Domingo, 18 de julio de 2004 | Hoy
FRANCIA - VIAJE A LA PREHISTORIA
En 1868 fueron hallados en el sudoeste de Francia los esqueletos de cinco hombres prehistóricos, lejanos parientes de los hombres actuales. Se los bautizó con el nombre del lugar, Cro-Magnon, donde hoy funciona un Museo Nacional de la Prehistoria.
Por Graciela Cutuli
Grutas prehistóricas
Dice un refrán que “Francia es el país del mundo donde mejor
se come”, y la Dordogne es la región de Francia donde mejor se
come. Por lo tanto “la Dordogne es la región del mundo donde mejor
se come”. Durante la visita habrá más de una oportunidad
de comprobarlo, ya que la bonne chère es un orgullo muy cierto de estos
pueblos del sudoeste francés, donde hoy parece lejana la extrema pobreza
que se vivía durante el siglo XIX. Los campesinos de aquella época
sobrevivían apenas gracias al trabajo de la tierra y las abundantes castañas:
la historia de Jacquou le Croquant, un pobrísimo labrador que encabezó
una revuelta contra los nobles de la región, es todavía uno de
los emblemas de la Dordogne y el Périgord, aunque haya sido sólo
un personaje novelesco.
Hoy día, el panorama es otro. El valle de la Dordogne avanza entre acantilados
calcáreos donde brotan los bosques de castaños, sólo interrumpidos
por granjas, arroyos y grutas donde los hombres primitivos dieron rienda suelta
a su arte. El pueblo de Les Eyzies está inmerso en este paisaje, y oculta
en los alrededores una extraordinaria riqueza prehistórica. En los refugios
de piedra excavados naturalmente en las laderas rocosas buscaban abrigo los
primeros hombres, y fue a partir de la exploración metódica de
estos lugares que el conocimiento de la ciencia sobre la vida en la prehistoria
avanzó a pasos agigantados.
Durante todo el siglo XX se encontraron en la Dordogne los esqueletos de hombres
semejantes al de Neanderthal, que se extinguieron sin dejar descendientes hace
unos 35.000 años; por su parte la raza de Cro-Magnon vivió hace
unos 30.000 años, entre el Paleolítico Superior y el Neolítico,
y según las reconstrucciones correspondía a hombres altos, de
alrededor de 1,80 metros de estatura, y con una capacidad craneana semejante
a la del hombre moderno. A pesar de los muchos estudios y teorías, su
verdadero origen todavía es un misterio: si venía de Asia, o si
surgió de la mutación de una raza prehistórica precedente,
es una respuesta en suspenso. Todos los alrededores de Les Eyzies son un verdadero
gruyère de cuevas, refugios y grutas donde se encontraron restos de esqueletos,
adornos, sitios rituales, pinturas rupestres y esculturas. La mayoría
de estos sitios se visitan, y cada verano son la meca de numerosos turistas
que peregrinan en busca de huellas del pasado. La gran estrella de la región,
sin embargo, está un poco más lejos y cerrada al público
por razones de conservación: son las cuevas de Lascaux, cuyas pinturas
rupestres sólo pueden compararse con las de Altamira, en España.
EnLascaux, como consuelo, puede visitarse una réplica idéntica
del original, realizada en una gruta contigua con las mismas técnicas
de los hombres prehistóricos. Muy probablemente en toda esta zona haya
otras maravillas escondidas, aún no descubiertas, que revelarán
algún día algo más sobre las primeras formas de arte de
nuestros ancestros.
Museo del mundo perdido
Con semejantes antecedentes, Les Eyzies no podía menos que ser elegido
como sede del Museo Nacional de la Prehistoria, instalado en el antiguo castillo
de los barones de Beynac. Sobre un espolón rocoso al borde del acantilado
que domina todo el pueblo se levanta el castillo, con una vista sin obstáculos
sobre el caserío y los valles aledaños de Vézère
y Beune. En la puerta, como dominando el panorama, se levanta la escultura de
un coloso de piedra: es la figura de un hombre de Neanderthal, que precedió
al de Cro-Magnon en estas tierras.
En el interior del castillo se exhibe una colección importante de objetos
y artesanías prehistóricas halladas en los refugios y yacimientos
arqueológicos de esta parte de la Dordogne. Algunas salas están
consagradas a las diferentes técnicas del tallado de la piedra, y otras
a la presentación de bloques y placas calcáreas esculpidas, de
entre 30.000 y 15.000 años de antigüedad. También se muestran
réplicas de mobiliario y moldes tomados en las sepulturas primitivas
de Cro-Magnon y otros lugares, junto a cuadros sinópticos, tablas y fotografías
que hablan no sólo de la vida en la prehistoria, sino también
del avance de la ciencia y la evolución de los estudios sobre el Paleolítico
y el Neolítico a lo largo de los años.
En las cercanías de Les Eyzies hay muchos otros lugares para ver, desde
el Abri du Poisson (Refugio del Pez), en cuyo interior se distingue con claridad
el bajorrelieve de un salmón –una especie que abundaba en la región
de Vézère hasta épocas recientes–, hasta el Museo
de la Espeleología, cuyas salas están talladas en la roca y muestran
material espeleológico, geológico y maquetas de la fauna de las
cavernas. También vale la pena la Grotte du Grand Roc que a lo largo
de 40 metros de túneles permite descubrir extraordinarias estalactitas
y estalagmitas.
Después de ver estos y otros sitios verdaderos, bien se puede también
dedicarle un rato al Prehistoparc, un parque de la prehistoria al aire libre
que reconstruye la vida de los hombres primitivos. Sobre varias hectáreas
de bosques, en un terreno ondulado y rocoso, se va recorriendo un sendero que
reserva varias sorpresas: a un recodo y otro del camino, aparecen escenas con
hombres prehistóricos en situaciones cotidianas, ya sea de caza, de recolección,
de cuidado de los niños, de expresiones artísticas. Las escenas
y las esculturas están realizadas con gran realismo, y acompañadas
por réplicas en tamaño natural de mamuts y otros animales extinguidos.
No podía haber un marco mejor que el de Les Eyzies para este parque,
donde la prehistoria deja de ser un tiempo remoto e inmóvil reservado
para siempre a los libros y los museos, para convertirse en una realidad viva
y cotidiana donde lo que perdura es la humanidad, sea de ayer o de hoy.
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