ESCAPADAS - EN EL DELTA DEL PARANá
Día y noche en el río
Desde Tigre, un recorrido por algunas de las hosterías en los ríos y arroyos del Delta del Paraná que ofrecen alojamiento para una estadía en las islas. Una experiencia para conocer mejor la esencia selvática de ese mundo acuático que fluye junto a la gran ciudad.
Por Julián Varsavsky
El Delta de Tigre es una compleja trama de islas, ríos, canales y arroyos; un extraño mundo que fluye como un gran cuerpo viviente. Los habitantes de este microcosmos sólo respiran verde y tienen un vínculo muy especial con el río, que los protege del avance de la gran ciudad. Se debe decir que en este mundo acuático las lanchas colectivas surcan las aguas cada mañana llevando gente a sus lugares de trabajo a la manera de los “vaporettos” venecianos. En la ciudad, allí donde un padre lleva a su hijo en auto al colegio y se detiene en el estacionamiento, en el Delta hay un amarradero y un muelle. El médico o el plomero, esos expertos en urgencias, llegan en lancha trayendo consigo sus conocimientos salvadores. Y también pasan el heladero, el barco-almacén –abarrotado de productos hasta en el techo– y, para completar la lista de servicios esenciales, existe una sucursal flotante del Banco Nación.
Del Carapachay al Paraná
Un verdadero viaje al Delta implica instalarse unos días en las islas y sentir su respiración selvática en el silencio de la noche. Para vivir esa experiencia, es posible alojarse en alguno de los más de 60 hoteles, hosterías y recreos que existen en sus canales, ríos y arroyos. Una de las opciones más económicas es la hostería del Sindicato de Aeronavegantes, en el río Carapachay. Se tardan apenas quince minutos en lancha desde la Estación Fluvial, y al subir por el muelle se ingresa a un enorme comedor con piso de madera y amplios ventanales que dan a la playa del lugar, semitapada tras los verdes lagrimones de un gran sauce. Y en un parque de 4 hectáreas muy bien cuidado se levantan unas altísimas araucarias, junto a álamos y eucaliptos. El comedor de la hostería está ubicado en un lugar de privilegio, casi sobre el agua. Por la noche, la cena se sirve a la luz de las velas con la luna reflejada en el río. Como entrada se puede pedir pollo al escabeche; algunos de los platos principales recomendables son las costillitas de cerdo con papas fritas ($ 8), canelones de verdura y ricota ($ 7) o un cuarto de pollo a la parrilla ($ 5).
A un poco más de una hora en la lancha colectiva, sobre el río Paraná de las Palmas, está el Hotel Laura. Fue inaugurado en 1907, en plena belle époque. Si bien los servicios del hotel han sido modernizados, el casco central mantiene su viejo estilo europeo, especialmente en el frente y en los interiores de un gran comedor con ventanales y una terraza techada con vista al río. A un costado hay un extenso parque de cuatro hectáreas con una cancha de paddle, una pileta circular de 10 metros de diámetro y algunas palmeras, pinos y sauces de gran altura. Y más al fondo existe un sendero de trekking de ocho hectáreas donde se puede observar como es una isla por dentro.
El hotel Laura es el mayor complejo hotelero de Tigre y dispone de veinte habitaciones alfombradas, con aire acondicionado y televisor, además de módulo con once suites de dos ambientes con vista al río e hidromasaje. Las novedades para este verano son la inauguración de un spa con pileta de agua salada obtenida con una perforación de 300 metros de profundidad, gimnasio, gabinete de masajes, jacuzzi y pileta climatizada. Además, el hotel adquirió una lujosa lancha exclusiva para sus huéspedes, con aire acondicionado, que tarda la mitad del tiempo en llegar desde la Estación Fluvial (50 minutos).
Muchas personas se acercan al Hotel Laura para disfrutar de su gastronomía, donde sobresalen los pescados. El restaurante tiene un pescador que se interna en el río Paraná cada semana para garantizar una carne fresca y sabrosa, con la que se prepara el salmón Laura a la sartén, con manteca, vino blanco, cebolla de verdeo, perejil y brócoli ($ 26), y el patí grillete, con brócolis salteados ($ 16).
Cabañas en las islas
El año pasado se inauguró sobre el río Sarmiento un complejo de 16 cabañas de dos pisos instaladas alrededor de una piscina, llamado Aires del Delta. Las cabañas, revestidas con troncos, estánequipadas con cocina, microondas, heladera, vajilla y televisión. Cada una tiene su propia parrilla para los asados, que se pueden comer en la cabaña o en un quincho colectivo. Además hay un sistema de delivery de comidas y una proveeduría donde se puede comprar la carne. Muy cerca del complejo se encuentra el recreo El Alcázar, con su amplia playa de arena, así que muchos de los huéspedes se dirigen allí para disfrutar del balneario.
El complejo de cabañas de estilo alpino Alpenhaus, en el arroyo Rama Negra, es otra de las originales propuestas de alojamiento que hay en el Delta. Alpenhaus recrea con sus tres cabañas y el edificio central un estilo alpino centroeuropeo con techos a dos aguas. Al ingresar al living central y al comedor del piso superior se descubre una sobrecargada decoración, donde sobresalen un hermoso reloj cu-cú y las tradicionales brujas alemanas colgando del techo. Un sinfín de vasos de cerveza, fotos y toda clase de adornos alpinos denotan la alegre añoranza de los dueños de casa –de origen austríaco– por los paraísos alpinos del centro de Europa. Los fines de semana el restaurante recibe a más de 50 visitantes, que antes o después de comer disfrutan del sol en las reposeras y nadan en el río o en la pileta.
Los bungalows de Alpenhaus están entre los más lujosos de la zona. Tienen un living con muebles de madera y están equipados con un amplio baño con sistema de hidromasaje en la bañera. Además disponen de aire acondicionado, Direct TV y un minicomponente sólo para cassettes.
El restaurante se especializa en comidas centroeuropeas, como el goulash de ternera o de pollo con spatzle, compuesto por trocitos de carne, cebolla, páprika y unos ñoquis muy pequeños de origen suizo. También se prepara fondue de queso y salchichas de viena con papas doradas y chucrut. Para los postres, las alternativas son strudel de manzana o selva negra. El precio promedio de una comida completa es de $ 40.
En la costa continental
Uno de los mejores lugares para alojarse en Tigre es Villa Julia, ubicada frente al río Luján, en una esquina del Paseo Victorica. Está dentro de lo que se considera Tigre continental, aunque en verdad también ese terreno es una isla. Esta mansión con aires del neoclásico italiano data de 1913 y fue diseñada por el ingeniero Maschwitz. La propuesta de Villa Julia no está exenta de ese aspecto lúdico que implica todo viaje en el tiempo. Basta con poner un pie dentro del edificio para ingresar de lleno en el ambiente suntuoso de la belle époque, cuando lo más granado de la alta sociedad porteña construía sus casas quinta en la zona de Tigre. La mansión tiene tres pisos con exteriores revestidos en piedra París. Las luces de la galería, con columnas toscanas en el exterior, se encienden todavía con sus llaves originales, unas palancas giratorias de bakelita con marcos redondeados de bronce. Las escaleras que conducen a los cuartos conservan sus sujetadores de alfombra forjados en bronce con remates decorativos. Los curiosos picaportes de la puerta de las habitaciones denotan al menos un siglo de existencia, y dentro de los espaciosos cuartos el sector del baño es un verdadero museo de decoración hogareña antigua: mayólicas policromadas de estilo romano, una ducha con forma de flor de porcelana, una gran bañera con patas de león y un inodoro Briton original que puede ser considerado casi una pieza de museo (conservada como nueva).
La casona Villa Julia dispone de sólo siete habitaciones y un gran espacio público con vitreaux multicolores, pisos de mosaico pompeyano, un comedor que se extiende hasta la galería abierta y un piano de cola que le da el toque final al ambiente de comienzos del siglo XX que emana de cada rincón. Alrededor está el jardín de 1600 metros cuadrados con palmeras, un camino de rosas blancas, una gran profusión de calas y agapantos azules y una pileta climatizada.
La propuesta gastronómica de Villa Julia es un capítulo aparte y no hace falta estar alojado allí para disfrutarla. En el menú que prepara el chef ruso Oleg Poustovalov se destacan una entrada de láminas de ave asada consalsa oriental de limón y bocados de arroz tostado, una “sinfonía” de abadejo y salmón en salsa de alcaparras y sus dos guarniciones y, como postre, los brochecitos de frutas con salsa de miel. La entrada cuesta $ 13, el plato principal $ 27, y el postre $ 10