turismo

Domingo, 23 de octubre de 2005

SICILIA > UN VIAJE LITERARIO A PALERMO

En la ciudad de “El Gatopardo”

Crónica de una visita a la capital siciliana, siguiendo un itinerario por los palacios donde vivió y los cafés y librerías que frecuentó Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el autor de la novela El Gatopardo, más conocida en todo el mundo por la inolvidable película de Luchino Visconti.

Por Matthew Hoffman *


Me enamoré de Sicilia después de leer El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Me fascinó esa isla que nunca había visitado. La novela, publicada por primera vez en 1959 y luego convertida en una exquisita película por Luchino Visconti, se basa en la vida de su bisabuelo y transcurre en lugares que Lampedusa conoció cuando era niño. Fue la destrucción de su casa ancestral en Palermo, por las bombas de Estados Unidos, el 5 de abril de 1943, lo que convirtió a este aristocrático diletante de la literatura en un escritor. Quiso poner en palabras un mundo que había sido destruido por el tiempo, así como por la guerra. Qué mejor manera, pensé, de conocer Palermo que seguir los pasos de Lampedusa, de buscar los sitios conectados con el hombre, la novela y la película.

Sabía que muchos de los recuerdos de Lampedusa sobreviven y que, en muchos casos, tal itinerario me llevaría a través de las curiosas áreas de la ciudad. Llegando a Palermo un sábado alrededor del mediodía, me registré en un pequeño hotel en Piazza Marna, no lejos del histórico puerto La Cala, y me fui a caminar para orientarme. Es difícil orientarse cuando todo es desorientador y nuevo. Tomemos los árboles en el Jardín Garibaldi, que ocupa el centro de la plaza. Técnicamente, según la Guía Azul de Sicilia, son “enormes ficus magnolioides”, pero darles un nombre a esos gigantes exóticos no hace nada por domar su apariencia maravillosa.

El sábado debe ser un día de casamientos en Palermo, porque la Piazza Marina estaba repleta de novias y novios sacándose fotos entre los árboles. Las novias, grandes y bellas de blanco, son como frutos exóticos floreciendo; pero sus maridos, más pequeños y nerviosos, vestidos con ajustados sacos negros con grandes botones, están relegados a sus roles de acompañantes. Mientras camino atravesando las iglesias, los invitados salen de los atrios; en una, Santa Maria della Catena, están precedidos por un grupo de hombres con oscuros anteojos de sol que se abanican mientras miran hacia afuera todo el tiempo. Surgen fantasías de la mafia, pero, ¿son fantasías?

Desde la alta iglesia barroca de La Pietà, sobre la via Buttera, frente a la última casa de Lampedusa, la novia y el novio se detienen en lo alto de las escaleras para ser admirados por sus familias; de pronto, un fuerte ruido y después un revuelo de palomas sueltas que vuelan hacia el cielo, sobre las aguas azules del mar Tirreno.

El domingo a la mañana, como todos mis días en Palermo, amaneció claro y con sol. En vez de casamientos, los domingos se celebran en las iglesias las primeras comuniones, y los niñas vestidas con trajes blancos pasean con sus padres en carruajes tirados por caballos por las angostas calles. Cruzo la Piazza Marina y me dirijo por la calle Pappagalla hacia el Parque Literario Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Hay cuatro de esos parques en Sicilia dedicados a Giuseppe Tomasi, Luigi Pirandello, Salvatore Quasimodo y Leonardo Sciascia. En el parque hay un pequeño café donde tomo algo fresco y me siento en una mesa afuera con un libro de fotografías de la vida de Lampedusa. También elijo un par de itinerarios sugeridos, que usaré para explorar el Palermo de Lampedusa. Cerca del parque está el principal museo de arte de Palermo, el Palazzo Abatellis, y ahí están dos de los mejores cuadros que he visto. Uno, un pequeño fresco en la pared del siglo XV, El triunfo de la muerte, muestra un hombre esquelético a caballo lanzando flechas mortales a cléricos, nobles y laicos que festejan. La cabeza del caballo, también esquelética, tiene reminiscencias del Guernica de Picasso. L’Annunziata de Antonello da Massina es lo opuesto a El triunfo... en todo, salvo en calidad. Es un retrato íntimo de una mujer envuelta en un manto: mira hacia arriba para recibir con una mano alzada el mensaje del arcángel Gabriel.

A la tarde cambié de hotel por otro próximo a las ruinas del Palazzo Lampedusa. Está cerca de donde Giuseppe Tomasi creció hasta que las bombas lo obligaron a buscar un lugar nuevo, menos feliz en la via Buttera. Todo lo que queda del palacio en la via Lampedusa son los muros perimetrales, de dos pisos de altura. Las grandes entradas, lo suficientemente anchas como para permitir que los carruajes dieran vuelta en la angosta callejuela para entrar en su patio, están bloqueadas. Los 60 años transcurridos les han dado tiempo a los árboles para crecer lo suficientemente altos como para espiar por sobre los muros. Pero la atmósfera no es melancólica sino que invita a un descanso apacible.

Via Bara all’Olivella cruza via Lampedusa para formar el borde norte del palacio. Durante la niñez de Lampedusa, como lo recuerda en sus memorias, via Bara “era una callejuela pobre con escuálidos sótanos, y era deprimente caminar por allí”. Ahora hay negocios de artesanía y ateliers, incluyendo un taller y un teatro para uno de los más conocidos titiriteros de Palermo, la familia Cuticchio. L’opera dei pupi (el teatro de marionetas de Sicilia) es famoso y con razón, como descubrí esa noche cuando fui a una representación en via Bara de un show que mostraba a los caballeros de la corte de Carlomagno en busca del honor y la gloria. La calidez y el arte del espectáculo era atrapante, delicioso para niños y adultos por igual.

El famoso museo arqueológico de Palermo queda en via Bara all’Olivella y a la mañana siguiente examiné las reliquias de los fenicios, los púnicos, los griegos, romanos y sarracenos en Sicilia antes de lanzarme a almorzar al Bar Mazzara, el destino habitual de Lampedusa cuando estaba escribiendo El Gatopardo. En realidad, se dice que escribió gran parte del libro ahí, pasando días fuera de su casa en via Buttera, mientras su mujer (que era psicoanalista) atendía a sus pacientes. En la planta baja del Bar Mazzara se puede ordenar picadas como croquetas de arroz, o elegir entre una gigantesca selección de postres. El café en el primer piso ofrece sabrosos almuerzos. El lugar es muy popular todavía entre los lugareños, como lo es la librería cercana, Flaccovio, donde Lampedusa revisaba todos los días los anaqueles.

El Palazzo Lampedusa está de espaldas a uno de los tesoros de Palermo, el Oratorio di Santa Città. Aquí, como dice la guía que compré en Flaccovio, uno se puede maravillar con “las alegres fantasías de los estucos”. Giacomo Serpotta, que decoró las paredes de esta capilla entre 1686 y 1718, es el Giotto del trabajo de estuco; sus cuadros religiosos y seculares son una mezcla soberbia que encanto y habilidad. Se puede ver más de su trabajo en el camino que desciende al Oratorio del Rosario, en Via dei Bambini; ésta también es la ruta que el príncipe de Salina tomó camino al gran baile en el Palazzo Pontelone, en la Piazza San Domenico.

La brillante escena del baile de la película de Visconti fue filmada en el Palazzo Valguarnera-Gangi, en Piazza Croce dei Vesprie. El palacio no está abierto al público, aunque la sala de baile se puede alquilar, con la comida y los trajes, para aquellos con el dinero necesario y el placer por montar sus propias fiestas ahí. Concluí mi semana yendo a ver la tumba de Lampedusa y su mujer, en el Cimitero di Cappuccini. Descansan en una tumba de mármol, con una inscripción simple, rodeados por una reja de hierro. Una maceta de terracota con un geranio y unas pocas flores en una urna de mármol son la única decoración; un triste contraste con la profusión de flores y tributos que decoran la mayoría de las otras tumbas. Supongo que aunque Giuseppe Tomasi di Lampedusa tiene muchos admiradores, no tuvo descendientes: era único hijo y no tuvo hijos.

Fue la literatura lo que me llevó a Palermo, no sólo la ficción de Lampedusa sino la escritura de viajes de Peter Robb y Norman Lewis y la historia de la mafia moderna de Alexander Stiles. Pero, aunque cada uno de estos escritores pinta un lienzo muy vívido, nada me había preparado para la realidad de la ciudad, la forma irreductible en que la luz, los gustos, la gente, los edificios y el paisaje combinan para satisfacer los sentidos y el intelecto. Para el turista con una inclinación cultural, no podría ser mejor z

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Arte en las plazas de Palermo. Grupo escultórico de la Fuente Pretoria.
 
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