turismo

Domingo, 31 de julio de 2005

URUGUAY UNA VISITA A MONTEVIDEO

El encanto de la nostalgia

Montevideo es la más cercana hermana de Buenos Aires y la capital más joven de América latina. Siempre teñida de nostálgico encanto, logra unir pasado y presente, playa y ciudad, con una armonía que constituye su principal atractivo turístico.

 Por Graciela Cutuli


“Hay en América un pequeño país –el Uruguay– que todos aceptaríamos por patria, porque tiene no sé qué de la perfecta madre. Los mejores hombres de América, cuando miran hacia él, le encuentran cuanto menos una de sus líneas amadas: la libertad, o el sentido democrático, o la cultura. Si, en algún tiempo, hiciéramos una sola cosa del continente español, tal vez fuera la suya, la capital elegida por todos, sin celos ni vacilaciones.” Quién sabe si algún día se cumplirán las palabras de Gabriela Mistral: mientras tanto, Montevideo se impuso casi con naturalidad como la capital del Mercosur, y está siempre en los primeros lugares de las ciudades con mejor calidad de vida de América latina. ¿De qué está hecho su encanto? Ni siquiera sus nativos saben explicarlo, pero propios y ajenos quedan prendados de la atmósfera tenue de las tardes en la Ciudad Vieja, de las ondulaciones descendentes del Río de la Plata y de su único cerro, ojo vigilante día y noche sobre sus perfiles sosegados. Rubén Darío la llamó “copa de plata,/ llena de encantos y de primores. / Flor de ciudades, ciudad de flores, /de cielos mágicos y tierra grata”, mientras Juana de Ibarbourou reivindicaba “la dicha de ser propiedad de una ciudad y de sentirla mi piel, mi sueño chiquito, mi insomnio gigante, mi esperanza de polvo, mi montaña de acontecimientos”. Mucho tiempo pasó desde entonces, pero Montevideo consiguió el raro prodigio de crecer sin cercenar sus raíces, de conservar su escala humana y sobre todo una identidad propia orgullosamente afirmada frente a su hermana y rival, Buenos Aires.

DE AMBAS ORILLAS Sin embargo, los orígenes de ambas ciudades las hacen aún más cercanas: Montevideo fue fundada, entre 1724 y 1730, por el gobernador de Buenos Aires, Don Bruno Mauricio de Zabala, apenas se entrevió la posibilidad de consolidar allí una plaza fuerte para la corona española, entre las persistentes dudas sobre la pertenencia del actual territorio uruguayo a España o Portugal. No pudo haber elegido mejor lugar: diseñada como típica ciudad colonial, con planta en damero protegida por murallas, Montevideo prosperó gracias a la riqueza agrícolo-ganadera de los campos circundantes y se convirtió con el tiempo en capital uruguaya (de paso, la más austral de América). Hay porteños que la miran un poco por arriba del hombro, pero en realidad es para disimular los celos porque el Río de la Plata le regaló a Montevideo unas playas que de este lado fueron ahogadas hasta casi desaparecer. Y en cuanto pueden, se hacen una escapada a la ciudad del cerro, que tiene el mejor puerto natural de la región, amplios espacios verdes, veredas, árboles, casas bajas y, sobre todo tiempo, mucho más tiempo.

El reloj no parece correr con el mismo ritmo en Montevideo, donde nunca falta un rato para entregarse a las verdaderas pasiones de la vida: el mate, el fútbol, el tango y también los libros. Porque de Montevideo es Mario Benedetti, y en Montevideo había nacido una muchachita con ansias de triunfar en París, una tal Maga que todavía camina por las páginas de una novela de Cortázar.

PASEOS POR LA CIUDAD VIEJA ¿Cómo conocer Montevideo? ¿Por dónde empezar una visita? Cada cual tiene sus rincones preferidos, y tal vez la mejor manera sea caminar y dejarse llevar un poco por esta ciudad discreta y habitable. Tienta empezar por la Ciudad Vieja, sobre la península rocosa que cierra la bahía montevideana, que creció en torno de la Plaza Matriz. Aquí se conservan interesantes edificios coloniales, aunque el tiempo le fue quitando el carácter residencial debido a la cercanía de los bancos, el puerto y el ferrocarril. Frente a la Plaza Matriz se encuentra la Catedral, curiosamente el primer edificio público construido en Montevideo, que con los años se hizo cada vez menos aficionada a las relaciones con la Iglesia. Enfrente, el antiguo Cabildo de fachada neoclásica parece haber sido pensado para sus funciones actuales, la de albergar el Museo y Archivo Histórico Municipal. La Ciudad Vieja, equivalente montevideano de la city porteña, consigue estar a dos aguas, por un lado como suspendida en el tiempo y por otro con el rápido ritmo de la actividad bancaria. En toda la zona hay antiguas casonas de interesantes fachadas, algunas convertidas en museos, bancos o dependencias públicas. Para hacer una pausa en los antiguos cafés conviene el horario comercial, ya que en esta zona no hay mayor actividad nocturna, lo mismo que los fines de semana. En la Ciudad Vieja se encuentra también la casita donde vivió Giuseppe Garibaldi durante su paso por Montevideo: hoy es un museo en homenaje al líder de la reunificación italiana.

Uno de los lugares imperdibles de este barrio de la capital es el Mercado del Puerto, sin duda el lugar que todo local recomendará en un abrir y cerrar de ojos para un buen almuerzo, a la usanza criolla o bien con platos internacionales. Al estilo de las estaciones de trenes europeas, con una estructura de hierro forjado, dice la leyenda que fue levantado con los materiales pensados para una estación ferroviaria sobre el Pacífico, hasta que un naufragio frente a las costas uruguayas hizo fracasar esos planes. La historia afirma, sin embargo, que el mercado fue proyectado como tal en Inglaterra, con nuevas técnicas de construcción innovadoras para la época. Hoy como ayer el ambiente del Mercado del Puerto es inconfundible, con sus abanicos de artesanos, pintores y músicos callejeros siempre circulando por los alrededores, en un despliegue de color y alegría que quedará en la memoria de todo viajero que llegue hasta sus cercanías.

LA CIUDAD NUEVA Esta parte de Montevideo empieza en la Plaza Independencia, donde antiguamente se encontraban las murallas que cercaban la ciudad. Como resto de aquellos tiempos hoy queda la Puerta de la Ciudadela, de la que se conservan la base y partes laterales y centrales. La Ciudadela en sí era un monumento compuesto por anchos muros de granito de seis metros de grosor, con cuatro baluartes en los ángulos y un foso exterior de 17 metros de ancho y 13 de profundidad. Duró hasta 1877, cuando fue demolida para la construcción de la plaza actual. La Plaza Independencia, dominada en el centro por la figura de Artigas, está asociada al inconfundible Palacio Salvo, uno de los símbolos de Montevideo. Este edificio de aires itálicos diseñado por Mario Palanti, que cuenta con una rica ornamentación (imposible no asociarlo con el porteño Palacio Barolo), fue durante mucho tiempo el edificio más alto de Sudamérica. Junto a la Plaza Independencia está también la antigua casa de gobierno, y en las cercanías también el clásico Teatro Solís, inspirado en el Carlo Fenice de Génova. Allí funcionan la Comedia Nacional y la Orquesta Sinfónica Nacional uruguaya: el interior italianizante y su interesante historia hacen que merezca una visita, si es durante un concierto mejor aún.

Desde la Plaza Independencia sale la Avenida 18 de Julio, la avenida de Montevideo. Escribe Mario Benedetti: “Uno tiene la impresión de que aquí todos nos conocemos. Caminar por 18 de Julio es como moverse en el patio de la casa familiar. Siempre aparece alguien que, desde la acera de enfrente, alza el brazo como una antena racional, como la comunicación de una presencia”. Una parte importante del movimiento social y comercial de la ciudad circula por la 18 de Julio, repleta de tiendas, bares, librerías y hoteles. Yendo y viniendo, se pasará por el Museo del Gaucho y la Moneda, la Plaza de Cagancha (o Libertad), el Palacio Municipal y, más allá, el Monumento al Gaucho, uno de los muchos testimonios del gusto de Montevideo por las esculturas alusivas a las tradiciones uruguayas. Allí la avenida se bifurca, y mientras la 18 de Julio sigue y desemboca en el Parque Batlle y Ordóñez, el Bulevar España llega hasta la playa de Pocitos. Este lugar, donde antiguamente las negras lavanderas lavaban la ropa, se conoció como el “Biarritz oriental”, y hoy sigue siendo uno de los barrios elegantes de la ciudad, con un sabor de dolce vita que lo hace inconfundible.Volviendo a la 18 de Julio, si es domingo será el momento de acercarse a la Feria Tristán Narvaja, desparramada a lo largo de varias cuadras de la calle del mismo nombre: auténtico cambalache de antigüedades, curiosidades y objetos entre raros e inservibles, es un placer para los coleccionistas y para cualquier turista que quiera internarse en los meandros del pasado y presente montevideano a través de sus objetos cotidianos. Para los conocedores, por supuesto, también hay auténticas joyas no al alcance de cualquier bolsillo. Siempre en la zona, en el cruce de la 18 de Julio con el Bulevar Artigas, Montevideo tiene su propio obelisco, inaugurado en 1938, y otro más de los rasgos que hermanan a la capital uruguaya con Buenos Aires. Si se sigue más allá, se llegará al parque José Batlle y Ordóñez, diseñado por Charles Thays, donde se levanta el Monumento a la Carreta (junto con el Monumento a la Diligencia del Parque Prado). El parque tiene además otro sitio histórico para todo hincha que se precie: el estadio Centenario, construido para el centenario de la independencia uruguaya, y donde Uruguay ganó la final del primer Campeonato Mundial de Fútbol.

Otro itinerario interesante para adentrarse en Montevideo lleva a recorrer la Avenida Agraciada, una diagonal que concentra edificios públicos y, en particular, el Palacio Legislativo, concebido por el italiano Vittorio Meano, autor también del proyecto del Congreso porteño. Además de monumentalismo y armonía, el Palacio Legislativo es conocido por sus hermosos vitrales, y merece una visita a los interiores del edificio. La Agraciada continúa luego hacia el Parque Prado, donde además del Monumento a la Carreta hay otro conjunto escultórico que homenajea a los Ultimos Charrúas. Es un triste recuerdo de los indígenas que fueron llevados a Europa en el siglo XIX, para exhibiciones y otros estudios, y que jamás volvieron a ver sus tierras natales. En este mismo sector de la ciudad se levanta el Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, que conserva obras de Blanes y también de Pedro Figari: el lugar también es sede de la Bienal de Montevideo. Cerca está el Museo Nacional de Antropología.

DESDE LA FORTALEZA Para el porteño, habitante de una ciudad tan poco afecta a conservar su pasado, uno de los lugares más atractivos de Montevideo no puede sino ser la Fortaleza del Cerro, ubicada en el Cerro de Montevideo. Sobre la falda este y norte del Cerro de Montevideo se levanta la Villa del Cerro, que antiguamente vivía de los saladeros y los frigoríficos exportadores de carne. Esto atrajo a los inmigrantes, que le dieron un particular carácter cosmopolita a todo el barrio. La Fortaleza fue construida en los primeros años del siglo XIX como consecuencia de las Invasiones Inglesas, para vigilar la Bahía de Montevideo. Los distintos salones de la fortaleza, convertida en Museo Militar, conservan armas antiguas y otros objetos: pero el lugar sobre todo permite divisar Montevideo desde la altura, extendiendo la vista sobre toda la ciudad en torno de la bahía, sobre la “copa de plata, llena de encantos y de primores”.

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La Plaza Independencia está asociada al inconfundible Palacio Salvo, uno de los símbolos de Montevideo.
 
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