Domingo, 18 de octubre de 2015 | Hoy
INDIA > FESTIVAL Y PEREGRINACIóN EN RAJASTHAN
La feria de ganado más grande de Asia se realiza cada año en Rajasthan, con la llegada de la luna llena a fines de octubre-principios de noviembre, en la ciudad de Pushkar, en el corazón del desierto de Thar. Pastores, ganaderos, nómades y turistas se dan cita en este increíble festival.
Por Guido Piotrkowski
Fotos de Esteban Widnicky
Suele decirse que nadie vuelve igual de un viaje por la India, que viajar por ese extenso y diverso país es una experiencia trascendental, iniciática, única. Sobran las historias de quienes fueron apenas por una semana y resolvieron quedarse uno, dos, tres meses; y también un año o más, viajando de las frías montañas y el árido desierto del norte a las playas tropicales del sur, a través de los más de tres millones de kilómetros cuadrados de este gigante asiático. Más de mil millones de personas habitan este lugar de religiosidad extrema y diversa, un rincón de peregrinación constante, el país del misticismo a flor de piel. Un mix de culturas y religiones en las que predominan los hinduistas, seguidos de musulmanes, budistas y jainistas.
Para un viajero, surcar la India es encontrarse con una sorpresa a cada paso, como andar en estado de éxtasis permanente. Es atravesar un país de celebraciones raras y asombrosas, de templos fastusosos y santones variopintos. Un país donde las bodas se arreglan entre familias cuyos hijos no se conocen, donde la familia de la novia puede llegar a endeudarse por vida. Eso sí: la fiesta puede extenderse por varios días. Un país de contrastes notables, una tierra fascinante, que abunda en rituales y celebraciones.
EL RAJASTHAN Es una de las regiones más tradicionales y coloridas, el reino de los marajás o príncipes, el hogar de los rajputs, miembros de una orgullosa casta guerrera. Se dice que Rajasthán es también la tierra de donde vienen los gitanos, la patria nativa de estos nómades que, a partir de aquí, salieron a errar por el mundo. Viajar por esta zona árida y rural, surcada por el desierto y en la frontera con Pakistán, es casi como transportarse en el tiempo. La sociedad rajastaní, con sus marajás y rajputs, es muy conservadora y se rige por los antiguos códigos feudales sobre la conducta y el honor. Pero al mismo tiempo se trata de gente muy amable, hospitalaria y curiosa. Por aquí, todos quieren saber de dónde viene el viajero y, sobre todo, si está casado.
Rajasthan es una región de palacios fastuosos que han erigido los ricos marajás en sus ciudades fortificadas, como el Palacio de los Vientos en Jaipur; el Fuerte de Meherangarh o Fortaleza de Jodhpur, conocida como la Ciudad Azul por sus casas pintadas en ese tono; o el Palacio Flotante de Udaipur, erigido en medio de un lago y hoy transformado en hotel de lujo, igual que muchos otros de estos viejos y ostentosos palacetes.
Rajasthan, como toda la India, es una región que tiene sus ciudades sagradas. Aquí el sitio de peregrinación es la pequeña y pintoresca Pushkar, uno de los cinco dhams o lugares sagrados para los hinduistas. Pushkar es, también, una de las ciudades más antiguas del país, un sitio regado de templos y un lugar muy especial para los adoradores del dios Brahma, el creador del universo y miembro de la trilogía sagrada del hinduismo junto a Vishnú (dios preservador) y Shiva (dios destructor). Aquí está uno de los pocos templos dedicados a Brahma en el mundo, y hasta aquí llegan entonces desde toda la India. Se dice que el lago Pushkar, alrededor del cual fue erigida la ciudad, habría surgido -según leyendas diversas- de un lágrima del dios creador o también de una flor de loto accidentalmente caída de sus manos. El lago tiene más de cincuenta ghats o escalinatas donde los fieles realizan sus abluciones rituales, aunque también lo utilizan frecuentemente para el baño diario.
FERIA DE CAMELLOS La India toda es una fiesta, un festival de colores, aromas y sabores, un lugar de celebraciones largas, extensas, fascinantes. La feria de camellos de Pushkar es uno de esos eventos únicos al que todo viajero quisiera asistir al menos una vez en la vida.
Cada año, hacia fines de octubre y comienzos de noviembre, cuando la luna llena se apresta a bañar el desierto de Thar, la pequeña ciudadela de Pushkar se ve invadida por centenas de miles de pastores, granjeros, turistas y peregrinos de todos los rincones de Rajasthan. Los pastores llegan arriando sus camellos, que constituyen el principal atractivo de esta feria única y auténtica, aunque no el único. Arrían también caballos, vacas y cabras en un viaje que les puede llevar semanas desde sus hogares desperdigados en el amplio estado del noroeste, hasta llegar aquí para realizar sus transacciones en la mayor feria del continente asiático. Una feria con sabor a celebración, a fiesta popular, un festival que conserva su tinte medieval. Una feria que es también un lugar de encuentros: si hasta matrimonios se acuerdan por aquí. Una feria en la que todo puede suceder. Hay eventos varios e insólitos. Carreras de camellos, burros y caballos, circos rurales, espectáculos de títeres, un parque de diversiones. Extrañas competencias donde los participantes forman pirámides humanas, partidos de fútbol entre locales y turistas, bailes de caballos al ritmo de los tambores. Hay incluso competencias en donde se intenta montar el máximo número de personas en un camello y más extravagancias. Hay puestos y ferias callejeras de comida, junto a mercancías de todo tipo.
Pushkar es una de las mayores ferias de animales vivos del planeta, y seguramente el encuentro que más personas y animales reúne en todo el mundo. Los números varían: los más entusiastas y exagerados señalan que el festival congrega alrededor de 50.000 animales. En los últimos años la cantidad habría disminuido y se dice que se congregan alrededor de 10.000 camélidos y unos 5000 caballos. Y entre 250.000 y 400.000 personas en las dos semanas que dura el evento.
La pequeña Pushkar, que tiene unos 14.000 habitantes, colapsa. Muchos peregrinos acampan y disponen sus tiendas en las dunas que se extienden en las inmediaciones del pueblo y más allá. Los que buscan alojamiento, lo hacen también en la vecina ciudad de Ajmer. Durante estas dos semanas, el desierto ocre y marrón, así como las casas blanquecinas de Pushkar, se tiñen de mil colores. Los pobladores llegan ataviados con sus turbantes y trajes tradicionales. Los hombres llevan bigotes prominentes y muy cuidados, turbantes de colores vivos -en general naranjas o rojos- y aros dorados. Las mujeres visten sus preciosos y multicoloridos saris, el vestido tradicional de la India. Usan largos pendientes en las orejas, y también aros en la nariz, brazaletes en brazos y piernas.
Los pastores y ganaderos comienzan a llegar a la ciudad una semana antes de la feria, y es el momento ideal también para los viajeros. Arribar con anticipación es aconsejable para conseguir hospedaje; además es el momento más oportuno para presenciar la compraventa de los camellos en medio del desierto, donde los mercaderes ya tienen sus carpas instaladas. Pero no sólo camellos y otros animales se venden por aquí: los comerciantes se acercan con productos afines como monturas, mantas, y riendas, además de turbantes, ornamentos para las mujeres, frutas, verduras y comidas típicas en las ferias que se disponen a lo largo y ancho de la ciudad. Entre los vendedores también están quienes piensan en los turistas, que se cuentan de a miles, y aprovechan entonces para exponer recuerdos. Durante los días previos es posible deambular por la ciudad sin tanto apremio, y sin el agobio de las grandes multitudes; entrar el templo sin hacer largas filas; presenciar cómo los peregrinos toman su baño ritual en el lago. El festival de los camellos es una fiesta única, alucinante, sin parangón. Es uno de los mayores acontecimientos, si no el mayor de todo Rajasthan. Es una explosión de aromas, colores, cantos y bailes regionales.
La noche de luna llena es conocida como Kartik Purtina, y es el momento cumbre de la fiesta. El día en que todos los peregrinos se bañan en el lago. El día de la ofrenda ritual, el día de cierre con el baño que comienza en la madrugada, que para muchos significa lavar los pecados de toda una vida. Y que concluye al atardecer, cuando se realizan ofrendas que iluminan las aguas del lago con cientos de lamparitas. Cuando las siluetas de los camellos se recortan en el ocaso.
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