COSTA BONAERENSE > UN SITIO PALEONTOLóGICO
A primera vista, es un balneario donde el bosque y el mar conviven armoniosamente. En una segunda mirada, se puede descubrir que esta localidad cercana a Bahía Blanca atesora uno de los yacimientos paleontológicos más importantes de la Argentina.
Pehuen-Co es uno de los balnearios más lindos, y también más íntimos, de la costa argentina. A pocos kilómetros de Bahía Blanca, donde termina la “panza” de la provincia de Buenos Aires, el viento hace ondular las altas copas de su bosque, extendido junto a una ancha playa de arena que por la mañana temprano y después del atardecer recobra toda su soledad, sin más sonidos que el mar y los pájaros, y sin más gente que los paseantes ocasionales que dejan sus últimas huellas en la arena. Aquí, entre calles de arena y curiosidades como la “casa barco” –una rara construcción que imita exactamente la estructura de un buque–, veranean sobre todo habitantes de la Patagonia y gente de los pueblos agrícolas del interior de la provincia, que sostienen un ritmo turístico constante a lo largo de todos los fines de semana del año. Sin embargo, Pehuen-Co tiene un interés que excede ampliamente sus encantos como balneario: aquí se encuentra un increíble yacimiento de huellas fósiles que hace de esta porción de costa una ventana casi transparente al más remoto pasado de nuestras tierras. Y como tantas otras veces, el descubrimiento fue fruto de una casualidad.
En Pehuen-Co, el tiempo se mide en mucho más que siglos: hay que contarlo por milenios si se quiere reconstruir el tiempo en que esta porción de costa era una llanura cubierta de arbustos y pastos, envuelta en un clima frío y seco. Estamos en el Pleistoceno, hace unos 12 mil años. El mar no llegaba hasta la línea actual sino que se encontraba retirado varios kilómetros. Cerca de la costa, la lluvia formaba lagunas donde se concentraban los animales. Las siluetas mayores eran de los megaterios, gliptodontes y macrauquenias, los ejemplares más grandes de fauna prehistórica en esta parte de la Argentina. Junto a ellos toman agua patos, flamencos, guanacos... la aparente frescura de las huellas que quedaron grabadas en el barro, un día cualquiera, hace que cueste creer que entre aquella escena cotidiana del pasado y el turista de hoy medien al menos doce milenios. Los cambios climáticos hicieron mermar las lluvias, y con la ausencia de precipitaciones las lagunas fueron disminuyendo hasta convertirse en barriales: en esos mismos barriales se fueron secando las últimas huellas, hasta que en su eterno vaivén el mar las cubrió a los ojos indiscretos.
Tendría que pasar mucho, muchísimo tiempo, para que en un paseo por la playa la Dra. Teresa Manera de Bianco, paleontóloga de la Universidad del Sur, las descubriera después de una fuerte tormenta. Era el año 1986. La sudestada había dejado una gran porción de playa al descubierto, y en esa porción de terreno extremadamente frágil estaba impresa una vívida escena del pasado. La misma que fue reconstruida en el pequeño Museo Ameghino de Pehuen-Co (una dependencia del Museo Darwin de Punta Alta), donde se ve a los megaterios y gliptodontes, junto a los guanacos, tal como debieron haber sido cuando dejaron sus huellas impresas para siempre. O casi, porque el yacimiento –que tiene unos tres kilómetros de extensión– es de una fragilidad extrema.
Desde el descubrimiento –que se fue dando con el tiempo, ya que nuevos sectores iban apareciendo de a poco, según el movimiento del mar–, la Dra. Manera concentró sus esfuerzos en salvar las huellas de la erosión a las que la somete el mar. En pocas palabras, hoy explica el valor de este afloramiento: “El yacimiento de huellas fósiles de Pehuen-Co está constituido por capas de limo arcilloso que asoman entre la arena de la playa a lo largo de más de tres kilómetros de costa. Estas rocas presentan numerosas huellas de diferentes tipos de aves y mamíferos que vivieron en la región hace unos 12 mil años. Su importancia paleontológica radica en la calidad y cantidad de las huellas presentes, muchas de ellas pertenecientes a grandes mamíferos extinguidos. Además, muchos de ellos habitaron exclusivamente en América del Sur, por lo que Pehuen-Co constituye un yacimiento único en su tipo”. El gran objetivo de la Dra. Manera, después de haber logrado el año pasado un importante reconocimiento internacional por su ingente labor de preservación, consiste en crear una reserva que permita a la vez visitar y proteger las huellas: hoy en día, los estudiantes de la Universidad del Sur que funcionan como guardianes voluntarios del lugar no tienen mayores recursos para detener eventuales abusos, como los de quienes caminan sobre las huellas o transitan por la playa con vehículos que pueden destruir fácilmente estos fragmentos, impresos en un terreno tan frágil que se desmenuza con sólo tocarlo. Al mismo tiempo, se intenta sacar impresiones de las huellas en materiales duraderos, para que, si la naturaleza cumple su obra inexorable, al menos quede para el futuro un testimonio sobre la riqueza de este yacimiento.
Mientras tanto, los visitantes pueden acercarse al yacimiento gracias a los guías, que responden a todas las dudas y curiosidades, y explican cómo cuidar el terreno costero donde están impresas las huellas. Como las visitas guiadas –en auto o a pie– salen desde la Delegación Municipal, donde funciona una pequeña sala-museo de Ciencias Naturales, antes de empezar o al regresar vale la pena recorrerla e interiorizarse un poco más sobre este lugar, cercano en la geografía, pero tan distante en el tiempo.
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