Domingo, 4 de diciembre de 2005 | Hoy
AUSTRALIA > EN EL CENTRO DE LA ISLA-CONTINENTE
Un inmenso desierto ocupa el corazón de Australia, con centro en la mítica Ayers Rock. Alice Springs, la principal ciudad de la región, es la puerta de entrada a este territorio que alberga tesoros de fauna y flora y preserva culturas aborígenes.
Por Graciela Cutuli
Una inmensidad roja ocupa el centro de la isla-continente de Australia, cuya increíble diversidad va desde los bosques tropicales del nordeste, junto a las costas de la Barrera de Coral, hasta las verdes montañas de Tasmania y el “lejano oeste”, con sus cowboys estilo “aussie” que –como sus pares norteamericanos– cantan canciones country y se sienten los pioneros de ese mundo que vivió también la fiebre del oro. El desierto es parte de lo que los australianos llaman el “outback” que cubre en verdad casi todo su mapa, salvo las costas del sur y el este, donde se concentró la mayor parte de la población. El outback es un mundo aparte, como logró retratarlo la comedia australiana Priscilla, la reina del desierto, donde el paisaje polvoriento y solitario, siempre bajo el rayo del sol y apenas quebrado por algunos arbustos, tenía el valor de un personaje más. También fue el hábitat tradicional de los aborígenes, hoy relegados a lo más bajo de la escala social, una de las deudas que la rica Australia tiene para con sus pobladores originales, como tantos otros territorios colonizados en el mundo. El oro del interior australiano, y sus minas de piedras preciosas y semipreciosas –como el ópalo, la piedra nacional– hicieron también a la riqueza del país e impulsaron los primeros asentamientos en las zonas más remotas. Hoy día todo el territorio puede recorrerse en auto, tomando la precaución de averiguar dónde cargar combustible, en ómnibus (muchas veces con excursiones que tienen todo organizado para acampar en el “bush”), en tren –gracias al legendario Ghan, que atraviesa el desierto de sur a norte– o en camello, ya que todavía viven en estado salvaje los descendientes de los primeros ejemplares llevados desde el norte de Africa.
Alice Springs, la ciudad situada en el centro geográfico de Australia, existe gracias a la instalación, en 1871, de una línea de telégrafos (hoy la estación original, en las afueras del centro, fue convertida en museo). Y si le debe la existencia al telégrafo, el nombre se lo debe a Alice Todd, la mujer del administrador del telégrafo en la ciudad de Adelaida, en el sur de Australia. En verdad Alice Springs está situada en el medio de la nada, y en eso está su encanto: desierto por los cuatro costados, y a pocos kilómetros monumentos naturales de piedra como Ayers Rock (Uluru para los aborígenes) y The Olgas, llamativas afloraciones rocosas de esta región, que reúne todo el sur del llamado “Territorio del Norte”, ya que se extiende desde el centro del país hasta las norteñas costas de Darwin (la región de Cocodrilo Dundee, para hacer referencia a otra conocida película australiana que puso los paisajes del Territorio del Norte en las pantallas grandes de medio mundo).
Alice Springs (simplemente “The Alice”, para los locales) es una ciudad pequeña, permanentemente soleada, consagrada al turismo y donde es habitual ver grupos de aborígenes relativamente occidentalizados. Sobre todo, es un importante centro de artesanías y arte aborigen “certificado”, ya que las imitaciones son comunes por todas partes. La forma de arte más característica es una suerte de puntillismo, dibujos de elementos del paisaje y de la mitología local realizados gracias a la unión de pequeños puntos, con colores armoniosos donde predominan los tonos de la tierra. También son clásicos los bumeranes volvedores (no todos lo son, sino que depende del diseño tanto como de la habilidad del lanzador) y los instrumentos musicales como el “didgeridoo”, cuyo sonido grave y profundo, con ecos que parecen venir de lo más profundo de los tiempos, suele escucharse de parte de intérpretes callejeros en las calles de Alice Springs y otras ciudades de Australia. Aquí también florecen los restaurantes de comidas típicas, que ofrecen a los turistas la posibilidad de probar carne de canguro y otros ingredientes propios de la rica y exótica fauna y flora de la isla-continente.
Desde Alice Springs sale todo tipo de excursiones hacia el desierto central australiano. La industria turística tiene unnivel de desarrollo altísimo, y tanto se encuentran opciones de aventura como salidas cinco estrellas con todo organizado: lo que no varía es la hermosura, soledad e inmensidad del paisaje, tal vez uno de los más exóticos y hermosos del mundo. Sin embargo, a las puertas de la propia ciudad hay un parque temático, consagrado al desierto, que vale la pena visitar con detenimiento: es el “Desert Park”, donde se organizaron en diversos sectores los distintos hábitats de la región, con su variedad de flora y fauna. Recorriendo a pie el parque –de una extensión tal que la visita puede llevar un día completo para aprovecharla a fondo– se podrá ver toda clase de aves, flores y reptiles, que en libertad plena sería muy difícil observar. Sus 1300 hectáreas son adyacentes al MacDonnell Nacional Park, un sitio de gran importancia cultural para los habitantes nativos. Para quienes estén más interesados en el tema, es posible hacer visitas guiadas con aborígenes, tal vez los más sensibles a la hora de transmitir los atractivos y significaciones de este parque del desierto.
El “Desert Park” está organizado en tres hábitats (“Sand Country”, “Woodland” y “Desert Rivers”), que concentran más de 400 especies de plantas y 120 de animales. Cuidadosamente, en el parque se atrae a la fauna salvaje para ofrecerles refugio y alimento, de modo que los visitantes pueden gozar de un espectáculo único: halcones y águilas que sobrevuelan un anfiteatro, llamados por los silbatos de los guardianes, para alimentarse frente a un público silencioso y asombrado, canguros y wallabies que se pasean en total libertad, y hasta trasnochadas lechuzas que se asoman curiosamente, en pleno día, como para posar expresamente frente a una legión de fotógrafos aficionados. Además, en el recinto cerrado llamado “Nocturnal Life”, siempre a oscuras y débilmente iluminado, se puede acceder a fragmentos de la vida de los animales nocturnos (aves, reptiles, mamíferos e invertebrados, incluyendo algunos marsupiales).
Desde Alice Springs se llega también al más emblemático de los sitios australianos, uno de sus pasaportes en la iconografía internacional junto a la silueta de la Opera de Sydney: se trata de Ayers Rock, o Uluru, el nombre indígena, que se está adoptando cada vez más como señal de respeto hacia la cultura nativa. De pronto, sobre la planicie roja del desierto se levanta un macizo de intenso color rojo, cuyas tonalidades van virando hacia el violeta en el anochecer, y al negro después de la lluvia. En verano, el calor es sencillamente aplastante, y puede alcanzar temperaturas superiores a los 45 grados, de modo que conviene evitar las actividades intensas entre las 10 y las 16, o bien hay que elegir épocas del año menos extremas para visitarlo. Uluru está comprendido dentro del parque nacional Uluru-Kata Tjuta (la segunda parte del nombre es la denominación aborigen de “The Olgas”, las otras formaciones rocosas sobresalientes de la región), que cuenta con un importante centro de interpretación, y hoteles situados prácticamente a las puertas del parque. El monolito tiene 3,6 kilómetros de largo y 2,4 de ancho, con una altura de 348 metros. Sorprendentemente, es una sola pieza de arenisca que se extiende a lo largo de varios kilómetros bajo la superficie del desierto. Para conocerlo se pueden seguir los caminos señalizados que lo rodean, de diversas extensiones, o intentar escalarlo (una empresa muy exigente por las alturas temperaturas, pese a que la altura no parece un desafío tan grande). Sin embargo, los aborígenes están logrando que cada vez menos gente intente ascender cada año, respetando lo que para ellos es un lugar sagrado.
A sólo 42 kilómetros, otro lugar sorprendente puede cerrar este avistaje del desierto: las formaciones de The Olgas, una serie de rocas redondeadas situadas al oeste de Uluru, en una zona totalmente inhóspita pero de enorme belleza. El conjunto incluye todo un complejo de valles y gargantas que pueden recorrerse a pie, para conocer desde el interior este otrositio sagrado, pero aún más reservado que Uluru, ya que sus tradiciones están reservadas sólo a los hombres iniciados de la tribu.
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