Domingo, 20 de diciembre de 2015 | Hoy
NAVIDAD > FESTEJOS EN EL MUNDO
Para muchos la Navidad superó sus orígenes religiosos y se ha convirtió en una fiesta familiar, sobre todo para los chicos. Al mismo tiempo, el festejo se globalizó, conservando en muchas partes del mundo algunos matices locales. Arbolitos, villancicos, historias de Papá Noel y de renos.
Por Graciela Cutuli
Un calendario romano del siglo IV citaba en la fecha correspondiente al VIII Kalendas Januarias (es decir, el 25 de diciembre) las siguientes palabras: “Natus est Christus in Betleem Judaeae”. Fecha curiosa, si se piensa que los evangelios no mencionan día alguno en particular para el nacimiento de Cristo, y que según los indicios del relato bíblico es más probable que se tratara de algún día entre la primavera y el otoño. Estudiosos de todos los colores y creencias terminaron por deducir que el 25 de diciembre corresponde a una fecha simbólica vinculada con el solsticio de invierno y con una fiesta romana de los tiempos del imperio, que celebraba al sol.
Toda semejanza con la Navidad no es mera coincidencia: la Navidad del Sol romana se celebraba algunos días después del solsticio invernal del 21 de diciembre, o sea el 25, cuando el “nuevo sol” ya era más visible en el horizonte.
El “traspaso” de la fiesta pagana a la cristiana se hizo en tiempos en los que era necesario sumar adeptos a la nueva fe. Todavía en el siglo V el papa San León Magno escribía que algunos cristianos antes de entrar en la basílica de San Pedro Apóstol, se dirigen hacia el sol e inclinaban la cabeza. En la actualidad, la preocupación papal es otra: que la fiesta recupere algo de autenticidad.
ARBOLES DE NAVIDAD La globalización impuesta por el marketing armó un marco de la fiesta que se repite de un país a otro y la vuelve universal. Su ejemplo más claro es el Papá Noel vestido de rojo y blanco por Coca Cola. Sin embargo, aún queda algo de color local y particularidades que hacen que, al fin y al cabo, no sea lo mismo festejar la Navidad en Buenos Aires que en Londres, Nueva York, Roma, Johannesburgo, Sydney o Estocolmo.
Empecemos por el árbol. El más grande del mundo está en Italia. Más precisamente en Gubbio, un pueblo italiano cercano a Asís, famoso por el encuentro de San Francisco de Asís con el “hermano lobo”. Hoy los eugubinos (gentilicio raro si los hay) decidieron darse a conocer por otros motivos: luego de haber tendido más de 8 km de cables en las laderas del Monte Ingino, (que tiene el privilegio de figurar en el canto XI del Paraíso dantesco), encienden cada año en diciembre “el árbol de Navidad más grande del mundo”. Es una silueta dibujada con miles de luces que tiene 250 metros de ancho y de 350 de alto. Por supuesto figura en el Guiness de los Récords y logra que algunas aerolíneas modifiquen sus rutas nocturnas entre el 7 de diciembre y el 10 de enero para que sus pasajeros lo vean desde el aire.
A diferencia de nuestras pampas, la tradición en Estados Unidos consiste en poner un auténtico abeto, recién cortado, como árbol de Navidad. Al estilo norteamericano, la tradición es una industria de dimensiones tales que existe una Asociación de Árboles de Navidad, en representación de todos aquellos que cultivan y venden los árboles, y que está llevando a cabo en los últimos años una fuerte campaña contra la proliferación de los arbolitos artificiales (en el sitio de la Asociación se denuncian los “fake trees”, con una foto del culpable pinito sintético). Hectáreas enteras se dedican al cultivo de los abetos, y la elección de aquel que llevará cada familia merece todo un cónclave, además de un manual de instrucciones para mantenerlo lozano durante todo el período navideño. No podía faltar la importante elección del árbol que decora la Casa Blanca, que recae por lo general en pinos de Pennsylvania. Este pino “presidencial” se selecciona a fines de octubre y se corta a fines de noviembre. Y para los preocupados por el ambiente, las granjas productoras de pinos navideños se preocupan por aclarar que “un acre de árboles de Navidad produce oxígeno para 18 personas por día”.
NAVIDAD DE TEATRO Y DE TV Si se pasa la Navidad en Londres, y se quiere ver algo distinto a lo habitual (Harrod’s repletos de luces, el árbol de Trafalgar Square, los mercados navideños), hay que presenciar una pantomima. Sabiendo que difícilmente pueda comprender algo, ya que estas representaciones navideñas tienen un código muy británico, confuso para los extranjeros, pero bien conocido para los nativos, que las disfrutan desde la infancia y una vez grandes vuelven para llevar a sus hijos. Desde los colegios hasta los teatros, no hay quienes no hagan sus propias obras navideñas, basadas siempre en los mismos gags, pero que siempre divierten a las nuevas generaciones. Además del clásico “Peter Pan” programado desde hace varios años en el New Wimbledon Theatre, este año se presentan Aladdin en el Queen’s Theatre Hornchurch, Jack and the Beanstalk en el Hackney Empire y la Cenicienta en el ASchcroft Theatre. Ah, y después de la pantomima, puede seguir la moda londinense de ir a patinar sobre hielo, en varias pistas instaladas en la ciudad o en la del Winter Wonderland, el gran parque de atracción navideño de Hyde Park.
Además de la capital inglesa, uno de los muchos lugares encantadores en el mundo para festejar la Navidad es Estocolmo, la capital de Suecia. En el norte de Europa nacieron muchas de las tradiciones que hoy, vía Estados Unidos, celebramos en todo el mundo. Es también por allá, cerca del Polo Norte que Papá Noel tiene su taller (aunque la disputa sobre el auténtico Santa Claus abarca a Finlandia y Noruega). En Estocolmo todo se vuelve mágico durante diciembre. Se cuenta que años atrás, antes de que empezara la era de la televisión, la cena de Nochebuena terminaba temprano y el gran banquete era al día siguiente. Pero en los años 60, la televisión sueca empezó a emitir un programa especial de Disney para Navidad, y desde entonces es costumbre que la cena y la entrega de los regalos sigan el ritmo que va pautando la pantalla chica. ¿Qué comen allá? El frío todo lo permite... lo tradicional es el bacalao seco, que solía prepararse así porque en invierno era difícil en aquellos tiempos conseguir pescado fresco. O bien las famosas albóndigas de carne, köttbullar, que nunca faltan en la mesa sueca, sobre todo si van bien acompañadas de glögg, el vino caliente y especiado que ayuda a poner calidez en las noches heladas de Escandinavia (y por las dudas, si no tiene intenciones de casarse al año siguiente, trate de no pescar la almendra escondida en el arroz con leche que se come de postre).
NAVIDADES AUSTRALES Igual que en casa, en Sudáfrica también se festeja la Navidad con calor. En Johannesburgo (“Jo’burg”, abrevian los locales), hay una tradición muy linda que se reanudó recientemente después de una interrupción de varios años: es el Christmas Bus, un ómnibus de doble piso que recorre la ciudad llevando a los habitantes el mensaje navideño. Cada noche –desde fines de noviembre hasta pocos días antes de Navidad– el vehículo pasa por un barrio distinto, siempre iluminado, llevando a bordo a Papá Noel, sus asistentes y un payaso. Comienza el itinerario bien cargado con bebidas frías, papas fritas y golosinas, que va repartiendo a lo largo de todo el trayecto, para deleite de chicos y grandes que se lo cruzan en el camino. Cuando termina el período navideño, el ómnibus vuelve a su sitial de honor en el museo del transporte de la ciudad, hasta que al año siguiente vuelve a volcar magia y alegría en las calles de “Jo’burg”.
Luego de esta vuelta express al mundo, pasaremos finalmente la Navidad en casa, la vieja y buena Buenos Aires que arde de calor pero igualmente invita a degustar lechones, asados, ensaladas rusas, nueces y otras delicias hipercalóricas, mecidos por el estallido de pirotecnia hasta cualquier hora de la madrugada e iluminados por las tímidasluces navideñas de la Avenida de Mayo.
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