turismo

Domingo, 12 de septiembre de 2004

AVENTURAS VOLAR EN PLANEADOR

En busca del cielo

En todo el país existen alrededor de 50 clubes de planeadores que promueven este deporte, ofreciendo vuelos de bautismo a precio de costo. A unos 70 kilómetros de Buenos Aires, el Club de Planeadores de Cañuelas brinda la posibilidad de volar como los pájaros a bordo de un silencioso planeador.

 Por Julián Varsavsky


Más allá de la fantasía de querer volar como los pájaros, no son muchos los valientes que se atreven a ganar el cielo a bordo de un silencioso planeador, quizá la forma más pura de volar porque no tiene motor. Por eso, necesita ser remontado por un avión común, casi como si fuera un barrilete. Una vez que ha ganado altura, se suelta la soga que lo une al avión y el planeador queda suspendido en el aire al arbitrio del viento y la destreza del piloto. Dicen los aviadores que en estos livianos aparatos se experimenta la verdadera sensación de volar, como si las alas fuesen una extensión de los brazos o una parte del cuerpo que sirve para buscar las corrientes ascendentes de aire (las térmicas) y, de esa forma, ganar altura como los pájaros.
La analogía con las aves no es arbitraria sino muy real. Su presencia ayuda incluso a los pilotos a identificar la fuerza invisible de una térmica que los pájaros utilizan para remontarse hacia lo alto, volando en círculos, simplemente con las alas extendidas. Cuando un piloto descubre a los pájaros en esa actitud, simplemente va hacia ese lugar y hace exactamente lo mismo, casi rozándose con los chimangos, las cigüeñas y los chajáes.
En un vuelo de bautismo, el novato se sienta en la parte delantera del aeroplano y lo único que tiene que hacer es disfrutar del paseo aéreo, ya que los comandos los lleva exclusivamente el piloto. Desde la cabina, que parece una cápsula de acrílico, se aprecia un espectacular panorama de 180 grados. La experiencia carece del vértigo de un parapente, y lo más impresionante es la sensación de deslizarse por el aire en absoluto silencio y con total naturalidad, realmente como los pájaros.

UN POCO DE ACCION Una de las acrobacias más sencillas que se puede realizar con un planeador biplaza es un loop o “rulo”. El avión dibuja de esta forma un círculo en el aire sobre sí mismo. Todo ocurre en un abrir y cerrar de ojos. La nave levanta su punta hacia el cielo, queda un segundo invertida –con las ruedas para arriba– y baja en picada vertiginosa para seguir luego en la misma línea recta por la que venía. El novato suele desorientarse por un instante e incluso sentir una extraña cosquillita en la barriga (se recomienda ir descansado y sin el estómago lleno para no marearse). El tirabuzón es otra de las piruetas que realiza un biplaza (con un monoplaza más liviano hay mayores posibilidades). Al practicar esta prueba parece que el avión se detiene por un instante en el aire y cae de golpe en picada por unos segundos, hasta que comienza a flotar otra vez.
Un vuelo de bautismo dura unos 15 o 20 minutos deslizándose a 80 kilómetros por hora, a 500 metros de altura. La duración del vuelo varía según las condiciones climáticas, y poco a poco el avión tiende a perder altura. Lo máximo que puede subir un planeador son 2 mil metros de altura, y en ciertas ocasiones llegan a recorrer hasta 200 kilómetros. La ventaja de estos aparatos es que pueden aterrizar casi en cualquier lugar plano sin mayores inconvenientes.

APRENDER A VOLAR En todo el país hay alrededor de 50 clubes de planeadores. La modalidad es que los socios del club pagan una cuota y de esa forma tienen acceso a los planeadores de la institución (cuestan un promedio de 30 mil dólares). El Club de Planeadores de Cañuelas es el más cercano a la ciudad de Buenos Aires. Y sus socios tratan de difundir este modo de vuelo, ofreciendo “bautismos” por el precio de $ 55. De esa forma buscan que la gente se tiente y realice el curso de piloto y aumentar así la cantidad de socios que necesita el club para sostenerse. El precio del curso completo es de $ 450 más $ 45 por cada vuelo. La duración varía entre los 4 y los 8 meses, y hacen falta unos 40 o 50 vuelos para aprender con seguridad. El club fue fundado hace 62 años y dispone de diez aeroplanos.

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El estilizado aparato vuela como una gaviota mecánica sobre el Club de Planeadores.
 
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