turismo

Domingo, 18 de julio de 2004

FRANCIA - VIAJE A LA PREHISTORIA

Las cuevas de Cro-Magnon

En 1868 fueron hallados en el sudoeste de Francia los esqueletos de cinco hombres prehistóricos, lejanos parientes de los hombres actuales. Se los bautizó con el nombre del lugar, Cro-Magnon, donde hoy funciona un Museo Nacional de la Prehistoria.

 Por Graciela Cutuli

En el sudoeste de Francia, en la región de Dordogne, hay un pequeño pueblo llamado Les Eyzies, perdido en el corazón de lo que muchos llaman la “Francia profunda”, donde sobrevive intacto el espíritu rural de un pueblo que hoy, como ayer, vive de la producción de sus granjas, del foie-gras de sus espléndidas ocas, de las castañas y de las costosísimas trufas que crecen ocultas a la sombra de los bosques. Les Eyzies hubiera estado seguramente destinado al cómodo anonimato del turismo regional si en 1868 no se hubiera realizado en uno de sus parajes un descubrimiento excepcional: en un refugio de roca viva, desnudo y árido, expuesto a los vientos, fueron hallados los esqueletos de cinco hombres de lejano parentesco con el actual “Homo Sapiens”. Los cinco esqueletos, rodeados de joyas talladas en caracoles, fueron rápidamente conocidos con el nombre del paraje donde se los encontró: Cro-Magnon. El hombre de Cro-Magnon se convirtió así en la segunda estrella en el firmamento de la evolución, después del hallazgo en 1856, en el valle de Neander (cerca de Dusseldorf, Alemania) de los restos del hombre de Neanderthal, que había vivido en varias regiones de Europa.
Eran tiempos de efervescencia para el estudio de la prehistoria, y la búsqueda del “eslabón perdido” se realizaba sin tregua. Toda esta región de Francia fue rica en hallazgos, y hoy día es el centro de un interesante circuito de la prehistoria que incluye desde antiguos sitios hasta parques al aire libre que recrean la vida de nuestros más remotos antepasados.

Grutas prehistóricas
Dice un refrán que “Francia es el país del mundo donde mejor se come”, y la Dordogne es la región de Francia donde mejor se come. Por lo tanto “la Dordogne es la región del mundo donde mejor se come”. Durante la visita habrá más de una oportunidad de comprobarlo, ya que la bonne chère es un orgullo muy cierto de estos pueblos del sudoeste francés, donde hoy parece lejana la extrema pobreza que se vivía durante el siglo XIX. Los campesinos de aquella época sobrevivían apenas gracias al trabajo de la tierra y las abundantes castañas: la historia de Jacquou le Croquant, un pobrísimo labrador que encabezó una revuelta contra los nobles de la región, es todavía uno de los emblemas de la Dordogne y el Périgord, aunque haya sido sólo un personaje novelesco.
Hoy día, el panorama es otro. El valle de la Dordogne avanza entre acantilados calcáreos donde brotan los bosques de castaños, sólo interrumpidos por granjas, arroyos y grutas donde los hombres primitivos dieron rienda suelta a su arte. El pueblo de Les Eyzies está inmerso en este paisaje, y oculta en los alrededores una extraordinaria riqueza prehistórica. En los refugios de piedra excavados naturalmente en las laderas rocosas buscaban abrigo los primeros hombres, y fue a partir de la exploración metódica de estos lugares que el conocimiento de la ciencia sobre la vida en la prehistoria avanzó a pasos agigantados.
Durante todo el siglo XX se encontraron en la Dordogne los esqueletos de hombres semejantes al de Neanderthal, que se extinguieron sin dejar descendientes hace unos 35.000 años; por su parte la raza de Cro-Magnon vivió hace unos 30.000 años, entre el Paleolítico Superior y el Neolítico, y según las reconstrucciones correspondía a hombres altos, de alrededor de 1,80 metros de estatura, y con una capacidad craneana semejante a la del hombre moderno. A pesar de los muchos estudios y teorías, su verdadero origen todavía es un misterio: si venía de Asia, o si surgió de la mutación de una raza prehistórica precedente, es una respuesta en suspenso. Todos los alrededores de Les Eyzies son un verdadero gruyère de cuevas, refugios y grutas donde se encontraron restos de esqueletos, adornos, sitios rituales, pinturas rupestres y esculturas. La mayoría de estos sitios se visitan, y cada verano son la meca de numerosos turistas que peregrinan en busca de huellas del pasado. La gran estrella de la región, sin embargo, está un poco más lejos y cerrada al público por razones de conservación: son las cuevas de Lascaux, cuyas pinturas rupestres sólo pueden compararse con las de Altamira, en España. EnLascaux, como consuelo, puede visitarse una réplica idéntica del original, realizada en una gruta contigua con las mismas técnicas de los hombres prehistóricos. Muy probablemente en toda esta zona haya otras maravillas escondidas, aún no descubiertas, que revelarán algún día algo más sobre las primeras formas de arte de nuestros ancestros.

Museo del mundo perdido
Con semejantes antecedentes, Les Eyzies no podía menos que ser elegido como sede del Museo Nacional de la Prehistoria, instalado en el antiguo castillo de los barones de Beynac. Sobre un espolón rocoso al borde del acantilado que domina todo el pueblo se levanta el castillo, con una vista sin obstáculos sobre el caserío y los valles aledaños de Vézère y Beune. En la puerta, como dominando el panorama, se levanta la escultura de un coloso de piedra: es la figura de un hombre de Neanderthal, que precedió al de Cro-Magnon en estas tierras.
En el interior del castillo se exhibe una colección importante de objetos y artesanías prehistóricas halladas en los refugios y yacimientos arqueológicos de esta parte de la Dordogne. Algunas salas están consagradas a las diferentes técnicas del tallado de la piedra, y otras a la presentación de bloques y placas calcáreas esculpidas, de entre 30.000 y 15.000 años de antigüedad. También se muestran réplicas de mobiliario y moldes tomados en las sepulturas primitivas de Cro-Magnon y otros lugares, junto a cuadros sinópticos, tablas y fotografías que hablan no sólo de la vida en la prehistoria, sino también del avance de la ciencia y la evolución de los estudios sobre el Paleolítico y el Neolítico a lo largo de los años.
En las cercanías de Les Eyzies hay muchos otros lugares para ver, desde el Abri du Poisson (Refugio del Pez), en cuyo interior se distingue con claridad el bajorrelieve de un salmón –una especie que abundaba en la región de Vézère hasta épocas recientes–, hasta el Museo de la Espeleología, cuyas salas están talladas en la roca y muestran material espeleológico, geológico y maquetas de la fauna de las cavernas. También vale la pena la Grotte du Grand Roc que a lo largo de 40 metros de túneles permite descubrir extraordinarias estalactitas y estalagmitas.
Después de ver estos y otros sitios verdaderos, bien se puede también dedicarle un rato al Prehistoparc, un parque de la prehistoria al aire libre que reconstruye la vida de los hombres primitivos. Sobre varias hectáreas de bosques, en un terreno ondulado y rocoso, se va recorriendo un sendero que reserva varias sorpresas: a un recodo y otro del camino, aparecen escenas con hombres prehistóricos en situaciones cotidianas, ya sea de caza, de recolección, de cuidado de los niños, de expresiones artísticas. Las escenas y las esculturas están realizadas con gran realismo, y acompañadas por réplicas en tamaño natural de mamuts y otros animales extinguidos. No podía haber un marco mejor que el de Les Eyzies para este parque, donde la prehistoria deja de ser un tiempo remoto e inmóvil reservado para siempre a los libros y los museos, para convertirse en una realidad viva y cotidiana donde lo que perdura es la humanidad, sea de ayer o de hoy.

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Estatua de un hombre primitivo en el museo de Les Eyzies, donde se encuentra el sitio de Cro-Magnon.
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