Domingo, 15 de mayo de 2005 | Hoy
BARCELONA > ARTE, ARQUITECTURA Y SALUD
El Hospital de la Santa Cruz y San Pablo, diseñado por Domenech Montaner a comienzos del siglo XX, es una de las obras capitales del Modernismo catalán que consagró Gaudí. Con la estructura de una pequeña ciudad-jardín, los techos escamados de cerámica vidriada y mosaicos hidráulicos del centro de salud sugieren una explosión de colores que rompe con la monotonía cromática y triste de los antiguos hospitales.
Por Julián Varsavsky
Barcelona tiene una larga tradición hospitalaria que se remonta al Medioevo, cuando los establecimientos dedicados a la cura de enfermos estaban regidos por la Iglesia. Estos centros de salud tenían un buen nivel médico asistencial que era fruto de la influencia árabe, y por lo general –como era el caso del Hospital de la Santa Cruz–, estaban ubicados extramuros de la segunda muralla de la ciudad, ya que necesitaban un terreno amplio y condiciones higiénicas imposibles de garantizar en el hacinamiento medieval.
El Hospital de la Santa Cruz nace formalmente el 9 de septiembre de 1401, cuando una Bula promulgada en Aviñón por el papa Benedicto XIII –conocido como el anti-Papa Luna– determinó la unificación de una serie de pequeños hospitales de Barcelona en uno solo que los aglutinara. Así surgió uno de los hospitales más antiguos del mundo.
Con el correr de los siglos, el hospital fue ampliándose y trasladándose de sede, en gran medida porque el aumento demográfico de la ciudad sobrepasó las capacidades de atención médica del edificio medieval. Aquel edificio original es el que ahora ocupa la Biblioteca de Catalunya, junto al Paseo de las Ramblas, y vale la pena visitarlo por dentro para ver las altas arcadas góticas en los techos.
En el contexto del crecimiento de la ciudad y las necesidades de salud –de las que mucho el Estado todavía no se hacía cargo–, el industrial barcelonés Pablo Gil Serra dejó un testamento en 1892, donando la cantidad neta de 3.060.749 pesetas con 28 céntimos para construir un nuevo hospital, pero con el mismo nombre en las afueras de la ciudad.
Las tendencias europeas de comienzos del siglo XX para la construcción de hospitales eran dos: la centralizada (el hospital palacio) y la disgregada. Domenech Montaner se inclinó más hacia la segunda, diseñando un enorme complejo con jardines y cuarenta y ocho pabellones comunicados de manera subterránea. Surge así la innovadora concepción de un recinto con vida propia, una pequeña localidad inserta en la gran urbe, que configura un nuevo modelo hospitalario basado en una estética singular, muy cuidada, y a la vez humana, moderna y funcional. Aunque esa concepción fue cuestionada por quienes planteaban que todo dinero invertido en decoración iba en detrimento de los pobres, el arquitecto Domenech Montaner la defendió, considerando que el ambiente agradable y con espacios al aire libre tenía una función terapéutica. Es por esa razón que fueron convocados para trabajar en el proyecto reconocidos pintores que dibujaron los modelos de los plafones cerámicos y los mosaicos de la fachada principal; mosaiquistas que adornaron cada uno de los pabellones, y escultores como Pablo Gargallo que cincelaron imágenes de santos en las cornisas (algunas levemente abstractas).
La primera piedra del hospital “modernista” se colocó el 15 de enero de 1902 en un acto solemne con diversas personalidades, pero las obras se iniciaron realmente en 1905. Y recién el 16 de enero de 1930 tuvo lugar la inauguración oficial que presidió el rey Alfonso XIII.
El célebre Antoni Gaudí fue quizás el gran creador del Modernismo, y su fama a veces eclipsó a otros grandes como Domenech Montaner, cuya obra no es tan radical, pero está incluida dentro de los esquemas de aquel movimiento caracterizado por la revalorización del mundo medieval, un simbolismo espiritual, una inspiración en las formas de la naturaleza y un nuevo concepto de belleza que no necesariamente debía ser ordenada y regular. Además, los modernistas rechazaban los objetos industrializados y regidos por un patrón seriado, recurriendo entonces a una serie de artistas y artesanos de la decoración que le daban a cada obra un toque único y absoluto. Por esta razón, el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo –como todas las obras modernistas– es un edificio funcional, pero también artístico, que merece una recorrida tranquila para disfrutar cada uno de sus detalles y sofisticados recovecos.
En 1997, el edificio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En la actualidad se está construyendo una nueva sede –la tercera– que reemplazará al hospital modernista de comienzos del siglo XX. Aunque no se sufra ninguna dolencia, los turistas pueden visitar el hospital, especialmente su pabellón central, considerado el punto culminante de este centro de salud, mitad obra funcional, mitad obra de arte.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.