Dom 11.07.2004
turismo

VACACIONES DE JULIO EN LAS SERRANíAS BONAERENSES

Una ventana al cielo

Sierra de la Ventana es una de las formaciones geológicas más antiguas del continente. En el sur de la provincia de Buenos Aires, allí donde todo es llanura, se levanta el famoso cerro con el hueco en la cima, ideal para iniciarse en la escalada en roca.

Por Graciela Cutuli

El relieve es raramente ondulado, repartido en manchones verdes, amarillos o anaranjados, con laderas cubiertas de pinos y especies autóctonas, sumergido siempre en una brisa suave que acompaña al sol de la tarde y, a la hora en que todos los turistas emprenden el descenso hacia la base, da paso al frío del atardecer. Así es el paisaje desde la cumbre del cerro Ventana, la emblemática montaña del sur de la provincia de Buenos Aires que es un destino ideal para familias y amantes del turismo activo a lo largo de todo el año. Donde hoy hacen trekking los turistas, antiguamente vivían –favorecidos por un clima agradable y la abundante presencia de agua– las tribus indígenas que perdieron el dominio de la región a fines del siglo XIX, tras la Campaña al Desierto. Un desierto que no era tal, si se considera la riqueza de la fauna y flora de estas tierras, donde están algunas de las formaciones montañosas más antiguas del continente. Con el tiempo, las tierras se dividieron en estancias, y las estancias impulsaron el desarrollo agrícolo-ganadero, mientras la bondad del clima atraía a los primeros turistas. Siguiendo sus huellas, hoy hay numerosos circuitos de trekking, de diversas dificultades, para realizar en toda la región.

Del pueblo al cerro Sierra de la Ventana es un pueblo tranquilo y agradable, con un pequeño centro comercial, su club de golf, el barrio residencial de Villa Arcadia y terrenos arbolados para acampar junto a los arroyos que atraviesan el trazado urbano: el arroyo del Negro, el San Bernardo y el Sauce Grande.
Cruzando el puente sobre el Sauce Grande, a sólo tres kilómetros se encuentra la Estación de Piscicultura, donde se crían truchas para la siembra en ríos y arroyos de la región. El invierno es la temporada de cría y el momento de observar los piletones con las truchas de hasta tres meses: en noviembre y diciembre finalmente son distribuidas y las piletas quedan vacías, ya que en verano no se puede mantener la temperatura que esta especie necesita en el agua.
Sin embargo, los circuitos más buscados son los que salen del pueblo rumbo al Parque Provincial Ernesto Tornquist, que se extiende sobre más de 6000 hectáreas, de las cuales la mitad fueron donadas por la familia Tornquist al estado provincial en los años 30. Al entrar se visita el Centro de Interpretación Ecológica, que ofrece información sobre los ecosistemas serranos y se instruye a los visitantes sobre las distintas excursiones, en vehículo o a pie, que pueden realizarse por el parque (con guía, si se trata de zonas intangibles, o autoguiadas).
La más popular es sin duda el ascenso al cerro Ventana, que puede realizarse en forma autoguiada. Llegar a la cumbre requiere unas cuatro horas de ascenso y travesía por un terreno agreste que ofrece pocas dificultades para el trekker experimentado, pero que puede costarle un poco a los más sedentarios. Durante los fines de semana más concurridos, o en las vacaciones, una larga fila de montañistas asciende por las picadas que llevan a la cumbre, donde espera el famoso hueco de la Ventana. Esta abertura natural que le da el nombre a toda la comarca turística serrana tiene unos ocho metros de alto, cinco de ancho y diez de profundidad, de modo que su ancho alféizar es más que accesible, aunque hay que tomar precauciones al asomarse y ya no está permitido hacer rappel. Lo más lindo es vislumbrar el paisaje serrano, de tonos ocres y verdes recortados por la silueta de la Ventana, que casi sin duda fue antiguamente una gruta cuyo techo se derrumbó, provocando el característico hueco.

Trekking y cascadas Desde la base del cerro, sale también la excursión a Garganta Olvidada (autoguiada), que lleva hacia la pared este del cerro Ventana. El trekking es fácil y sigue el cauce de un arroyo hacia la naciente, donde se aprecia una cascada de cinco metros de altura. Otra opción es la caminata a las Piletas Naturales, que comienza en la estación 1 del ascenso al cerro Ventana y luego baja hacia el cauce de un arroyo que, aguas arriba, forma una serie de piletas naturales de diversas profundidades. A diferencia de estas dos, para la tercera excursión, rumbo a la Garganta del Diablo, sí hay que valerse de un guía: a lo largo de unas cuatro horas de caminata, se pasa de los faldeos de las sierras a la quebrada de un arroyo, que concluye con una caída de agua de 15 metros. El paseo vale la pena, lo mismo que los circuitos que se realizan hacia el cerro Bahía Blanca –al este del cerro Ventana, con una caminata de tres horas–, la Cueva del Toro (en auto y a pie, lleva hacia una gruta de unos 30 metros de profundidad y otras cuevas donde hay pinturas rupestres) o el cerro Tres Picos (excursión guiada hasta el pico más alto del sistema de Ventania). Pero incluso si no se realizan paseos a pie, simplemente recorriendo en auto las rutas que atraviesan las sierras, los panoramas son hermosos por la variedad de colores, la presencia de fauna silvestre y los tramos de roca quebrada que dejan ver las distintas capas que forman las rocas. Sobre las laderas de los cerros, se aprecia fácilmente el avance de los pinos sobre los árboles autóctonos, lo que puede ser a mediano plazo una grave amenaza para el ecosistema local.
También se puede tomar una excursión para visitar la estancia que produce hierbas aromáticas: durante una tarde se recorren los alrededores del parque y se conocen algunos datos sobre la producción de lavanda, tomillo, menta, mejorana, ajedrea y otras hierbas que encontraron en el terreno de Sierra de la Ventana un fértil arraigo. En diciembre, cuando las lavandas florecen, la sierra bonaerense parece de pronto un rincón transplantado de la Provenza francesa y bañado en el cálido perfume de las flores color lila.
Para descansar en el camino, vale la pena hacer un alto en la encantadora Villa Ventana, una pequeña urbanización situada en un valle entre los arroyos Las Piedras y Belisario. La sombra de los bosques arroja un aire de misterio sobre las cabañas de la villa, donde sólo el canto de los pájaros quiebra el silencio que se extiende como un amplio manto sobre la región. Desde aquí se puede ir a pie hasta las ruinas del Club Hotel Sierra de la Ventana, del que hoy quedan pocos vestigios en pie, pero que fue a principios del siglo XX un verdadero coloso de la hotelería, un mundo aparte para los acomodados de Buenos Aires y la provincia que pasaban el verano a la sombra de las sierras. La aventura del hotel, que tenía hasta su propio tren de trocha angosta, concluyó cuando una ley ordenó cerrar los casinos: desde entonces, vivió una lenta agonía y sufrió los usos más diversos (entre otros, albergó a la tripulación del acorazado alemán “Graf Spee”, hundido en el Río de la Plata, en los años 40), hasta quedar definitivamente destruido por un extraño incendio en los años 80. Sus funciones de casino hoy fueron retomadas por el Hotel Provincial, donde funciona todas las noches una sala de juego. Después de dejar atrás las ruinas del Club Hotel, se puede seguir un kilómetro y medio más entre los cerros hasta la Fuente del Bautismo, el apropiado nombre que se le da a una roca donde una cascada formó una pileta natural en la que incluso se puede nadar... o pescar truchas.

En los alrededores Cerca de Sierra de la Ventana se pueden visitar otros lugares, desde estancias que ofrecen un día o un fin de semana de turismo rural, hasta los pueblos que guardan buena parte de la historia de estas tierras y de sus primeros pobladores. Entre ellos se encuentran Saldungaray (donde antes se encontraba la antigua estación de ferrocarril de Sierra de la Ventana, nombre que luego pasó a la localidad actual, que hasta entonces se conocía como Sauce Grande) y Tornquist, cuyo trazado tranquilo desemboca en una plaza articulada en torno de un lago artificial. Cerca del pueblo, los descendientes de Ernesto Tornquist conservan todavía el casco de la estancia que perteneciera al industrial y banquero pionero del desarrollo de esta zona: se trata de un imponente castillo de estilo francés, de 42 habitaciones, inspirado en el castillo de Amboise. Si se quiere ir un poco más lejos, desde Sierra de la Ventana se puede hacer un circuito de algo más de 200 kilómetros hacia Pigüé, atravesando las sierras de Curá Malal. En el camino se pasa por el Monumento a la Primera Conscripción Argentina (aquí se instruyó a fines del siglo XIX al primer continente de conscriptos argentinos), punto de partida de excursiones hacia varias grutas de la zona. Por su parte, Pigüé es una ciudad fundada por pioneros franceses, y todavía conserva algo del aire que le dieron aquellos primeros habitantes del Aveyron. En su Museo Regional, la antigua casa de una de las maestras norteamericanas traídas por Sarmiento para impulsar la educación en el país, se exhibe documentación sobre la Campaña al Desierto y la historia local.

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