CHUBUT > APERTURA DE TEMPORADA DE AVISTAJE
Miles de pingüinos recién llegados desde las cálidas aguas del sur de Brasil se instalaron, como lo hacen cada año entre septiembre y octubre, en la Reserva Natural Punta Tombo. Durante las próximas semanas se dedicarán a incubar sus huevos y en noviembre comenzarán a nacer los primeros pichones.
› Por Paz Azcárate
Los pingüinos de Magallanes no se irán de la costa chubutense hasta que comience el frío, a principios de abril, por lo que los turistas tendrán unos cuantos meses para visitar la gran reserva de la Patagonia. Este año el lanzamiento oficial de la temporada se llevó a cabo en simultáneo en el área protegida y en la Casa de Gobierno de Chubut, donde el gobernador Mario Das Neves –vía teleconferencia- encabezó el evento acompañado por el intendente de Trelew, Adrián Maderna, y otros funcionarios provinciales. Entretanto en Punta Tombo se hicieron presentes Marcelo Bertelotti, subsecretario de Conservación y Áreas Protegidas de Chubut; Miguel Ramos, presidente del Ente Trelew Turismo (Entretur); funcionarios locales y prestadores turísticos.
“Como cada año, nos preparamos para brindar servicios de excelencia al turista y trabajamos para que sea una gran temporada”, señaló Bertelotti desde el Centro de Interpretación de la pingüinera. Entre las cualidades que distinguen a esta reserva faunística de las demás, el biólogo destacó la enorme cantidad de parejas reproductivas que arriban cada año a sus costas –se calcula que son unas 175.000– y una infraestructura que permite el fácil acceso y optimiza la experiencia del visitante. “Como centinelas que son de nuestro ecosistema, es importante que los turistas conozcan y se informen sobre la fauna que verán en la reserva, esa es la función del Centro de Interpretación y del personal especializado que allí trabaja”, añadió. Además, anticipó la presentación de un sello de distinción a aquellos productos turísticos que también posean un valor científico, como en el caso de los pingüinos magallánicos. “Hemos firmado un convenio con la cartera provincial de Ciencia –explicó– con la que trabajaremos en conjunto para desarrollar esta novedad turística en Chubut”.
LA GRAN PINGÜINERA La reserva de Punta Tombo se encuentra unos 100 kilómetros al sur de las ciudades de Rawson y Trelew. Cada año la visitan más de 65.000 turistas nacionales e internacionales y se la considera la pingüinera continental más importante del mundo por el volumen de su colonia y su importante infraestructura. Las 210 hectáreas que hoy forman parte de la reserva pertenecían a una estancia y fueron donadas, hasta que en 1972 –por decreto provincial– el sitio comenzó a ser considerado por su gran valor natural y terminó por consolidarse como reserva faunística siete años después.
Además de la superficie terrestre, la reserva Punta Tombo penetra en el mar unos 3,5 kilómetros, zona en la que además de pingüinos pueden verse lobos marinos, variedad de aves y, con algo de suerte, ballenas francas, orcas y delfines patagónicos.
El ingreso a la reserva se hace por el puesto del Guardafauna. A pocos metros de allí, en el comienzo del sendero, se ven los primeros pingüinos: no parecen alterados por la presencia humana, aunque se insiste a los turistas con los recaudos (tocarlos está estrictamente prohibido y se debe evitar cualquier actitud que pueda estresarlos, como acercarse demasiado o caminar detrás de ellos). La imagen de estas aves marinas internadas en la estepa y caminando con torpeza sobre la tierra llama la atención, ya que suele asociarse a estos animales con climas fríos, y en Punta Tombo se los encuentra en la inmensidad de la aridez patagónica, trabajando en sus nidos –cuevas en el suelo o entre ramas de algunas plantas– que los protegen del sol, de las inclemencias del clima y de los depredadores aéreos.
En los últimos años, la reserva construyó nuevas pasarelas que permiten acceder a lugares por donde antes no se podía caminar y habilitan a desplazarse de una forma menos invasiva para los animales. En la zona del piletón, por ejemplo, la pasarela llega hasta la costa y se ubica sobre las piedras. Este es, quizás, el lugar más bello de toda la reserva, donde las piedras coloradas de origen volcánico contrastan con el turquesa del mar. El extremo de la pasarela es también un excelente lugar para el avistaje de fauna.
EXTRAÑOS GANSOS El pingüino magallánico llega a medir 50 centímetros y a pesar unos cinco kilos. Posee alas pero no vuela, ya que están adaptadas para nadar a gran velocidad (alcanzan los ocho kilómetros por hora). Esta combinación poco tradicional llevó a Magallanes a llamarlos “extraños gansos” cuando los vio por primera vez en su expedición de 1520. Años más tarde, por su descubrimiento, los pingüinos fueron rebautizados en su honor.
Poseen un plumaje blanco y negro que se encuentra impermeabilizado por un aceite que ellos mismos producen y los hace ver brillantes. Se trata de una sustancia que fabrica una glándula ubicada bajo la cola y que se encargan de distribuir con el pico por toda la superficie del cuerpo. Se los puede ver, además, haciéndolo a sus parejas. Este procedimiento es vital para las aves, ya que de otro modo no podrían soportar la temperatura del agua.
Al caminar por la colonia durante las primeras semanas de los pingüinos en Punta Tombo se percibe una gran actividad. En esta época del año, los machos ya están en el lugar, buscando el nido que abandonaron el año anterior para acondicionarlo: o bien, quienes lo perdieron comienzan de cero con un nido nuevo. A algunos se los puede ver caminando con ramas y hojas en el pico, mientras otros excavan con las patas para agrandar las cuevas bajo la tierra. Luego llegan las hembras: ellas también vuelven al mismo nido. Este comportamiento suele confundirse con una monogamia estricta: sin embargo –explican los especialistas– los pingüinos magallánicos son, principalmente, fieles a sus hogares. La fidelidad a la pareja depende del éxito reproductivo, y es más probable que ocurran divorcios tras un fracaso de este tipo.
Quitando los meses que van de mayo a julio, donde los pingüinos magallánicos permanecen en el mar alimentándose, cada etapa de su estadía en la colonia tiene características propias. El arribo de los pingüinos se completa a finales de septiembre, cuando se produce el reencuentro con el hogar y la pareja. Finalmente, después de establecerse, la hembra coloca dos huevos y los empolla durante treinta a cuarenta días, para luego turnarse con el macho en el cuidado del nido. Las tareas se distribuyen: mientras uno vigila los futuros pichones, el otro va en busca de alimento. En noviembre, en tanto, ya pueden verse los primeros pichones dentro de los nidos -este es el mes de los nacimientos- por lo que durante todo diciembre las parejas se dedican de lleno a cuidarlos y alimentarlos en su etapa más indefensa. En enero los nuevos pingüinos comienzan a salir de las cuevas para estar en el mar: deben aprender a nadar para la migración hacia el norte en abril, mientras que, en febrero los pingüinos juveniles mudan su plumaje y ocupan las playas. Finalmente, entre marzo y abril, termina la muda de jóvenes y comienza la de adultos, para luego disponer el regreso a las aguas de Brasil (la mayoría llega hasta el sur, aunque hay registros de pingüinos a la altura de Ceará, en el norte del país). Así, Punta Tombo ofrece diferentes escenarios de acuerdo al mes de la temporada en la que se la visite: en cada etapa se trata de un espectáculo natural distinto.
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