MUSEOS > GEOLOGíA PATAGóNICA Y CULTURA INDíGENA
A 13 kilómetros de El Bolsón existe un pequeño parque geológico donde se exhiben una gran variedad de raras piedras patagónicas con los colores y las formas de un caleidoscopio natural. Y en el centro del pueblo, un museo mapuche alberga piezas y reproducciones de instrumentos musicales, puntas de lanza, cerámica y platería de los indígenas de toda la región.
Eduardo e Isabel Lucio son un matrimonio que durante 25 años se ha dedicado a recorrer la Patagonia en auto, recolectando piedras extrañas. Dos veces por año viajaban al sur y se internaban en la estepa y los bosques con su carpa a cuestas, utilizando algunas técnicas de la geología para identificar los yacimientos de interés. Entre tantas idas y vueltas, llegaron a compenetrarse a tal punto con la Patagonia que la adoptaron como lugar de residencia fija e instalaron un pequeño parque geológico. Además, Isabel –que es licenciada en Filosofía de la UBA– se dedica a estudiar el idioma, la simbología y la mitología mapuche.
Un camino de tierra que caracolea por el bosque andino patagónico conduce hasta el Museo de Piedras Patagónicas, ubicado a 13 kilómetros de El Bolsón. En el portal de entrada, cuelga una cartel con la leyenda “Iaten K’Aike”, que en idioma tehuelche significa “donde viven las piedras”. Una sección del museo está instalada en un bosque de pinos donde se exponen al aire libre las curiosas piedras que los creadores del museo consideran “piedras preciosas”. Según explican, el concepto de piedras preciosas excede el límite de los suntuosos diamantes, esmeraldas y rubíes, y abarca a cualquier mineral o roca que tenga un valor estético. Y en la Patagonia esta variedad es casi infinita.
Al recorrer el pequeño bosque se va descubriendo una serie de rocas y minerales colocados sobre unos troncos de la zona. Muchos de los fragmentos están simplemente expuestos uno al lado del otro. Pero hay otros que están agrupados con un tratamiento artístico, como es el caso de unas fuentes de agua muy curiosas construidas con piedra y madera por el señor Lucio, quien se ha convertido en un experto artesano de la piedra e incluso en un hábil paisajista. Entre las rarezas en exhibición hay algunas que sorprenden incluso a los geólogos, como es el caso de un fragmento de calcedonia celeste que, según los expertos, es un verdadero incunable. El listado completo es inabarcable, pero entre las piedras más llamativas hay fluoritas de siete colores, ópalos transparentes, geodas de calcedonia con cristales de cuarzo en su interior, alabastros y ágatas pulidas artesanalmente. En otro sector hay una serie de “máscaras” naturales de piedra que parecen talladas por el hombre, pero no son más que un resultado de la naturaleza.
La segunda parte del museo es un sector techado donde se exhiben algunos ejemplares de notable rareza como los “huevos de trueno”, que hace 50 millones de años fueron masas de lava lanzadas al aire por volcanes y que contienen en su interior una amplia variedad de minerales.
En pleno centro de El Bolsón existe una casa mapuche donde funciona un curioso museo. En realidad, la casa es una reproducción de las modestas viviendas mapuches del siglo XIX, sin divisiones interiores y con un caldero en el centro. El Museo Kuifi Ruka fue construido con madera de ciprés y techo de paja, y alberga una muestra permanente sobre las distintas etnias indígenas de la Patagonia. El proyecto fue ideado por un matrimonio de artesanos, quienes desde hace 20 años trabajan en la recuperación de los elementos de las culturas indígenas del sur. La exposición fue armada de a poco, con muchos objetos que iban aportando los vecinos del pueblo. Allí se pueden ver instrumentos musicales indígenas, construidos en su mayoría por artesanos actuales. El más emblemático es el kultrung, una especie de tambor que acompañaba las danzas y cantos, y también los ritos ceremoniales de la “machi”, una sacerdotisa conhabilidades curativas.
Entre los componentes más importantes de la vida ceremonial mapuche que se muestran en el museo, está la kitra o pipa mapuche. Su uso era moderado y tenía una función ceremonial restringida a ocasiones muy especiales como el ñecurehuen, el machitún y el ngillatún. En general, eran de piedra o greda y había algunas pocas de plata que pertenecían a los hombres de mayor riqueza. En su interior se colocaba boldo, canela, maqui o molle. El lonko (cacique) encendía varias pipas que luego circulaban entre la comunidad. Excepto entre las mujeres solteras; para ellas estaba prohibido fumar.
El telar mapuche era una de las tecnologías fundamentales de esta cultura y varias reproducciones de diferentes tipos se exhiben en Kuifi Ruka. Los witrales eran manipulados por las mujeres con lana de chilihueque (guanaco), más tarde reemplazada por lana de oveja. En los telares se observan los motivos mapuches que espontáneamente tejió en ellos una indígena cuando descubrió el museo, y que dejó a medio terminar para que se conociera la técnica utilizada.
Las piezas más vistosas son las joyas de plata que realizó Héctor Ayala, el artesano creador del museo. Los modelos fueron copiados de diversos libros de antropología donde se explican los motivos de esta joyería, que tenía un carácter mágico para las mujeres. Y la pieza arqueológica emblemática es una punta lítica de proyectil de lanza de 20 centímetros de largo que aportó una vecina.
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