TIGRE CANOAS CANADIENSES, WAKEBOARD Y PESCA
El Delta en movimiento
Desde Tigre se realizan agradables paseos por los canales más ocultos del Delta en canoas artesanales. Para los amantes del vértigo, el novedoso wakeboard garantiza ríos de adrenalina, y quien opte por la apacible pesca encontrará diversas opciones de buen pique.
Por Julian Varsavsky
El Delta es una compleja trama de ríos, canales y arroyos; un mundo extraño que fluye como un gran cuerpo viviente e invita a navegar entre sus innumerables islas en todo tipo de embarcaciones. Pero si se quiere llegar hasta sus vasos capilares y conocer algunos de sus recovecos más recónditos, hay que tener en cuenta que la única manera de acceder a esos hilos de agua es mediante una canoa y un guía versado en los secretos del laberinto.
Boga, boga, remero Lucas Míguez y Ricardo Parrilla son dos alumnos de Antropología en la UBA cuya pasión por la navegación los ha llevado a estudiar los modelos y técnicas de construcción de embarcaciones de los indígenas de nuestro continente. Junto con un virtuoso ebanista y luthier se lanzaron a construir canoas, primero por placer y luego por encargo, produciendo verdaderas joyas artesanales de madera de cedro y timbó. Al subir a una de estas canoas se las ve tan perfectamente pulidas y lustrosas, que antes de hacerlo da miedo pisarlas porque pareciera que las vamos a rayar. El modelo en que se especializaron Lucas y Ricardo reproduce las estéticas líneas de las canoas creadas por los indígenas de Canadá en el pasado, y su versatilidad de maniobras las hace ideales para transitar arroyos pequeños donde no se puede ingresar con embarcaciones a motor.
Selk’nam Canoas es el nombre de la empresa artesanal creada por estos futuros antropólogos que además de fabricar las embarcaciones organizan paseos turísticos por los sectores más agrestes del Delta donde no penetra prácticamente nadie. En la canoa caben hasta 6 personas –cada cual con su correspondiente remo– y nuestro guía nos explica que el avance no es una cuestión de fuerza sino de coordinación de movimientos entre el grupo. La silenciosa navegación permite compenetrarse con el ambiente de manera radical. Algunas gotas nos salpican durante las primera remadas llenas de torpeza, y los lagrimones verdes de los sauces nos acarician la cara al doblar por algún recodo. El cantar de los pájaros delata su omnipresencia camuflada, pero de vez en cuando se nos cruza algún ipacaá, una garza mora y un martín pescador. Los más afortunados pueden incluso toparse con una tortuga de agua.
La canoa avanza con suavidad por arroyos cada vez más estrechos encerrados entre la vegetación. A los costados desfilan álamos de 30 metros, casuarinas, pinos y un árbol de la especie nuez de pecán, típica de la zona de Mississippi, introducida aquí por Sarmiento. Detrás de los árboles se divisan los restos de algunas quintas abandonadas del siglo XIX y mediados del XX.
De pronto desembocamos en una especie de lagunita llena de juncos, camalotes y plantas acuáticas. Otro arroyo todavía más angosto nos lleva directamente hasta las instalaciones abandonadas del Astillero Cadenaci, donde todavía yacen los restos de algunos cascos oxidados de barcos en desuso.
A toda maquina El wakeboard es un deporte surgido en las playas californianas durante la década del 80 cuando un surfer llamado Tony Finn, harto de una seguidilla de días con el mar calmo como una piscina, rompió su pacto con las olas y decidió que a partir de ese momento iba a ser remolcado por una lancha. Con los años las tablas se fueron achicando y la disciplina se perfeccionó como una mezcla de esquí acuático, surf, snowboard y skate. De cada especialidad el wakeboard tomó ciertas técnicas y ha ganado popularidad gracias a que el aprendizaje es bastante sencillo y al mismo tiempo permite una gran variedad de maniobras y saltos de gran espectacularidad.
En Tigre, sobre el río San Antonio, hay una sofisticada escuela de wakeboard dirigida por Gabriela Díaz, quien en su largo currículum presenta un subcampeonato mundial de este deporte en 1997. En la WakeSchool cuentan con un campo de entrenamiento que incluye alojamiento para los deportistas, una cama elástica para la práctica de saltos, una sala de video y un gimnasio supervisado por dos preparadores físicos.
Las clases cuestan $ 35 (con lancha del alumno) o $ 50 si se utiliza la moderna Super Air Nautique de la escuela, con 310 caballos de fuerza. Generalmente el alumno logra andar sobre la tabla en la primer clase, y en la quinta ya puede realizar saltos de 180 grados. El curso de 5 clases cuesta $ 160 con la lancha del alumno, y $ 220 con la de la escuela.
Salidas de pesca Si en el marco de una escapada en familia la idea es pescar un rato, alcanza con tomar una lancha colectiva hasta cualquiera de los recreos sobre el Paraná de las Palmas y lanzar allí la caña. En la Segunda Sección de Tigre -.debido al menor tráfico de embarcaciones– está el mejor pique de tarariras, bogas y surubíes. Para una pesca más sofisticada, conviene navegar una hora desde la Estación Fluvial hasta la confluencia de los ríos Paraná de las Palmas y Paicarabí, donde está el Club de Pesca San Miguel, el más completo de la zona. Su muelle privado de 8 metros es ideal para la pesca desde tierra firme y garantiza una buena provisión de tarariras de 3 kilos, dorados (durante el verano) y mandúas en cantidad. El alquiler de un bote a remo para tres personas cuesta $ 30 por día y permite internarse por algún arroyito escondido. Allí, muchos pescadores dejan trampas armadas con una bolsa colgada de un árbol con un anzuelo en el interior, provisto de una carnada viva (la técnica da buenos resultados con tarariras y dorados). Se recomienda comprar la carnada en la Estación Fluvial, frente a la estación de trenes. La entrada al club cuesta $ 5 e incluye acceso a una playita, al muelle y al arroyo privado. Cuenta además con una zona de parrillas a la sombra de enormes sauces americanos.
La pesca embarcada es la opción que garantiza los mejores resultados, incluyendo buenos ejemplares de boga, surubí, bagre, patí y dorados. Una excursión de pesca hasta el Río de la Plata para dos personas cuesta $ 150 por días, incluyendo la carnada.