turismo

Domingo, 30 de mayo de 2004

LUJAN UN SPA EN EL CAMPO

Placeres de Oriente

A 70 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, alojamiento en el casco de una estancia y tratamientos de relajación y anti estrés con técnicas orientales como el masaje tailandés, el sonoro y el shiatsu, en un contexto decorado con salones de estilo mudéjar, artesanías nepalesas y jarrones chinos.

Por Camila Fernández

Al ingresar a las instalaciones del Mora Spa lo primero que tiene que hacer el visitante es quitarse el calzado, una antigua costumbre oriental ligada tanto a la tradición como al aseo personal. Se ingresa por un arco morisco que remite al Palacio de La Alhambra, y al avanzar se descubren imágenes de deidades tailandesas copiadas del Gran Palacio Real de Bangkok, tallas de templos hindúes de Varanasi, estatuas budistas de Nepal, lámparas marroquíes y jarrones chinos de porcelana. La combinación de tantos estilos –extrañamente– fue lograda con notable buen gusto, evitando las sobrecargas.
El spa fue inaugurado en septiembre de 2003 y está a cargo de Valeria y Juan Puig, un joven matrimonio que ofrece una serie de sofisticados masajes que son un distintivo del lugar.

El masaje sonoro El más original de los masajes es el sonoro, que en los hechos es también físico, ya que trabaja por la vibración que producen los sonidos de los instrumentos apoyados o rozando apenas el cuerpo. En primer lugar Juan canta un mantra tibetano y hace sonar unos cascabeles que dan comienzo a la sesión. El instrumento más efectivo es el didgeridoo, una especie de tronco hueco a través del cual los aborígenes australianos soplan produciendo un grave sonido. El didgeridoo se coloca a dos centímetros del cuerpo y produce una vibración placentera que reverbera hasta los huesos, acompañada de un envolvente sonido que va creando un clima de somnolencia. Más tarde se recurre a unos cuencos tibetanos elaborados con siete aleaciones distintas de metales. El cuenco se coloca sobre la espalda de la persona recostada boca abajo en un colchón. La técnica consiste en pasar un trozo cilíndrico de metal por el borde del cuenco, que comienza a vibrar asombrosamente y produce un sonido muy agudo y largo que va descendiendo de a poco en intensidad.

Para parejas Las salas de masajes están ubicadas en el piso superior del spa, donde hay un salón vidriado de relax con vista a la piscina climatizada. Una modalidad muy solicitada es el masaje para parejas, a cuatro manos. Se trata de una combinación de diferentes técnicas que comienzan con una serie de elongaciones musculares y masajes de digitopuntura (shiatsu). Por momentos se aplica la vibración del didgeridoo y el golpeteo suave del masaje tailandés. La pareja a veces toma contacto entre sí con los cuerpos. Y por último se realiza una aplicación de gemoterapia, que es la utilización de piedras calientes en un masaje. Se recurre a piedras como lapislázuli, cuarzo, amatistas y diversos cristales calentados en agua. Las piedras calientes primero se apoyan sobre el cuerpo y luego se las utiliza para los masajes.

El temascal Los encargados del spa vivieron un tiempo en México y trajeron de allí la técnica de una especie de baño sauna indígena muy tradicional conocido como temascal. Se lleva a cabo con un grupo de hasta veinte personas sentadas sobre la tierra dentro de una especie de iglú de barro con una abertura en el techo. En el interior se colocan piedras volcánicas al rojo vivo que son rociadas con agua de hierbas aromáticas que producen densas nubes de vapor. La temperatura ambiente va subiendo paulatinamente a partir de los 36 grados centígrados, mientras suenan tambores y se toma jengibre.

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1) Las aguas burbujeantes de la piscina cubierta del Mora Spa.

2) La suave vibración del didgeridoo y el cuenco tibetano.
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