Dom 22.08.2004
turismo

NEUQUEN - VISITA AL PARQUE NACIONAL LOS ARRAYANES

El bosque encantado

En el paisaje idílico de una península sobre el lago Nahuel Huapi y a sólo 10 kilómetros de Villa La Angostura, está el bosque de arrayanes considerado único en el mundo. Una pequeña joya de la naturaleza que los rayos de sol iluminan mágicamente al filtrarse en un juego de luces y sombras por el denso entramado de los troncos color canela.

› Por Julián Varsavsky

El pequeño Parque Nacional Los Arrayanes es considerado por muchos viajeros como uno de los más idílicos de nuestro país. Ubicado dentro de una angosta península sobre el lago Nahuel Huapi, en el suroeste de la provincia de Neuquén, su fama se basa en el árbol que lo puebla: el arrayán. Y lo puebla con tal densidad que es considerado el único bosque de esta especie que existe en el mundo. Admirado en casi todo el planeta por su belleza estética, el arrayán tiene un tronco muy ramificado, con una superficie suave y colorida. En Italia, Grecia y España, el arrayán se cultiva como un árbol ornamental. Pero remontándose al tiempo en que la cultura mora reinó en España, se descubre que en ningún vergel árabe de la época podía faltar alguna variante del arrayán. Y el más célebre de aquellos jardines es el Patio de los Arrayanes en el Palacio de La Alhambra. Incluso la palabra “arrayán” es de origen árabe.
El bosque de arrayanes ocupa unas 12 hectáreas prácticamente cubiertas por estos árboles. Entre esa profusión de troncos color canela se filtran los rayos de sol en un fascinante juego de luces y sombras que crean en el visitante la ilusión de estar en un bosque encantado.

La belleza de un árbol
El arrayán es una variante de la familia de las mirtáceas, característico de la eco-región andino-patagónica. Este compacto bosque dentro de la península de Quetrihué –y el otro que crece en la vecina isla Victoria–, son prácticamente los únicos que existen en el mundo, ya que por lo general los arrayanes crecen en forma más espaciada, siempre a la vera de los ríos y los lagos. El parque se creó en 1971 específicamente para proteger el bosque ya que requiere un cuidado muy especial por su fragilidad y su excepcionalidad. Pero en un principio el resultado fue el contrario: las visitas turísticas fueron aflojando la tierra y por acción del agua y el viento quedaron al descubierto muchas raíces, con lo cual los árboles más jóvenes se cayeron. El daño fue realmente grave considerando que el bosque no está debidamente renovado y al morir los ejemplares viejos podría desaparecer del todo. Por esa razón se construyó un amplio entablonado que permite recorrer las entrañas del arrayanal sin afectar el entorno. De hecho no está permitido poner un pie fuera del sendero.

Piel de seda
La composición de la corteza del arrayán es un capítulo aparte. Durante la recorrida por el bosque, un buen guía explicará que la capa que recubre el tronco es una delgada lámina muy sedosa, de color rojizo debido al tanino que el árbol segrega para evitar la descomposición del tejido muerto (de hecho la corteza en sí es un tejido muerto que cumple funciones de protección). Cuando el árbol crece, la corteza se resquebraja como una capa única de hojaldre y cae dejando manchones blancos. Al tocarlo también llama la atención que el tronco es notablemente frío.
Una singularidad del arrayán es que una rama rota del árbol que no se haya desprendido totalmente del cuerpo central puede llegar a producir raíces si mantiene su punta en contacto con suelos muy húmedos como el de este parque. En biología llaman vástago al nuevo árbol que puede surgir de otro anterior sin que se de necesariamente la reproducción mediante la semilla. Y eso fue lo que sucedió justamente en este bosque. Los arrayanes comenzaron a multiplicarse intensamente y no dejaron lugar para otras especies, formando un verdadero impenetrable con plena sombra donde casi ninguna otra variedad puede sobrevivir por la falta de luz y espacio. Extrañamente, la mayoría de los arrayanes de este bosque no nacieron a partir de una semilla.
Al contar la cantidad de anillos concéntricos que tiene un corte transversal de un arrayán, los científicos pudieron determinar que la edad promedio de los árboles de este bosque oscila entre los 165 y los 250 años. Faltan en cambio los
ejemplares de edad intermedia, que se perdieronpor la falta de precaución en el pasado en relación al turismo. En general viven entre 300 y 400 años.

El follaje perenne
A diferencia de lo que ocurre con otros paisajes patagónicos, el de este parque nacional se mantiene casi sin variación a lo largo de todo el año. En primer lugar, ya sea en verano o invierno, nunca es demasiada la cantidad de luz que puede penetrar el bosque. Y en segundo lugar ocurre que el arrayán es un árbol de hojas perennes, es decir que renueva sus hojas de a poco sin cambiar su aspecto en ninguna de las estaciones.
El arrayán es, definitivamente, una especie muy excéntrica. De todos los habitantes arbóreos del bosque andino-patagónico, nuestro colorido anfitrión es el último en florecer, haciéndolo desde principios de enero hasta fines de marzo, mientras que el resto de sus vecinos comienzan a dar flores a más tardar en el mes de diciembre. Coherente con su “rebeldía”, el arrayán se cubre en verano de unas hermosas flores blancas. En cambio todos los demás producen unas pequeñitas flores verdaderamente imperceptibles. Todo sea por llamar la atención, dicen los mal pensados.
¿Quiénes son los vecinos que crecen a duras penas en minoría? Uno de ellos es el radal, que los mapuches utilizaban para teñir lana y artesanías. Pero la especie más alta de este bosque es el coihue, que alcanza los 40 metros, casi duplicando en altura al arrayán. El problema del cohiue es que sus raíces son poco profundas y el viento los tumba. Por eso se ven tantos cohiues caídos en el parque. Las otras especies del bosque son el ciprés, el palo santo, la patagua y el ñire.

Pajaritos y cervatillos
El Parque Los Arrayanes es muy rico en avifauna, y la recomendación primordial para poder observarla es caminar en silencio. Así tal vez se podrá escuchar –o con suerte observar– al zorzal patagónico, que prepara su nido con barro, pasto y musgo, donde pone dos o tres huevos celestes con pintitas marrones. En el bosque también habitan el tapacolas, el rayadito, el chucao, el carpintero patagónico y el picaflor rubí –el más austral del mundo– que en primavera y verano se alimenta de las flores del notro y el chilco, mientras que en invierno lo hace de las flores del quintral, evitando así tener que desplazarse hacia lugares cálidos en la temporada invernal. En cambio a orillas del lago son frecuentes las hualas y las garzas brujas que en invierno migran hacia el centro-norte del país.
En la costa del lago habita un mamífero acuático de origen nativo llamado huillín que está en peligro de extinción ya que fue muy perseguido por su valiosa piel. Dice la leyenda que Walt Disney se inspiró en este parque para animar su famosa historia de Bambi. Y aunque el dato es rigurosamente falso, lo que sí es seguro es que de haber conocido este lugar, Disney hubiera tenido elementos de sobra para inspirarse, incluyendo al mismísimo pudú, un pequeño cérvido en peligro de extinción que se escabulle mágicamente entre los arbustos.



ejemplares de edad intermedia, que se perdieronpor la falta de precaución en el pasado en relación al turismo. En general viven entre 300 y 400 años.

El follaje perenne A diferencia de lo que ocurre con otros paisajes patagónicos, el de este parque nacional se mantiene casi sin variación a lo largo de todo el año. En primer lugar, ya sea en verano o invierno, nunca es demasiada la cantidad de luz que puede penetrar el bosque. Y en segundo lugar ocurre que el arrayán es un árbol de hojas perennes, es decir que renueva sus hojas de a poco sin cambiar su aspecto en ninguna de las estaciones.
El arrayán es, definitivamente, una especie muy excéntrica. De todos los habitantes arbóreos del bosque andino-patagónico, nuestro colorido anfitrión es el último en florecer, haciéndolo desde principios de enero hasta fines de marzo, mientras que el resto de sus vecinos comienzan a dar flores a más tardar en el mes de diciembre. Coherente con su “rebeldía”, el arrayán se cubre en verano de unas hermosas flores blancas. En cambio todos los demás producen unas pequeñitas flores verdaderamente imperceptibles. Todo sea por llamar la atención, dicen los mal pensados.
¿Quiénes son los vecinos que crecen a duras penas en minoría? Uno de ellos es el radal, que los mapuches utilizaban para teñir lana y artesanías. Pero la especie más alta de este bosque es el coihue, que alcanza los 40 metros, casi duplicando en altura al arrayán. El problema del cohiue es que sus raíces son poco profundas y el viento los tumba. Por eso se ven tantos cohiues caídos en el parque. Las otras especies del bosque son el ciprés, el palo santo, la patagua y el ñire.

Pajaritos y cervatillos El Parque Los Arrayanes es muy rico en avifauna, y la recomendación primordial para poder observarla es caminar en silencio. Así tal vez se podrá escuchar –o con suerte observar– al zorzal patagónico, que prepara su nido con barro, pasto y musgo, donde pone dos o tres huevos celestes con pintitas marrones. En el bosque también habitan el tapacolas, el rayadito, el chucao, el carpintero patagónico y el picaflor rubí –el más austral del mundo– que en primavera y verano se alimenta de las flores del notro y el chilco, mientras que en invierno lo hace de las flores del quintral, evitando así tener que desplazarse hacia lugares cálidos en la temporada invernal. En cambio a orillas del lago son frecuentes las hualas y las garzas brujas que en invierno migran hacia el centro-norte del país.
En la costa del lago habita un mamífero acuático de origen nativo llamado huillín que está en peligro de extinción ya que fue muy perseguido por su valiosa piel. Dice la leyenda que Walt Disney se inspiró en este parque para animar su famosa historia de Bambi. Y aunque el dato es rigurosamente falso, lo que sí es seguro es que de haber conocido este lugar, Disney hubiera tenido elementos de sobra para inspirarse, incluyendo al mismísimo pudú, un pequeño cérvido en peligro de extinción que se escabulle mágicamente entre los arbustos.

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