Domingo, 27 de noviembre de 2005 | Hoy
TURISMO ACTIVO > RAFTING, KAYAK, CANOPY, CANYONING Y CABALGATAS
Dejando atrás el asfalto, paseos y excursiones por lagos, ríos y montañas para disfrutar a pleno toda la belleza del Parque Nacional Nahuel Huapi. A bordo de un velero o de un gomón, montando a caballo, remando en un kayak, practicando rappel en cascadas o “sobrevolando” un bosque de coihues, un viaje muy activo por los alrededores de Bariloche.
Por Julián Varsavsky
La mejor forma de abordar la belleza virginal de algunos de los rincones más apartados de Bariloche es... dejar atrás el asfalto. ¿Por qué? Porque al lanzarse a la aventura de recorrer lagos, ríos y montañas fuera de ruta se pueden conocer más íntimamente sus asombrosos paisajes. Y al mismo tiempo, aprender o practicar actividades deportivas en la privilegiada naturaleza de los Andes patagónicos. Para ello, sólo se trata de elegir o combinar excursiones a caballo, en kayak por un lago, en balsas de rafting o hacer trekking y rappel por agrestes senderos y arroyos.
Hace unos años nació en Francia una actividad que combina trekking y rappel llamada canyoning, que desde Bariloche se realiza en los alrededores del arroyo de la Virgen, cerca de Colonia Suiza. La excursión comienza a las diez de la mañana con un trekking de ascenso leve que dura 45 minutos hasta que en cierto lugar la vegetación se hace muy espesa y hay que avanzar chapoteando por un arroyo que baja frío y cristalino desde las alturas de la montaña. Por eso se usa traje de neoprene. Con la ayuda de unas cuerdas y arneses se sortean grandes rocas y troncos caídos hasta que finalmente llega el momento emocionante de descender un salto de agua de 45 metros con la técnica de rappel, es decir, bajando por la pared de roca asegurado a un arnés, como caminando hacia atrás con los pies apoyados en la piedra. Y con la complicación de que por momentos el agua del salto da de lleno en la cara. Pero la aventura no termina allí. El siguiente paso es tirarse sentado por un tobogán natural de agua.
Después de un almuerzo liviano, el paseo continúa con dos horas de caminata por un cañón rocoso para terminar en el lago Moreno donde todos se zambullen a nadar. Allí, junto al lago y al pie de la montaña, se disfruta de un pic-nic al aire libre y se reponen energías, descansando bajo el sol antes de emprender el regreso.
En los terrenos de la estancia El Fortín Chacabuco –ubicada a 23 kilómetros de Bariloche–, se realiza una cabalgata que permite conocer el relieve semiárido de la estepa patagónica. La estancia es un típico establecimiento patagónico rebosante de actividad, dedicada a la cría y reproducción de ganado con inseminación artificial y la esquila de ovejas. Desde el casco, la cabalgata parte a paso lento hacia la ladera del cerro Tortuga. Pisoteada por los pingos, se ve la vegetación rala de la estepa, con pastos como el coirón, la rosa mosqueta y una mata llamada espinillo negro. Luego se atraviesa un denso pinar (no es autóctono) y más arriba un bosque de transición donde predominan los cipreses de la cordillera. En un día de suerte, los jinetes podrán ver manadas de guanacos, o un zorro solitario buscando comida o, a lo lejos, las cornamentas de algún ciervo rojo que se pierde en la espesura. Después de recorrer 10 kilómetros en casi dos horas, llega el momento más esperado: un suculento asado con vino tinto en el casco de la estancia.
El río Manso es el principal lugar de Bariloche para la práctica de rafting. En oposición a su nombre, el Manso es un río furioso y accidentado que reúne las condiciones ideales para esta disciplina. El paseo, ideal para hacerlo en familia, es una salida de día completo que comienza a la 10 de la mañana y termina a las 19 horas, recorriendo en auto los lagos Mascardi y Gutiérrez. En esta excursión por el Parque Nacional Nahuel Huapi, que pasa por la laguna Huala Hue, se desciende por un camino boscoso hasta el lago Steffen, donde nace el río Manso Inferior. Allí comienza la navegación por unas aguas bastante tranquilas que permiten disfrutar del bosque andino-patagónico en todo su esplendor. Este primer tramo incluye un agradable chapuzón en una playita de arenas blancas y un delicioso almuerzo al aire libre. En el segundo tramo se navega por rápidos clase II y III que le agregan emoción y vértigo al paseo.
Los kayaks que se utilizan en Bariloche para las excursiones turísticas son del tipo de travesía, es decir que son más largos, tienen dos puestos –uno es para el guía– y portan dos estancos impermeables donde se guardan la carpa y los alimentos. Generalmente, estas excursiones se realizan en el lago Gutiérrez.
Los lagos para las excursiones suelen ser elegidos por los guías según diversos factores. Por un lado depende del clima. En los días más ventosos el ideal es el lago Gutiérrez, ya que está rodeado por la imponencia majestuosa de los cerros Catedral, Otto, Ventana y Carbón, en cuyas laderas proliferan los bosques de ciprés y coihue. Al estar protegido por las montañas, el Gutiérrez tiene menos olas, un aspecto importante para quienes prefieren paseos sin sobresaltos. Las otras alternativas suelen ser los lagos Nahuel Huapi y Moreno. La excursión tradicional dura medio día con unas dos horas de ramada. El paseo incluye una parada en alguna playita desierta para tomar una merienda con té y mate.
Un nuevo tipo de actividad turística está cobrando auge en el amplio abanico de alternativas de Bariloche. Es el canopy, una aventura apta para todo público originaria de Costa Rica que fue adoptada primero en la provincia de Misiones, después en Neuquén, y ahora también en Río Negro.
La excursión se realiza en las afueras de la ciudad, a 17 kilómetros del centro. Una camioneta recoge a los turistas en la puerta del hotel y los lleva hasta el lugar indicado, pasando el lago Moreno. Una caminata de 20 minutos por el bosque conduce hasta la primera plataforma de canopy, ubicada casi a ras del suelo para facilitar una práctica. El sistema tiene sus complejidades y una serie de rigurosas medidas de seguridad ya que se trata de cruzar el bosque suspendido de un arnés, uniendo pares de árboles situados a cien metros de distancia uno del otro. Para ello, hay que subir a una plataforma de madera instalada en el punto más alto de un bosque andino patagónico, en lo que los biólogos denominan el estrato superior. Antes de dar el salto con la misma técnica de la tirolesa –que se usaba en el Tirol para unir dos barrancos cercanos entre sí–, es inevitable detenerse unos momentos ante la novedosa visión de poder contemplar desde esa altura las copas de coihues. Una vez dado el primer salto, se cruza de un árbol a otro a toda velocidad, colgado del arnés. La adrenalina que se descarga en ese “paseo” hace lanzar a casi todos un alarido que retumba hasta en lo más recóndito del bosque. En total hay ocho plataformas en desnivel decreciente, que abarcan un recorrido de 1800 metros. En el último tramo se realiza un vertiginoso “sobrevuelo” a 40 metros de altura sobre un gran cañadón.
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