Dom 12.09.2004
turismo

VENEZUELA EL PARQUE NACIONAL ARCHIPIéLAGO LOS ROQUES

Islas chéveres

En pleno Mar Caribe, un archipiélago de 42 islas y 250 cayos de fina arena blanca declarado parque nacional para resguardar su increíble biodiversidad submarina. Sin grandes hoteles pero con encantadoras posadas, este “paraíso” sin palmeras es uno de los lugares preferidos del turismo internacional.

› Por Julián Varsavsky

Es el Caribe en su máxima expresión; un archipiélago de islas y cayos de arena blanca rodeados por un diáfano mar de aguas turquesas, una imagen que suele asociarse con la idea del paraíso. Y aunque nadie sepa a ciencia cierta cómo será el paraíso en los cielos, lo cierto es que el Parque Nacional Archipiélago Los Roques bien podría ser el Edén en el “reino de este mundo”. Reflexiones al margen, en lugares así no faltan las razones para creer que se ha llegado a un mundo feliz: islas semidesiertas, una aldea de pescadores que disfrutan sin urgencias de sus labores en el mar, algunas confortables posadas frente a una playa con peces de colores, y la posibilidad de deleitarse con una langosta asada en cuyo caparazón se refleje el resplandor de un mar azulísimo.

Desde el aire
Un vuelo de 35 minutos en avión desde Caracas es la forma más práctica de llegar a Los Roques. Desde la ventanilla del avión ya se distinguen los fulgores con distintos tonos de azul que colorean este archipiélago de 42 islas y 250 cayos. El aeropuerto es una simple pista cercana al mar sin ninguna clase de infraestructura, negocio o bar. A pasos del avión, los peñeros (lancheros) esperan a los turistas para llevarlos a los distintos cayos del parque.
La isla Gran Roque es la principal del archipiélago, con 3,5 kilómetros de largo por uno de ancho. Pero no se debe pensar en ella como una especie de Cancún o Varadero sino como un lugar sencillo donde no hay shoppings ni grandes hoteles –hay unas pocas posadas– y casi todas las calles son de arena. Un dato curioso es que en Los Roques, la industria del calzado es un negocio en baja, ya que muchos lugareños prefieren vivir descalzos en este microcosmos de finas arenas. Gran Roque es la única isla con población estable del archipiélago, un centenar de familias originarias de la isla Margarita que viven de la pesca de langostas y mariscos y también del turismo.
El reglamento del parque nacional no permite levantar nuevas edificaciones e incluso están prohibidas las ampliaciones. Así que para hacer las casas más atractivas –muchas convertidas ahora en posadas–, los lugareños las pintan con un sinfín de colores vivos.

Por las islas
Gran Roque no es necesariamente la isla más representativa del encanto natural del archipiélago (aunque tiene la mejor infraestructura). Muchos visitantes optan por abordar un peñero y dirigirse a cayos como Francisqui, Crasqui o las islas Larga y Dosmosquises.
Según la mayoría de los viajeros, Crasqui es una de las islas más hermosas para visitar. Allí lo recomendable es quedarse a dormir en una carpa en el camping Rancho Agua Clara (ver datos útiles). En la isla se pueden alquilar tablas de windsurf, kayacs y botes a pedal. Y en el restaurante de Juanita ofrecen los platos más sabrosos con la pesca del día.
La excursión más famosa –y una de las más caras– es al cayo de Agua, donde habitaron alguna vez los indios ocumaroides. Lo singular de este cayo es que se trata de un largo brazo de arena muy angosto que une dos islotes como si fuese un pasadizo radiante en la inmensidad del mar.

Sobre y bajo las olas
Los Roques es un paraíso caribeño sin palmeras. Esto es porque las condiciones climáticas son bastante extremas y llueve muy poco, así que la vegetación escasea. Apenas treinta especies vegetales se han adaptado al archipiélago, y la vegetación se limita a una variedad de cactáceas y espinares. En las partes planas y arenosas hay una vegetación de porte bajo llamada el “tabaco de pescador”, famosa por los efectos alucinógenos que producía en los indígenas, así
como mangle rojo y también negro.
Además de las aves, la verdadera riqueza biológica de Los Roques está en las especies del submundo marino que convierten a estas islas en un lugaróptimo para practicar snorkel y buceo. Una biodiversidad excepcional se concentra en los arrecifes coralinos donde con un simple snorkel se pueden observar fantásticas apariciones como el pez ángel, el mariposa o el loro, que tiene unas poderosas mandíbulas con las que raspa los pólipos de la superficie calcárea de los corales. Otros peces llamativos son el medio luto y el navajón azul, que pasean su belleza entre los corales cuerno de ciervo y cerebro golgoniáceas. Sin embargo, las especies más buscadas son la langosta de mar y el botuto, un molusco particularmente rico que abunda en Los Roques. En esta zona se obtiene el 90 por ciento de las langostas que se consumen en Venezuela, pero su pesca está vedada entre noviembre y abril (se recomienda no comprarle langostas a los pescadores dentro de ese período).
Sobre las aguas y los cayos sobrevuelan noventa especies de aves como los pelícanos, que se lanzan en picada al agua formando violentos grupos que atacan sin piedad a los cardúmenes. Las especies de aves más comunes son las tijeretas de mar, las gaviotas blanca y rosada, los pájaros bobos y los flamencos rojos. Los más románticos aseguran que aquí se dan cita todas las aves del paraíso. Pero exageraciones al margen, para la mayoría de los viajeros Los Roques es un viaje sin escalas al mismísimo paraíso, pero con pasaje de regreso.

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