Domingo, 12 de septiembre de 2004 | Hoy
ENTRE RIOS EL CORREDOR TURíSTICO DEL RíO URUGUAY
En las ciudades que se asoman al río Uruguay, todos los verdes de la provincia se enlazan con historias y personajes clave de los orígenes de la Argentina. Un viaje por tierra entrerriana entre palmares, termas y la pesca del dorado.
Por Graciela Cutuli
En los mapas, el río Uruguay parece el hermano menor del Paraná. Para la historia, fue el hito que marcó fronteras claras entre provincias que decidieron vivir cada una por su lado: Entre Ríos en el seno de la Confederación Argentina, y la Banda Oriental como una nación independiente y soberana. Hoy, el río Uruguay es más que nada sinónimo de lugares de turismo, centros termales, palacios grandilocuentes, y palmeras que dan un toque de tropicalismo a sus costas y playas. La costa del río Uruguay, a lo largo de su tramo en la provincia de Entre Ríos, ofrece muchas sorpresas y una gran diversidad de opciones para pasar desde un fin de semana hasta vacaciones de varias semanas. Desde Buenos Aires, este circuito empieza en el imponente complejo de Zárate Brazo Largo. Muy rápidamente, la ruta se divide entre las RN 14 y RN 12. Aunque para los pescadores el primer centro de interés de este circuito sea Villa Paranacito, el primer verdadero centro turístico es Gualeguaychú, la capital argentina del carnaval.
HISTORIA
PURA Villa Paranacito es calificada a veces como la Venecia
argentina. Una comparación que no se sostiene si se tiene en cuenta
su limitada red edilicia, diseminada en las numerosas islas de esta porción
del delta entrerriano. El caserío es sobre todo un destino de pescadores,
aunque en verano vea afluir turistas atraídos por sus canales, su vegetación
exuberante y sus historias de colonos escandinavos y eslavos, que fueron los
primeros en asentarse en la zona.
El principal centro turístico del tramo sur de la costa del Uruguay en
la provincia es, sin duda, la ciudad de Gualeguaychú. Si bien cobra fama
cada año en febrero por su carnaval, la ciudad es un destino que merece
ser descubierto en cualquier época del año, por sus museos y los
220 años de historia que transcurrieron en sus calles. Uno de los más
notables hechos vividos por la ciudad fue el asalto y el consiguiente saqueo
llevado a cabo por el patriota italiano Garibaldi y sus tropas, el 20 de septiembre
de 1845. Como el resto de las ciudades de la región, la calle principal
de Gualeguaychú lleva el nombre de Urquiza, y no de San Martín.
Otras familias patricias son originarias de la ciudad (los Haedo, por ejemplo).
Una casona de estilo colonial lleva su nombre en el centro mismo de Gualeguaychú.
Hoy funciona como un museo, pero desde 1832 hasta 1986 fue habitada por distintas
generaciones de esta familia. Más que las colecciones del museo en sí,
la visita vale sobre todo para conocer la construcción, uno de los mejores
ejemplos de casas de la oligarquía de la sociedad post-colonial entrerriana,
con una ambientación austera, patio y jardines. Otra casa importante
de Gualeguaychú es la de Andrade, donde vivió el poeta, periodista,
diplomático y político Olegario Víctor Andrade. También
se recomienda la visita del Museo de la Ciudad, en la Azotea de Lapalma, un
edificio de 1830 con objetos que recuerdan las vidas del alférez Sobral
(cuya casa natal es otra de las construcciones más antiguas que existen
todavía en el centro de la ciudad) y Andrade. La casa fue uno de los
blancos del ataque de Garibaldi, y una de las leyendas que corren entre sus
antiguos muros son las de la locura y muerte de sus habitantes en el siglo XIX.
No se puede pasar por Gualeguaychú sin conocer el corsódromo,
el equivalente entrerriano del sambódromo carioca, que a pesar de ser
mucho más chico puede sin embargo recibir a 38 mil espectadores sentados.
También vale la pena conocer la catedral y el balneario Ñandubaysal,
sobre el río, cuya construcción tiene aires de Casapueblo en Punta
del Este (también fue diseñada por Páez Vilaró)
y ofrece un kilómetro de playas de arenas blancas, como en los mejores
resorts de las Antillas...
REINO
DE URQUIZA Concepción del Uruguay es otra ciudad cargada de
historia, y durante mucho tiempo tuvo un papel preponderante en la región.
Incluso fue capital provincial hasta el año 1883, cuando esta función
fuetransferida a Paraná. También fue capital de la efímera
república de Entre Ríos, declarada por Francisco Ramírez
en 1820.
Al borde la plaza está la infaltable iglesia. En este caso una Basílica,
dedicada a la Inmaculada Concepción. Merece la visita porque encierra
el Mausoleo del General Urquiza, un grandioso monumento fúnebre inspirado
en la tumba de Napoleón, en el Hôtel des Invalides de París.
Esta iglesia fue construida en 1856, años después del Colegio
Superior, fundado por Urquiza en 1848. Entre sus alumnos, los más famosos
se llamaron Julio A. Roca, Victorino de la Plaza y Arturo Frondizi.
Pero, más que por ellos, Concepción del Uruguay fue marcada por
la personalidad de Urquiza, el principal impulsor de su desarrollo y quien le
dio sus horas más gloriosas. En la ciudad y sus alrededores se lo recuerda
en distintos palacios, estancias y casas. Empezando por su casa natal, en Villa
Teresa, hoy abierta a las visitas, a unos 35 kilómetros de distancia.
También se recuerdan sus pasos en la Estancia San Pedro, en Villa Mantero.
En cuanto al Palacio Santa Cándida, también hoy convertido al
turismo, se trata del casco de una estancia que pertenecía al general
Urquiza, donde funcionaba un saladero. Su arquitectura tiene el mismo aspecto
italianizante que el famoso Palacio San José, la obra maestra de Pedro
Fossati, el arquitecto predilecto de Urquiza, que también construyó
la Basílica de Concepción.
El Palacio San José es una verdadera joya levantada en medio de los ricos
campos de las afueras de Concepción. Es una especie de Versailles mesopotámico.
Aunque más chico que los palacios europeos, tiene dimensiones inéditas
bajo estas latitudes, con sus 38 habitaciones, su lago artificial, su iglesia
y sus jardines de inspiración francesa. Es también un palacio
de lujo, con un mobiliario importado de Europa cuyo valor representaba el colmo
de lo inalcanzable para la época. En una de las salas de este palacio,
Urquiza fue herido de muerte. La sala recuerda la tragedia, con muebles y adornos
de la época.
TERMAS
Y PALMERAS Al norte de Concepción, Colón es un conocido
centro termal. Es otra ciudad que debe su existencia y desarrollo en el siglo
XIX al general Urquiza, quien la fundó en 1863. La ciudad ofrece lindos
paseos: uno a lo largo del río, por la costanera, donde se concentran
terrenos de camping, hoteles, el complejo termal y balnearios de playas hermosas
y muy concurridas durante los meses calurosos. Este paseo fue inaugurado en
los años 30, y en algunos de sus tramos ofrece hermosas vistas
sobre el río, en el marco de una rambla elegante y nostálgica,
que recuerda los paseos de antaño.
El complejo termal de Colón es valorado por sus aguas cargadas de sodio,
cloruro, potasio y fosfato. El complejo cuenta con numerosas piletas, algunas
cubiertas, y una completa infraestructura, aprovechada por visitantes de todo
el país. En las afueras de la ciudad, se puede visitar el Molino Forclaz,
cuyo nombre recuerda las importantes comunidades suizas que se establecieron
en la región (aunque la construcción de este molino de viento
sea más bien de inspiración holandesa). Colón es también
la puerta de entrada al Parque Nacional el Palmar. Este parque, que cubre 8500
hectáreas a orillas del río, protege una selva de palmeras yatay,
la variedad más importante de la Argentina. En el parque viven zorros,
ñandúes, vizcachas y muchas especies de aves. Además de
las palmeras, el parque está también cubierto por una selva subtropical
que recuerda un poco la selva misionera por su densidad y sus distintas capas
de vegetación. Otra curiosidad: en el corazón mismo del parque,
cerca de las playas del río, están las ruinas de una calera del
siglo XVII, construida por los jesuitas.
Las dos últimas ciudades de este circuito a orillas del río Uruguay
son las de Concordia y Federación, dos centros termales. Sorprendentemente,
en las planicies de Mesopotamia, y a poca distancia del lecho mismo del río,
algunos pozos profundos dejan brotar aguas termales. Las de Concordia sonrecomendadas
sobre todo para afecciones dérmicas y brotan a 46 grados, mientras las
de Federación son un poco más templadas, unos 40 grados, y se
recomiendan para conseguir resultados analgésicos y antiespasmódicos,
ya que son sedantes del sistema nervioso.
En Concordia, además, se pueden visitar las ruinas del castillo San Carlos,
construido a fines del siglo XIX por un empresario francés que se fue
a los pocos años de concluir la obra. Se dice que Antoine de Saint-Exupéry
lo visitó y escribió sobre él en su libro Terre des Hommes.
En el castillo, un monumento recuerda a su personaje más universal, el
Principito.
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