PORTUGAL > DE LABERINTOS, ROMANCES Y UNIVERSIDADES
Coimbra es la sede de la universidad más antigua del país y recibe al visitante, a orillas del río Mondego, con hermosos monasterios, calles estrechas, arcos medievales y el recuerdo de una tragedia romántica en el seno de la realeza. De la Ciudad Alta a la Ciudad Baja, un paseo con remembranzas.
› Por Dora Salas
En la Región Central de Portugal, a orillas del río Mondego, la pequeña ciudad de Coimbra recibe al viajero con sus calles laberínticas, sus arcos medievales, sus edificios y monasterios, su histórica universidad, sus artesanías y el recuerdo de la trágica historia de Inés de Castro, la “reina muerta”, asesinada por amar y ser amada por el infante Pedro, heredero de la corona.
Coimbra, 206 kilómetros al norte de Lisboa y 117 al sur de Porto, se extiende sobre una colina en tierras que ocupaban los celtas antes de la llegada de los romanos, de cuyo imperio permanecen restos arqueológicos que se pueden observar en el Museo Nacional Machado de Castro. Luego de los romanos se instalaron los visigodos (586-640) y más tarde, en el año 711, se produjo la invasión musulmana, que se prolongó hasta 1064 cuando fue conquistada por el cristiano Fernando I de León. Más tarde, el conde Alfonso se autoproclamó rey de Portugal (1139) en busca de la independencia del reino de León. La Primera República portuguesa nacería recién en 1910.
La compleja historia de Coimbra, que fue capital del reino de Portugal desde 1131 hasta 1255, se refleja ahora en arquitectura y sus monumentos, algunos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como la tradicional Universidad.
EN LO ALTO DE LA COLINA La Universidad de Coimbra, la más antigua de las universidades en lengua portuguesa, fundada en 1290, domina la ciudad desde lo alto de la colina, en el medieval ex Palacio Real.
Primero se llamó “Estudios Generales” y se trasladó entre Coimbra y Lisboa hasta que D. Joao III la instaló en 1537 en su actual sede. Teología, medicina y leyes eran las únicas disciplinas que se dictaron inicialmente, pero en el siglo XVIII se agregaron otras carreras. En la actualidad cuenta con las facultades de Letras, Derecho, Medicina, Ciencias y Tecnología, Ciencias de la Educación, Farmacia, Economía y Psicología.
Alumnos de distintas nacionalidades se forman en esta prestigiosa casa de estudios y quienes se encuentran en el último año de cursada suelen sorprender al turista con sus largas togas, una tradición vigente y respetada.
“Cuando los vi, sentí todo el peso de la historia reunido en esas aulas”, me comentó una profesora universitaria brasileña maravillada por el lugar y sus elementos artísticos y simbólicos. Entre ellos, la manierista puerta Férrea (1634) con representaciones de los reyes Dinis y Joao III, los mecenas. La sala principal de la Universidad, la de los Grandes Actos, fue la primera Sala del Trono de Portugal
La visita del complejo edilicio sigue en la Torre, emblema de la Universidad y de Coimbra, construida entre 1728 y 1733, desde la cual se disfrutan vistas panorámicas de la ciudad.
Otra maravilla del barroco portugués es la Biblioteca Joanina (1717-1728), cuyo nombre recuerda al rey D. Joao V (1707-1750) que la patrocinó. La integran tres pisos, de los cuales el más emblemático es el Piso Nobre, con frescos en cornisas y techos, muebles elaborados con maderas brasileñas y de Oriente, y estantes decorados con motivos chinos de diferentes colores.
Además de la Universidad, museos, monasterios e iglesias condensan en un pequeño territorio siglos de historia y de arte.
Los monasterios de Santa Clara la Vieja y Santa Clara la Nueva son emblemáticos. El primero, de 1314, de estilo gótico y a orillas del Mondego, fue impulsado por Doña Isabel de Aragón, la Reina Santa, para reemplazar a un convento de monjas clarisas. Las inundaciones afectaron el edificio y en el siglo XVII se construyó el segundo, por orden del rey Joao IV, en la parte alta de la ciudad, donde se colocó la tumba de gótica de la reina.
Otro templo de gran belleza es la Iglesia de la Santa Cruz (1131), fundada con el apoyo de las primeros reyes de Portugal, Alfonso Henriques y Sancho I, que fueron sepultados en este templo.
La iglesia, de estilo románico en su fundación, adquirió gran importancia como centro cultural y contó con una biblioteca y una escuela. En el siglo XVI fue remodelada y se sumaron elementos manuelianos en su fachada. Luego, en el siglo XVIII, se agregaron en el interior azulejos azules y blanco de gran belleza.
El actual Café de la Santa Cruz, a la derecha del templo, es una “derivación” de este último, que tras idas y vueltas de la historia, en el siglo XX se desacralizó y en los años ’20 se transformó en café-restaurante, original y de hermosa estructura.
Coimbra, ciudad de estudiantes y de arte, también se enorgullece de su Museo Nacional de Machado de Castro, cuyo nombre rinde homenaje a un escultor local del siglo XVIII y alberga colecciones provenientes de iglesias y conventos, entre otros objetos de excepcional valor.
Bajo el Museo Machado de Castro, un salto en el tiempo nos lleva al imperio romano mostrándonos una serie de galerías en dos pisos que probablemente sostuvieron una plaza o un foro.
CORONA DE AMOR Y MUERTE El escritor español Alejandro Casona, exiliado en la Argentina en 1937 a causa de la Guerra Civil en su país, estrenó en el Teatro Odeón de Buenos Aires, en marzo de 1955, su obra Corona de Amor y Muerte, basada en la legendaria historia de Inés de Castro, la desdichada amante del infante Pedro de Portugal, asesinada frente a sus pequeños hijos.
También el mayor poeta portugués, Luis de Camoens (siglo XVI), narra la dolorosa fuerza de esos amores prohibidos en el canto III de Os Lusíadas, un tema que atrajo a muchos otros escritores y músicos, con el poder romántico del “amor más poderoso que la muerte”.
Hechos históricos y otros no comprobados se unen en el relato: el amor prohibido entre la dama de corte Inés de Castro y el infante Pedro, luego rey de Portugal (1357-67), nacido cuando la joven acompañó a la noble Constanza Manuel a concretar su boda con el heredero portugués.
En medio de luchas de poder, nada alejó a los amantes que, a pesar del fallecimiento de Costanza, sufrieron el repudio del rey Alfonso IV, padre de Pedro, quien tramó el asesinato de Inés. Según la leyenda, Pedro “el Cruel” o “el Justiciero”, llegado al trono no tuvo piedad con los verdugos de la joven, a dos de los cuales torturó e hizo arrancar el corazón, a uno por el pecho y al otro por la espalda. Luego desenterró a Inés, la vistió de reina y la sentó en el trono a su lado, obligando a los nobles a besarle la mano.
Además hizo construir un hermoso sepulcro para Inés en el Monasterio de Alcobaça, cerca de Coimbra y luego ordenó otro para él, ubicándolo frente al de ella, con los pies de ambos casi tocándose.
Los restos del rey y su amante están aún en esos hermosos sepulcros medievales y esperan, tal como creía Pedro, el día de la resurrección, cuando al despertar y alzarse cada uno verá el rostro del otro, derrotando a la muerte.
El monasterio medieval, que se remonta a la fundación de Portugal pues se empezó a construir en 1178, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1989 y es uno de los más hermosos de la arquitectura cisterciense (de la Orden del Cister, que tuvo un papel importante en la historia religiosa del siglo XII) europea.
La historia de Inés y Pedro se completa en Coimbra, en los jardines de la “Quinta das Lágrimas”, donde según la leyenda, se encontraban los amantes y donde ella fue asesinada.
En la orilla izquierda del Mondego, la Quinta tiene algo más de 18 hectáreas y ahora, en un palacio del siglo XIX, fue convertida en un lujoso hotel. En el área sur se extiende un bosque, donde se creó un jardín medieval para recordar a Inés y Pedro. Siempre según la leyenda, el Canal de los Amores, que cruza los jardines, llevaba las cartas desde la Quinta al Palacio Real. Dicen, también, que sus aguas se tiñeron de rojo cuando Inés fue asesinada y que aún ahora aparecen manchas de sangre en las rocas. Por cierto, en la zona hay algas rojas, las “hildenbrandia Rivularis”. Pero tal vez sea mejor olvidar la ciencia y soñar con el amor eterno.
Y con esta ensoñación, caminemos por Coimbra, desde la Ciudad Baja, donde el comercio era intenso, hasta la Ciudad Alta, la Almedina, con su ex palacio real en lo alto. Durante el recorrido nos esperan calles estrechas, escaleras, un trazado irregular, comercios de artesanos, arcos medievales y los restos de la murralla fortificada de la ciudad.
Después podemos culminar el idilio con Coimbra admirándola desde el río, en las cómodas lanchas turísticas que surcan el Mondego.
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