Domingo, 11 de septiembre de 2005 | Hoy
SANTA CRUZ CRóNICA DE UNA VISITA AL GLACIAR PERITO MORENO
Ruge como un trueno cuando sus paredes se desploman. El Glaciar Perito Moreno, una de las reservas de agua dulce del planeta, es un paisaje único. Así lo describe en esta nota un periodista español que visitó el sur argentino.
Por Francesc Relea*
El glaciar me recibió con un estruendo similar al de un trueno. Lucía un sol espléndido y no había indicios de tormenta. El camino atravesaba un bosque de ñires, guindos y lengas –árboles propios de la región austral—, y una amplia gama de flores, entre las que abundaban los notros, de intenso color rojo. El trueno que no era trueno retumbó de nuevo entre las montañas, esta vez más intenso. Detrás de una curva apareció, majestuosa, la gigantesca masa de hielo varada en el lago, que en su parte frontal sobrepasa los 60 metros sobre el agua en su altura máxima. El ruido que empecé a escuchar a kilómetros de distancia era provocado por los trozos de hielo de distintos tamaños que, constantemente, se desprenden de la pared del glaciar.
Recorrí las pasarelas construidas sobre el lago hasta detenerme en el Balcón Norte, el mejor mirador para contemplar en toda su magnitud aquella maravilla de la naturaleza. Fue el primer contacto con el Glaciar Perito Moreno, en el extremo sur de la Patagonia argentina, en la frontera con Chile. En realidad, el Perito Moreno nace del campo de hielo continental que comparten los dos países de la América austral. Desde que me fui a vivir a Buenos Aires, éste era el viaje de mis sueños. Tardé dos años en realizarlo. Millones de argentinos no lo han visitado nunca, aunque todos hablan con orgullo del glaciar. Tienen motivos para hacerlo, y así lo reconoció la Unesco cuando en 1981 declaró el Perito Moreno patrimonio de la humanidad. (...)
El recorrido entre El Calafate y el Perito Moreno es de 85 kilómetros. La primera parte discurre junto al lago Argentino –el mayor de toda la República, con una superficie de 60 por 20 kilómetros– y la estepa patagónica. Después de pasar por el Cerro de los Elefantes llegué a la entrada del parque nacional, justo a medio camino. A partir de aquí empecé a bordear por la izquierda el Brazo Rico del lago. La profundidad de las aguas varía entre 35 y 1000 metros. A la derecha comienzan los bosques de árboles autóctonos, como lengas, cipreses, ciruelillos y alerces. Es posible ver algún ejemplar de zorro gris, de armadillo o de guanaco. La fauna del lugar incluye también pumas y zorros colorados. (...)
El Perito Moreno es una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta y uno de los pocos glaciares que continúan en avance permanente: unos dos metros por día; es decir, más de 700 metros por año. El proceso para la formación del hielo glaciario, una masa cristalina azulada, se produce por acumulación de nevadas a través de los siglos, produciendo la liberación del aire interior con su propio peso. El hielo continental patagónico constituye la tercera masa de hielo más grande del mundo, después de la Antártida y Groenlandia. La particularidad de los glaciares de la provincia de Santa Cruz es que se originan a menor altitud, unos 1500 metros sobre el nivel del mar, y descienden hasta los 200 metros, lo que facilita el acceso y la observación. El deshielo de esta gran masa origina los lagos Argentino y Viedma, que vierten sus aguas al océano Atlántico después de cruzar toda la provincia a través del río Santa Cruz. (...)
Sobre el glaciar En el puerto de la bahía Bajo Las Sombras embarcamos para cruzar el Brazo Rico del lago Argentino y alcanzar la orilla opuesta de la península de Magallanes. Durante la navegación vimos grandes bloques de hielo flotando en las aguas. “¡Un iceberg!”, gritó María, mi hija. Aquellos témpanos eran realmente icebergs a pequeña escala que se habían desprendido de las paredes del glaciar. Más tarde pude ver de cerca el fenómeno que produce el ruido del trueno del que hablaba al comienzo de esta historia.
Desembarcamos en la otra orilla y comenzamos a caminar por una senda costera que se adentró en un bosque de lengas. El paisaje fantasmagórico nos dejó sin aliento. Caminábamos sobre una alfombra de troncos y ramas de árboles muertos. ¿Qué había pasado en aquel bosque? ¿Una nube nuclear, tal vez? “El año 1947, el glaciar rompió con fuerza y arrasó el bosque. Elnivel de las aguas del lago Argentino aumentó hasta 20 metros”, explicó el guía. Una lección más sobre glaciares.
Llegamos a la margen sur del Perito Moreno, y allí empezaba la aventura del día: un trekking sobre las montañas de hielo. Desde lejos, el glaciar provoca fascinación, encantamiento; de cerca, impresiona. Nunca había visto tal cantidad de hielo junto. El sol lucía generoso, pero ni el anorak ni los guantes estaban de más. La temperatura media anual es de 7,5 grados. Y estábamos en el verano austral.
Para caminar por el hielo del glaciar hay que colocar unos crampones metálicos encima de las botas, que evitan cualquier deslizamiento inoportuno. Todo estaba perfectamente organizado. No hay que olvidar que nos encontrábamos en la joya más preciada de la industria turística argentina. Tal vez las Cataratas de Iguazú sean el otro fenómeno de la naturaleza que puede rivalizar con el glaciar. Para mí no hay duda. No he visto nada igual como el Perito Moreno.
* De El País Internacional.
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