si ninguno de los dos equipos conseguía el desempate en una sola jornada, se fijaba un límite de tres días para dar por finalizado el partido, lo cual indica que el rugby era un deporte de muy largo aliento.
Hasta 1850 el rugby nunca salió de los límites del colegio, pero la expansión del colonialismo inglés hizo que este deporte se desperdigara por regiones tan dispares como África, Oceanía, América y el resto de Europa.
El ignoto Ellis, quien abandonó rápidamente el rudo deporte para dedicarse a la pacífica vida monacal, jamás se enteró de su fama como precursor (así como el talabartero Gilbert no podía siquiera concebir la idea de vender millones de productos, tal como lo hizo su descendencia).
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