MISIONES HOSTERíAS EN EL CORREDOR VERDE ECOLóGICO
En lo profundo de la selva –en el límite con Brasil y cerca del poblado de Andresito– existenconfortables establecimientos para alojarse en medio de la naturaleza. Desde el lodge Panambí, palabra guaraní que significa mariposa,excursiones guiadas para aprender un poco sobre la fauna y flora selvática y visitas a chacras vecinas para conocer la vida campesina misionera.
› Por Julián Varsavsky
Andresito es un alejado pueblo de frontera ubicado en el extremo noroeste de
la provincia de Misiones. Fundado en los confines de la Argentina, surgió
de un plan de “colonización” impulsado en 1980 por la dictadura
militar, con el fin de “contrarrestar” la influencia brasilera en
nuestro territorio. La colonia Andresito vive básicamente de la producción
de yerba, ganado, tabaco y la explotación forestal. Pero en los últimos
años comenzó a desarrollarse también una incipiente industria
turística -.con un carácter de ecoturismo muy auténtico-.,
uno de cuyos emblemas es un confortable lodge ubicado en la selva llamado Panambí
(mariposa en guaraní).
El Panambí Lodge fue levantado junto a las pacíficas aguas del
río Iguazú, que 50 kilómetros más adelante estallan
en un cataclismo de espumas dentro de la famosa Garganta del Diablo. En la otra
ribera del río comienza el Parque Nacional Iguazú Brasil, y 25
kilómetros al sur del lodge está el Parque Provincial Uruguaí,
en territorio argentino. Esta zona está dentro del llamado Corredor Verde
Ecológico, ideado para conectar las distintas áreas de la selva
misionera que fueron separadas entre sí por la depredación humana,
y que hoy por hoy –a pesar de todo– garantizan un inmejorable nivel
de aire puro como habrá pocos en el resto del país.
En el camino desde Andresito hacia Panambí hay una deslumbrante reserva
de árboles de palo rosa, ubicada en un predio privado. Pidiendo permiso
en la casa, se puede ingresar para observar unos árboles gigantescos
que alcanzan los 40 metros de altura, y se ramifican desordenadamente recién
en la parte alta.
Selva adentro. El lodge de Panambí cuenta
con cinco habitaciones dobles y cuádruples, con un flanco completo de
pared de vidrio con vista a la selva que, naturalmente, se puede tapar con un
cortinado. La sensación de estar durmiendo en la selva es absoluta, e
incluso se puede pasar la noche con la puerta corrediza abierta, ya que una
tela metálica protege de los insectos. Acorde con el contexto, la decoración
es de estilo rústico, con un frente de piedra de la zona, lámpara
de piso construida en madera y ventiladores en el techo que alcanzan para refrescar
una habitación ya de por sí muy aireada (de noche refresca mucho).
En el centro del complejo hay una pileta con tres niveles unidos entre sí
por una cascadita. A un costado unas hamacas atadas a los árboles prometen
un reposo de ensueño. Y unos pasos adentro de la selva se levanta una
torre de 12 metros con una terraza donde sentarse a mirar desde arriba el techo
de la selva y los atardeceres sobre el río Iguazú, con su horizonte
verde que se pierde en el infinito.
Crónica de una excursión. Una
de las mejores excursiones que se realizan desde el Panambí Lodge es
una caminata por los senderos de la selva guiada por el señor Félix
-.encargado de Panambí–, quien nos ayuda a desentramar el complejo
mundo vegetal misionero. Al entrar en la selva la temperatura baja unos grados
de manera inmediata. De inmediato una bandada de ruidosos loros pasa a vuelo
rasante en dirección a un gran cañaveral que los aloja en el Parque
Nacional Iguazú.
El camino a veces es obstruido por algún tronco y brotes de lianas y
arbustos, pero Don Félix abre paso a machetazos. Más adelante
nos topamos con la cueva de un zorro, donde unas plumas junto a la entrada delatan
que la cena de anoche fue una paloma distraída. A un costado las raíces
de un guembé –una planta que suele crecer en lo alto de los árboles–
bajan por el tronco de un alecrín envolviéndolo casi en su totalidad.
Ahora caminamos sobre un lecho de hojas secas y vamos observando la diversidad
de árboles autóctonos como el palmito, el guatambú –que
sirve de soporte a las orquídeas–, un palo rosa mochado por un
rayo y un ejemplar de laurel totalmente rodeado por los gruesos brazos de un
higuerón estrangulador. Con los años ese higuerón irá
utilizando al laurelde apoyo para escalar posiciones en la carrera hacia la
altura en busca de la escasa luz de la selva. Hace ya muchos años que
el higuerón está apretando las raíces del otro árbol,
y lo estrangula con paciencia, ahogándolo segundo a segundo, en un virtual
asesinato cometido durante décadas. Unos metros más adelante nos
topamos con otro higuerón gigante -ya formado y con 30 metros de altura–,
con un tallo de un metro y medio de diámetro. En este lugar hubo alguna
vez una árbol que fue “asesinado”.
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