Domingo, 16 de octubre de 2005 | Hoy
BRASIL > PORTO SEGURO, ARRAIAL D’AJUDA Y ESPELHO
Son ochenta kilómetros casi ininterrumpidos de arena que van desde Porto Seguro hasta Espelho, en la costa sur del estado de Bahía. Y en el medio hay una treintena de playas con un mar azulísimo donde todo es posible: en algunas, bailar como en una discoteca al aire libre; y en otras, disfrutarlas en pareja como un edén natural sólo para dos.
Texto: Julian Varsavsky
Fotos: Ana schlimovich, embajada de Brasil
En una de las playas las fiestas “rave” con música electrónica duran hasta 72 horas ininterrumpidas, protagonizadas por enérgicos jóvenes paulistas de la clase más adinerada y despreocupada del país (en Trancoso). En otra –a 10 kilómetros de la anterior– la fiesta al veloz ritmo del axé es más autóctona y contagia a 300 adolescentes que repiten una coreografía dirigida a pleno sol por un grupo de baile desde un escenario frente al mar (en Porto Seguro). Y en la tercera playa una pareja se besa abrazada sobre una arena ardiente que se extiende a los costados de las dos siluetas como una estela dorada, sin otra presencia en la playa que los dos felices amantes (en Espelho).
Estas tres imágenes, que suceden en simultáneo, son las típicas de la llamada “Costa del Descubrimiento” (donde desembarcaron los primeros portugueses), que se extiende por 80 kilómetros ininterrumpidos de playa en el sur del estado de Bahía, tentando a toda clase de viajeros de todo el mundo.
Hasta 1990, Porto Seguro era una aldea de pescadores con calles de tierra y algo de turismo que se hizo conocida en el mundo gracias a un baile muy sensual que se bailaba frente al mar. El boom se comenzó a gestar en 1987, cuando la lambada hizo furor en todo el mundo gracias al hit del grupo multiétnico de origen francés Kaoma: “Llorando se fue”. El ritmo nació concretamente en un barcito llamado Maroto que estaba ubicado frente a la iglesia del vecino pueblo de Arraial d’ Ajuda, donde vivían numerosos hippies, rastafaris y artistas de muchos países europeos, entre quienes estaban unos cuantos franceses que trajeron de su país un ritmo llamado “souk”, que a su vez había llegado a Europa desde Africa de la mano de los inmigrantes. En Bahía el souk se transformó en lambada, que en realidad es una aceleración de aquel ritmo africano.
Lo que ocurrió en Porto Seguro probablemente no tenga parangón en algún otro lugar del mundo, porque de la simple moda de una canción surgió un destino turístico masivo que sobrevivió con creces a lo efímero de la moda inicial. Al observar que la lambada comenzaba a atraer cada vez más turismo –tanto brasilero como europeo–, las autoridades del lugar decidieron construir un aeropuerto que transformó de la noche a la mañana al pueblito de pescadores en una ciudad vacacional con el crecimiento demográfico más grande de todo Brasil, llenándose de resorts y hoteles de todo tipo.
Porto Seguro es la ciudad de Bahía más cercana al eje Río-San Pablo, así que el éxito fue total y su auge creció casi en paralelo con el de la lambada. Así la ciudad se convirtió en un extraño paraíso de fiesta continua y desenfrenada, de lunes a lunes en los meses de verano y casi otro tanto fuera de la temporada. Los jóvenes locales se sumaron a la fiesta y comenzaron a salir a bailar entre cuatro y cinco horas diarias. La destreza que alcanzaron con tanta práctica atrajo a empresarios europeos del espectáculo que asistían en secreto al furor de ese baile para contratar talentos y llevarlos especialmente a París. Todos los bahianos querían mostrarse y mejorar sus habilidades buscando aventuras y una salvación económica en Europa, al punto de que sus padres los estimulaban a ir a bailar como una alternativa milagrosa para salir de la pobreza.
En la cresta de esta ola de gloria efímera estaba el cuerpo de baile del grupo Kaoma –donde sobresalían los hermanos bahianos Didí y Brazil–, quienes tocaron el cielo con las manos al grabar un videoclip en Ibiza que se vio en los canales de todo el mundo. Más de cien bailarines locales lograron arañar el sueño europeo –que llegó con suculentos contratos–, cuyas ganancias dilapidaron con el mismo furor y desenfreno del erótico baile. Hasta que la burbuja estalló, por supuesto. La moda literalmente se murió en lo que dura un parpadeo, desplazada por otros éxitos mucho más pasajeros, así que hubo que hacer las maletas y regresar a casa. Pero en casa también la fiesta había terminado, los ahorros europeos duraron por un tiempo, y todo volvió a la normalidad. Hoy en Porto Seguro no hay un solo lugar donde se baile lambada y muchos de aquellos bailarines cayeron en profunda depresión y algunos en la marginalidad. Así la breve pero intensa vida de la lambada, que nació en Arraial, se desarrolló en las discotecas al aire libre frente al mar de Porto Seguro hasta 1995, y desapareció finalmente entre 1997 y 1998.
El hecho es que gracias a esta extraña conjunción entre la aparición de un nuevo ritmo y un nuevo aeropuerto, se consolidó un destino turístico con un perfil de fiesta continua, que si bien ya no es al ritmo de la lambada, prosigue ahora al ritmo más sencillo del axé, que no se baila en pareja sino en forma individual y grupal, siguiendo las coreografías que desarrolla un grupo de baile e instrumental sobre un escenario al aire libre. Una de estas playas-discoteca es Barramares, que tiene 7 mil metros cuadrados, mil mesas y capacidad para 4 mil doscientas personas que disponen de un gran playón de concreto donde bailar.
Porto Seguro sigue siendo un lugar de conquistas amorosas y desinhibición, algo así como el Bariloche de Brasil, donde van los grupos de egresados. La temporada alta es en los meses de julio, octubre, enero y febrero, y fuera de estos meses se puede gozar de la tranquilidad que escasea en los momentos de mayor algarabía.
Del otro lado del río Buranhem –que se cruza en diez minutos de balsa–, se encuentra frente a Porto Seguro otra aldea de pescadores junto al mar que comenzó a tener su conversión turística con la llegada del aeropuerto a Porto Seguro, aunque la transformación se dio de una forma mucho más ordenada y pequeña. De todos modos, ya desde 1972 Arraial había comenzado a ser un lugar muy cosmopolita cuando alrededor de 300 hippies la eligieron como morada para sus experimentos de vida en comunidad. Muchos de ellos ahora han instalado hermosas posadas de playa rodeadas por la naturaleza. Y al mismo tiempo muchos extranjeros que se habían instalado en Porto Seguro para trabajar en turismo se mudaron al otro lado del río para recuperar en Arraial la tranquila bohemia perdida para siempre en la ahora bullanguera Porto Seguro.
Hoy en día Arraial es un lugar más selecto que Porto Seguro, y además de ex hipies hay una buena cantidad de ex yuppies que abandonaron el mundo empresarial para dedicarse a la contemplación del mar. Y si bien este poblado no permanece ajeno al turismo masivo, ha logrado mantener el encanto de su ambiente original.
Es considerada por unanimidad una de las dos o tres playas más bonitas de todo Brasil. Queda a 62 kilómetros de Porto Seguro y tiene un acceso difícil, entre una hacienda de búfalos y caminos de tierra que la protegen de la civilización. Se llama Espelho y es también una de las más caras y exclusivas de todo el país, por supuesto. Hay apenas seis posadas con diez habitaciones cada una, ubicadas frente al mar donde se forman traslúcidas piscinas naturales cuando se retiran las aguas. No hace falta alojarse en el lugar para visitar esta playa, aunque un traslado hasta allí cuesta alrededor de 300 pesos ida y vuelta. Luego no hay otra cosa más que playas infinitas para caminar en un perfecto nivel de intimidad, sin absolutamente nadie más a la vista, ni al frente ni detrás. A la derecha está el insondable mar, y a la izquierda el manto verde de la “mata atlántica” que se pierde en la lejanía; un perfecto edén natural.
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