COSTA ATLANTICA - MAR DE LAS PAMPAS, VILLA GESELL Y PINAMAR
Bosques frente al mar
Un informe sobre novedades, precios y programación cultural en tres de los balnearios donde el mar se combina con los bosques y las dunas. En la temporada 2005, más playa en la zona céntrica de Villa Gesell, más tranquilidad en Mar de las Pampas y más paradores en el extremo norte de Pinamar.
Por Julián Varsavsky
Ha llegado el verano y entre las múltiples opciones que ofrece nuestro país para disfrutar de las vacaciones, sin duda el mar es una de las más atractivas. Como muchos turistas eligen la costa atlántica bonaerense, Turismo/12 preparó un informe sobre los balnearios que conjugan los bosques, las dunas y las olas. Desde la informal Mar de las Pampas y la juvenil Villa Gesell hasta la más sofisticada Pinamar, todo lo que hay que saber sobre novedades, precios y programación cultural.
Mar de las Pampas
Hace apenas 40 años, el área boscosa de 300 hectáreas que hoy ocupa Mar de las Pampas era un desierto de dunas en movimiento con algunos arbustos desperdigados en la inmensidad de la playa. Pero la lucidez de unos ingenieros agrónomos contratados por una empresa inmobiliaria consiguió convertir el desierto en un bosque. Aunque en la década de los ‘90 fueron apareciendo a cuentagotas unas pocas casas, fue recién en estos últimos tres años cuando la playa se puso de moda y las casas y cabañas se multiplicaron de repente junto a las calles de arena que serpentean sin un trazado muy definido. Y el balneario pasó de las doscientas camas de hace cinco años a tener arriba de tres mil en este momento.
¿A qué se debe este crecimiento y la preferencia de la gente? Por un lado, Mar de las Pampas ofrece un perfil más exclusivo que Villa Gesell, donde las muchedumbres juveniles de temporada alta alejan a quienes buscan mayor silencio y el aroma de un bosque de pinos. Por otra parte, basta caminar unos diez minutos desde algún punto de los 1700 metros de costa de Mar de las Pampas para estar en una playa desierta sin nadie a la vista.
A pesar de ser una playa más exclusiva que Villa Gesell –con precios más elevados–, Mar de las Pampas tiene también un perfil distinto a la lujosa Cariló, con la cual se la podría comparar. Aquí no abundan tanto las camionetas 4x4 ni la gente elegantemente vestida para salir a cenar. Se respira en cambio el clima de espontánea informalidad que adoptaron los primeros pobladores de este balneario, en su mayoría profesionales que se cansaron de la ciudad y decidieron venderlo todo para irse a vivir a un bosque frente al mar. Y esta es justamente la esencia del perfil de Mar de las Pampas. Ya no son los hippies de Villa Gesell en los sesenta; se trata de personas que instalaron su pequeño complejo de cabañas o un restaurante para pocos cubiertos que atienden personalmente. Es la misma gente que ahora se autoconvoca para que el lugar no pierda la esencia original que tenía, hoy amenazada por la profusión de complejos de cabañas cada vez más grandes, aunque por ahora limitados. Los lugareños están convencidos –y actúan en consecuencia– de que no debe haber ni discotecas ni casas de jueguitos electrónicos, y son celosos cuidadores del código de zonificación que limita la altura de las construcciones a doce metros. No hay supermercados ni grandes proyectos hoteleros, y cuando a algún constructor se le ocurre encender una motosierra cunde la alarma y los vecinos van rápido a rodear el árbol para que no se lo tale. Además no se permiten las camionetas 4x4 sobre la arena de la playa.
La impronta de Mar de las Pampas se conformó originalmente por cierta bohemia que le escapaba a la masificación de Villa Gesell, esa especie de hermana mayor a la que todos vuelven por diversos motivos. Quienes deseen una agitada vida nocturna, con discotecas y entretenimientos, pueden acercarse hasta la vecina ciudad. Mar de las Pampas se define, en cambio, por el silencio en medio del bosque, las familias despreocupadas de los chicos y las extensas playas donde jamás podría haber un conflicto territorial. Y además, aquí todavía se puede andar descalzo.
Villa Gesell Con cincuenta animados balnearios, Villa Gesell es uno de los destinos playeros clásicos de nuestro país. Y aunque se caracteriza por atraer al turismo de grupos familiares, cada vez es mayor la franja de jóvenes entre 17 y 25 años que veranean solos, seducidos por la agitada vida nocturna. No es casual, entonces, que entre el jueves 20 de enero yel domingo 23 se realice en el Estadio Autocine de Villa Gesell un festival de rock en el que se presentarán Charly García, Fito Páez, Divididos, Babasónicos, Ataque 77, Las Pelotas, Bersuit Vergarabat y Mimí Maura.
¿Cuál es la principal novedad para este año? Que en la zona céntrica de la costa –entre las calles 108 y 115– se han recuperado 40.000 metros cuadrados de playa mediante el cierre de ese segmento de la Av. Costanera que era transitada noche y día por ruidosos vehículos. Pero además de eliminar los autos, se han colocado toneladas de arena sobre la antigua calle y así la playa se ha extendido unos cuantos metros más. Esto implica al mismo tiempo que los paradores se están rediseñando para mejorar el servicio, aprovechando el mayor espacio. La iniciativa municipal surgió este año luego de un informe científico alertando que la playa estaba perdiendo un metro de arena por año debido a la erosión costera. A ese paso, Villa Gesell corría el riesgo de quedarse casi sin playa en su zona céntrica. El peligro ha sido subsanado: cuando en marzo se terminen las obras, se habrán recuperado 2400 metros cuadrados más de playa. Además, la pasarela en zigzag de 800 metros que estaba en el sector oeste de las playas ha sido trasladada a la zona del centro de la ciudad.
Las playas centrales de Villa Gesell están abarrotadas de gente durante toda la temporada, pero una caminata de dos kilómetros hacia el norte o el sur garantiza al turista una playa kilométrica totalmente agreste, con muy poca gente a la vista. Las opciones para llegar a estos lugares van desde una bicicleta o un cuatriciclo de alquiler, hasta una excursión al Faro Querandí en un camión “unimog” sin techo que recorre los bosques de pinos de Mar de las Pampas y Mar Azul. Esta excursión, que dura cuatro horas, continúa por las dunas de la Reserva Dunícola donde los turistas pueden lanzarse sobre una tabla de sandboard desde lo alto de un médano. Finalmente, se llega al Faro Querandí, ubicado 30 kilómetros al sur de Villa Gesell. Construido en 1922, tiene 276 escalones en forma de caracol y desde lo alto la mirada abarca las 5750 hectáreas de la reserva natural, con sus dunas formando un verdadero desierto con pequeñas lagunas de agua dulce. Quien pretenda darse un baño en el mar deberá cruzar unos médanos y estará en medio de una playa muy amplia casi desierta, donde podrá quedarse toda la tarde si lo desea, en cuyo caso deberá solicitar que lo recojan a las 18.30 horas (se cobra un plus de $ 5). Como la infraestructura es nula (en el faro sólo hay baños limpios) conviene llevar comida y bebida.
Pinamar
Al llegar a Pinamar, el penetrante aroma a pinos que envuelve a los turistas les da la pauta de que se ha “cambiado de aire” de manera radical. Desde su fundación en 1943, Pinamar ha ido creciendo según un cuidadoso planeamiento urbano –no siempre respetado–, que mantiene todavía a la ciudad bastante al margen de la polución. Además hay muy pocos edificios, ya que Pinamar ha crecido hacia los costados y gran parte de sus calles son todavía de arena. A diferencia de Mar del Plata, aquí subsiste el espíritu de las viejas vacaciones en familia donde los jóvenes vienen con sus padres y se instalan, en algunos casos, por toda la temporada. Es por ello que el perfil del turista de Pinamar incluye desde grandes cantidades de adolescentes hasta gente mayor que veranea en estas playas desde hace décadas.
La tendencia más llamativa que se ha consolidado en los últimos años
en Pinamar es el auge de los paradores del extremo norte de la ciudad, a donde sólo se puede acceder con una camioneta 4x4. De esa forma se descomprimen un poco las playas del centro. Pero lo que realmente les gusta a los bañistas es que además de tener un poco más de tranquilidad, ingresan con sus vehículos directamente a la playa y los estacionan junto al mar. Las ventajas son varias: pueden tener a mano una heladerita con bebidas a gusto, también guardar sus cosas con llave y salir a trotarsobre la arena hasta perderse en una playa desierta, y por último está la posibilidad de escuchar la música elegida por uno mismo a todo volumen.
Las playas del norte se caracterizan también por ofrecer una amplia serie de alternativas de deportes de aventura bastante exóticos que se enseñan en diversas academias playeras. Pero no por alejadas estas playas carecen de infraestructura sino todo lo contrario. El primer parador yendo hacia el norte es La Frontera, el único al cual se puede llegar con un auto común. Tiene una ambientación al estilo de las playas brasileñas y lo visitan grupos familiares y también jóvenes que buscan apartarse un poco de la ruidosa movida tradicional de las playas del centro. Es un lugar bastante tranquilo y en el parador se ofrecen clases gratuitas de surf.
Doscientos metros más al norte de La Frontera está el parador Toyota Sport Beach, que es el más masivo y parece un verdadero desfile de camionetas 4x4 y cuatriciclos en un ambiente de música electrónica a todo volumen. Aquí vienen también los jóvenes que desean aprender deportes no convencionales como el windsurf, el kite-surf, el kitebuggy (un karting de tres ruedas con una especie de barrilete que avanza al impulso del viento), vuelos en avión ultraliviano que despegan desde la arena y también vuelos en aladelta. El siguiente de los paradores rumbo al norte es “El más allá”, inaugurado el año pasado con un perfil más selecto, mucha tranquilidad, buena gastronomía y hasta una guardería para los chicos. El último de todos los paradores se llama El Límite. Es el más alejado de todo, el más tranquilo y el más rústico. Mas allá del “límite” no hay nada, sólo una amplia autopista de arena blanca que se pierde en el horizonte.