CÓRDOBA > VERANO ALTERNATIVO Y NATURAL
Del mundo místico y misterioso de Capilla del Monte al planeta hippie de San Marcos Sierras. Un viaje de tintes mágicos por las montañas y los cielos del Valle de Punilla, donde la historia da paso a la naturaleza y hay espacio para todas las creencias.
› Por Guido Piotrkowski
Fotos de Guido Piotrkowski
“Elegimos este lugar en una búsqueda profunda de nuestra identidad más esencial. Hemos pasado por distintos momentos a lo largo de esta búsqueda: las verdades fueron relativas, dando paso a otras verdades. Nuestra tarea es acompañar el camino de búsqueda de los peregrinos. No tanto suministrar nuestras verdades, que van cambiando hoy más que nunca, sino conectar con la tierra, con nosotros y con el cielo. Ese es el propósito por el cual estamos acá”. Quien lo dice es Carlos Alberto Gallo, que se presenta como guía de turismo alternativo, de exploración y búsqueda interior.
Estamos en las inmediaciones de Capilla del Monte, en Córdoba, una ciudad-pueblo enclavada en el Valle de Punilla, un conjunto de sierras suaves y redondeadas cuyo pico más alto, el mítico cerro Uritorco, ronda los dos mil metros y atesora un sinfín de historias de tintes paranormales. Un paraje que destila misticismo y cuyas montañas ocultarían, según los más fervorosos creyentes, una ciudad intraterrena llamada Erks. El pensamiento mágico acá es ley, y toda luz en el cielo es una señal.
“En esa búsqueda y conexión hay distintas herramientas y caminos que también fueron variando -se explaya Gallo-. El cielo muestra cosas que no sabemos que son y le vamos asignando nombres. La creencia es una decisión de cada uno de nosotros”.
EL VALLE DE LA LUNA El Camping del Peregrino, que abrió Gallo hace unos seis meses está sobre la RP 17, camino a Ongamira, en el Valle de la Luna cordobés. Son las diez de la mañana y, bajo un sol que pica fuerte, un grupo de mujeres asiste a una clase de yoga. Antes de salir a rodar por cuestas y quebradas, nos acomodamos a la sombra de un árbol a tomar mate y charlar con Gallo, que describe sus propuestas: desde los lugares tradicionales como Los Terrones y las Grutas de Ongamira al perilago del Dique Cajón en Capilla, e incursiones hasta San Marcos Sierras. También –dice– hay circuitos históricos. “Mi gran pasión es el estudio de las postas que dejaron investigadores antiguos. Daban cuenta de triangulaciones que forman distintos cerros sagrados. Armé cuatro circuitos de triángulos de fuerzas de poder, o antropológica y arqueológicamente significativos”.
Andamos en su camioneta Land Rover por el ripio de la 17, bordeando el río de la Quebrada de la Luna. En el camino se ven algunas construcciones destruidas por el furibundo paso de las aguas durante la última gran crecida de febrero. Muchas de estas construcciones pertenecen a diversos centros espirituales. “Este es un lugar de búsqueda mística y esotérica, relacionada con historias que se transformaron en relatos y devinieron en leyendas y mitos que trascendieron los tiempos y la corroboración científica. Esta región es un lugar de mucho culto y conexión con la tierra y el cielo, hay muchos grupos de búsqueda espiritual y esotéricos asentados”, señala Gallo.
Desde que se propagaron las historias de ovnis en los cerros Uritorco y Pajarillo durante la década del ‘80, una legión de buscadores espirituales comenzaron a instalarse en la zona en busca de respuestas a preguntas trascendentales. Y la oferta de terapias alternativas, masajes y sanaciones, avistaje de ovnis y congresos de ufología creció desmedidamente. Tanto, que habría que andar con pies de plomo en ciertos casos.
La historia más conocida sucedió en 1986, en el Pajarillo, cuando un supuesto ovni se habría posado dejando una gigantesca marca, una circunferencia perfecta que se mantuvo intacta incluso luego de un gran incendio. Acerca de esta historia y la cantidad de luces que se ven en el espacio, el cuarzo (que hay en cantidad) tiene un papel fundamental, tanto para los creyentes como para los que no. Es una piedra que encierra la luz, y al oscurecer esa luz se expande nuevamente, por lo que es muy probable que esos reflejos sean las luces que todos dicen ver. Es la explicación que ensayan los incrédulos. Pero para los crédulos, el cuarzo es una piedra energética, de poder, sanadora. Y este lugar tiene conexión directa con otros mundos.
“La gente viene a buscar portales dimensionales, puerta físicas para entrar a una supuesta ciudad intraterrena que se encontraría en otra dimensión y en el interior de esta superficie de territorio. Muchos de nosotros, los guías mas viejos, intentamos también que no se pierda la belleza de la montaña, de las rocas, los ríos, los arboles, los animales. Hay muchos reinos, y también el reino espiritual integrándose en estos lugares”.
EL CERRO SAGRADO Diecisiete kilómetros hacia dentro de la Quebrada de la Luna aparece el Valle de Ongamira. En el camino, a lo lejos, vemos el cerro Colchiqui, la montaña insignia del lugar. Antes de ingresar, Gallo detiene la camioneta y pide “permiso” a los “guardianes físicos, etéricos y originarios de este sagrado lugar”. “Agradecemos por permitir visitar su tierra con respeto. Que la paz y la conciencia sean nuestros guías”, pide Gallo, y ahora sí, avanzamos.
Ongamira fue habitado por los nativos comechingones quienes, hartos del avance y los abusos del ejército español, resistieron hasta el suicidio colectivo. Liderados por el cacique Onga, se arrojaron desde el Colchiqui antes de ser vencidos, ultimados por los colonizadores. “Cuando se vieron acorralados y evaluaron que iban a ser diezmados, esclavizados, decidieron inmolarse para guardar algunos secretos y entradas que los españoles estaban tratando de acceder”, explica Gallo al pie del cerro, en la entrada de las grutas.
Las grutas y el Parque Natural Ongamira son los atractivos de este paraje que no llega a los cien habitantes. Dentro del Parque Natural, emplazado en una ubicación privilegiada, se pueden realizar cabalgatas y trekking, y subiendo al terrón o cerro principal se obtiene la más hermosa vista en 360 grados de este valle de rocas moldeadas mágicamente por capricho del viento y la lluvia.
A la vuelta nos esperan a comer en Don Pueyrredón, el secreto mejor guardado de Capilla del Monte. No tan alejado del bullicioso centro y la famosa calle techada se encuentra este coqueto hostel con un lindo jardín, vista al Uritorco y un restaurante con una amplia carta de platos con tinte gourmet: pastas caseras, rabas, truchas, especialidad en carnes y platos vegetarianos. La recomendación de la casa es el lomo con salsa de panceta y crema hongos. Y la de este comensal, sorrentinos de cordero.
EL NÉCTAR DE SAN MARCOS Un día después, surcamos los veinte kilómetros que separan Capilla de San Marcos. Enclavado en las Sierras Chicas de Córdoba y custodiado desde lo alto por el Cerro de la Cruz y el Cerro Alfa, este pueblo entrañable gira en torno de la plaza central, rodeada de coloridos barcitos y la feria artesanal.
Al pueblo se lo puede dividir en dos: a un lado y otro del río San Marcos, cuyas márgenes están unidas por un vado y un puente arqueado para el cruce de peatones. Al otro lado del río se encuentra la posada Madre Tierra, donde nos reciben Rafael Gastaldi y su mujer, Liliana. Rafael fue viajante de comercio y conoce la provincia de punta a punta. Aunque no era un fanático de San Marcos, en uno de sus viajes descubrió el lugar y compró esta porción de tierra, que sólo tenía un par de habitaciones construidas. En seis años, de a poco y a tono con el lento andar del pueblo, sin saber mucho del tema y más bien guiado por el sentido común, el buen gusto de Liliana y una pila de revistas de decoración, fue armando esta posada de estilo rústico con once habitaciones que orbitan alrededor de una deliciosa pileta con vista a los cerros.
Por acá también predomina un aura de misticismo, que tiene que ver más con las terapias alternativas y la meditación que con la observación de platos voladores y la vida intraterrena. Es un lugar que suelen elegir los que están hastiados de la vida urbana. Aquí las calles son de tierra, y los nuevos pobladores conviven en armonía junto a los descendientes de los comechingones y los hippies de ayer y de hoy, que le dieron el aura que caracteriza a un sitio donde la vida transcurre lentamente y sin aparentes preocupaciones mundanas. Terapias alternativas, masajes, venta de miel, aceite de oliva y productos orgánicos son algunas de las delicias naturales que se pueden conseguir andando por sus callejuelas de tierra y vegetación tupida, como el Callejón de los Duendes, un túnel vegetal.
La Posta del Gaucho es la casa de Sergo Pautassi, pionero de las cabalgatas en estos pagos y más allá también. Llegamos antes del atardecer, y Sergio -”El Gaucho”- ya está ensillando los caballos para enfilar al trotecito rumbo al camino que conduce a Charbonier, uno de sus paseos tradicionales. “Los caballos son mi pasión. Monto desde los cinco años, desde que tengo uso de razón”, dice El Gaucho a modo de presentación.
La cabalgata es suave, ideal para principiantes. Dura dos horas por un camino bellísimo que ahora, con la vuelta de las lluvias, está verde y radiante. El punto cumbre es una vista panorámica de todo el valle, en la parte más alta del camino, desde donde también se avista el Uritorco. Durante los días de luna llena el gaucho organiza una serie de cabalgatas nocturnas, que terminan en fogón y guitarreada en el quincho de la posta: el mismo sitio donde un día después, a falta de luna llena, nos agasajará con empanadas y vino.
Ahora sí, nada mejor que un chapuzón para paliar el calor serrano en el fresco y cristalino río Quilpo, un paraje encantador y salvaje ubicado a cuatro kilómetros del pueblo. Hay tres balnearios principales por donde se puede acceder, con instalaciones sanitarias básicas, lugar para camping, parrillas y alguna despensa con provisiones. Dos son privados y uno municipal. Pero para acceder al río hay que pasar por cualquiera de ellos, que cobran una entrada mínima de 50 pesos. Si el visitante viene sólo a pasar el día, y no a acampar, igual debe pagar para entrar. Se trata de una decisión que la autoridades locales deberían rever, sobre todo en lo que concierne al camping municipal. Según la Constitución, el acceso a los ríos es libre. Cobrar la entrada es un abuso que atenta contra la paz y el amor que impregnan las sierras.
En San Marcos se producen algunas de las mejores mieles del país. Una tierra libre de agroquímicos y pesticidas -junto a una buena cantidad de árboles nativos, entre los que se destacan algunas especies precolombinas- hace de esta región un vergel del que se extrae el mejor néctar. Para conocer el proceso, ciento por ciento natural, visitamos El Árbol, un parque temático apícola, como lo define su mentor Claudio Jaroszewski. “La idea primaria de las flores es la de seducir abejas. Tienen olor, color, para que las vean en vuelo, y sabor para que se posen en ella buscando la néctares. Por eso las mieles son más de flores que de abejas”, deja en claro Claudio, un productor que llegó hace ocho años desde el sur de la provincia, y abrió este lugar donde -además de la venta de miel y derivados- recibe turistas y excursiones de colegio a los que explica con pasión, sabiduría y lujo de detalles todo el proceso, que consta de una maquinaria natural super compleja y aceitada, pero que él explica de manera muy simple.
“Como verán, hay distintos colores, sabores, texturas, aromas y cada una tiene diferentes propiedades terapéuticas, Cada una corresponde a la planta de la cual la abeja sacó la miel”, explica Claudio, dentro de este local repleto de potes de miel de todos los colores, tamaños y sabores, ubicado a dos kilómetros del pueblo y perdido en medio de un bosque de algarrobos, mistoles, chañares y quebrachos, entre otras especies nativas. “Es un boque autóctono, hay unas veinte variedades distintas. No se da en muchos lugares. El mistol es una de las tres mejores mieles del mundo y es de esta zona. Acá no se usan herbicidas ni plaguicidas. Si cualquiera de esas cosas esta en la flor, estará en la miel. Vos estás comiendo néctar de flores”.
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