CHILE > DE LA ARAUCANíA A LAS TORRES DEL PAINE
El sur de Chile es un verdadero finis terrae donde se puede palpar la vida de las geografías extremas. Fuego en los volcanes, hielo en los glaciares y un mar que invade la tierra recortando su geografía en fiordos invitan a descubrirlo con corazón aventurero.
› Por Graciela Cutuli
Cuenta una vieja leyenda trasandina que cuando Dios terminó de crear las maravillas del mundo se dio cuenta de que había dejado muchos trozos sueltos. Pensativo, el Creador reunió las colinas y bosques, las montañas y desiertos, los valles, ríos y glaciares que habían quedado, y decidió no descartarlos sino reunirlos todos, como en un rompecabezas, en uno de los más remotos confines de la Tierra. Y ese rompecabezas de tamaño natural, donde el fuego convive con el hielo y la montaña con el mar, es el mapa de Chile. De los Andes al Pacífico, la naturaleza parece desbordar la estrechez del mapa para prodigarse en bellezas naturales dignas de enamorar a los viajeros. Y si hay que elegir qué extremo visitar, el verano es la mejor temporada para adentrarse en las tierras agrestes del Sur, a partir de la Novena Región, donde más se vive el mestizaje de los mapuches que habitaban originalmente estas tierras con los colonos europeos que eligieron vivir en el confín del mundo. Para recorrer hoy el sur de Chile hay que disponer sobre todo de tiempo, ya que las conexiones a veces son dificultosas por los propios accidentes geográficos de la Patagonia chilena. Pero se llegará a lugares increíbles, y se tendrá al regreso el álbum de fotos de una tierra excepcional.
El nombre de la Novena Región, la Araucanía, recuerda que esta zona preponderantemente rural, con capital en Temuco, fue territorio de la resistencia mapuche hasta fines del siglo XIX. Hoy están marginados a pequeñas comunidades, pero poco a poco están logrando recuperar el valor de sus raíces, transmitiéndolo a las nuevas generaciones.
Temuco, la ciudad industrial donde nació Pablo Neruda, es un buen punto de partida para visitar tanto la Araucanía como el distrito de Los Lagos (Décima Región) y sus pueblos mapuches. Algunos de ellos reconstruyeron sus viviendas tradicionales (las “rucas”) y las abren a los turistas, en tanto funciona en Temuco un Museo Regional de la Araucanía que traza la historia de la región. También hay en Pucón, junto al lago Villarrica, un pequeño pero interesante Museo Mapuche con piezas auténticas que ilustran la cultura del pueblo indígena.
Es una zona de Parques Nacionales, como el Conguillío, que protege bosques de pehuén (los llaman “paraguas”, por la forma) y está dominado por los 3125 metros del volcán Llaima. El volcán se puede escalar, y durante el invierno se esquía en la cara Oeste. Otro de los conos característicos del paisaje de la Araucanía es el volcán Villarrica, junto al lago del mismo nombre, donde se levantan las localidades de Villarrica y Pucón. Las dos son punto de partida para numerosas opciones de turismo aventura: el ascenso al cráter del volcán, esforzado pero impresionante, rafting en el río Liucura, trekking en los Parques Nacionales Huerquehue y Villarrica, cabalgatas y canopy, una nueva variante que permite moverse por las copas de los árboles. Para elegir la época, hay que tener en cuenta que el verde de la región se debe a la humedad y las lluvias; por lo tanto, conviene el verano, aunque en otoño e invierno, cuando predomina la bruma sobre el lago, Pucón y Villarrica tienen el encanto de los pueblos solitarios.
En los alrededores del lago hay muchos más lugares para visitar: las termas de Huife, en el río Liucura; las Termas de Palguín, al sudeste de Pucón; y las Termas Geométricas, realizadas en forma de homenaje de la geometría a la naturaleza, en medio de un bellísimo paisaje.
Vista en un mapa, la región que sigue al Sur es un salpicado de lagos entre montañas: Calafquén, Ranco, Puyehue, Rupanco, Llanquihue, matizados por otros tantos conos volcánicos. Su presencia se hace sentir en las negras arenas de las playas de Licán Ray y Coñaripe, todos centros turísticos veraniegos, mientras Valdivia –situada frente al Pacífico– despierta interés por la historia de su fundación y la herencia de la colonización alemana. Parte de la ciudad fue destruida por el terremoto de 1960, pero aún conserva su encanto antiguo y, sobre todo, una tentadora gastronomía de aire centroeuropeo. En los alrededores quedan fuertes españoles (el principal es el Fuerte de Corral), y se puede visitar el centro turístico de Panguipulli, que ofrece una hermosa vista del volcán Choshuenco. Del otro lado del mapa de la Novena y Décima Región se ven las ciudades argentinas de Aluminé, Junín de los Andes, San Martín de los Andes, Villa La Angostura y Bariloche. Desde aquí parten generalmente excursiones, con ida y vuelta en el día, a Osorno, cuyo espléndido volcán domina el paisaje de todo el recorrido, y de dos días hasta Puerto Montt.
La generosa naturaleza chilena se despliega en Aisén, la Undécima Región, como un abanico de fiordos, islas y glaciares que, si uno cerrara los ojos y los volviera a abrir sin saber a dónde fue llevado, le harían creer que se encuentra en Noruega o Alaska. Su belleza no la hace exenta de obstáculos y dificultades de conexión, como si hubiera querido quedar lo más aislada posible para preservar su belleza natural. No en vano circuló también por aquí la leyenda de que en esta región se encontraba la Ciudad de los Césares. Hermosa, pero inaccesible. Por Aisén hay que moverse en avión y ferry, y lo mejor es alquilar un auto para recorrer las localidades de la Carretera Austral.
El punto de partida es Coyhaique, la capital regional, al pie del cerro Macay. Allí, cada temporada tiene lo suyo: el invierno, el esquí en los centros de El Fraile y Los Maillines; y el verano, las salidas de pesca, con una temporada que se extiende en general de noviembre a mayo en la mayoría de los lagos y ríos. Las mejores vistas de Coyhaique son desde la Reserva Nacional homónima, con bosques de coihue y lenga, y donde se pueden recorrer los senderos naturales de Laguna Verde y Laguna Venus. El cercano Monumento Natural Dos Lagunas es muy interesante para el avistaje de aves, y también vale la
pena conocer la localidad de Puerto Chacabuco (es uno de los puertos de acceso a la región más visitados), levantado en el extremo Este de un estrecho fiordo.
La estrella turística de Aisén, sin embargo, es el Parque Nacional Laguna San Rafael, el más grande de la región. Es un lugar excepcional, que abarca los Campos de Hielo Norte, sus glaciares, lagunas, ríos y fiordos, y merece sin duda el viaje hasta esta región remota pero espectacular. En este Parque Nacional se encuentra el pico más alto de los Andes del sur, el Monte San Valentín, que supera los 4 mil metros de altura. En sí, la Laguna San Rafael es un brazo prácticamente cerrado, cuyo ventisquero desprende regularmente enormes bloques de hielos milenarios. Los témpanos flotan en aguas de la laguna, en continuo movimiento, formando un paisaje cambiante y misterioso. Se visita entre septiembre y abril, y no importa que sea pleno verano: la temperatura promedio es de ocho grados, de modo que siempre hay que andar bien abrigado si se quiere recorrer el Parque y sus senderos de excursión, que llegan hasta la base del glaciar atravesando un bosque siempre verde y de gran belleza.
Predominan cipreses y lengas, mientras la fauna brilla por gran cantidad de aves –cisnes de cuello negro, cauquenes, patos, cormoranes– y mamíferos como zorros, coipos y pudúes, aunque son escasos por el clima, y difíciles de ver. La “punta de riel” de Aisén es Cochrane, 345 kilómetros al sur de Coyhaique, donde termina la Carretera Austral. Al oeste se encuentran los últimos tramos del Campo de Hielo Norte, y hacia el este el Lago Cochrane (llamado Pueyrredón del lado argentino). Lo que sigue hacia el sur es Magallanes (o Duodécima Región), la última de Chile, a la que se llega por tierra sólo a través de la Patagonia argentina.
La capital de la última región chilena es Punta Arenas, una importante ciudad y puerto que sorprende escuchar en esta zona extrema del mundo. Aquí llegan los vuelos que permiten acceder por víaíaaérea a la Duodécima Región, en tanto se llega por mar a través de los canales patagónicos desde Puerto Montt, y por tierra sólo desde la Argentina por cinco pasos fronterizos: Monte Aymond, Río Don Guillermo, Casas Viejas, Dorotea y San Sebastián.
El centro de Punta Arenas es el de una elegante ciudad recostada en la riqueza ganadera que le dio su esplendor en el siglo XIX: sus edificios de estilo francés, en torno a la plaza central, le dan un elegante aire decimonónico que persiste, aunque la industria de la lana dio paso hoy a la riqueza procedente de la industria energética. En los alrededores se visita el Fuerte Bulnes, testimonio de los primeros intentos de ocupación a mediados del siglo XIX, y dos colonias de pingüinos: Seno Otway y Parque nacional Los Pingüinos (sólo se llega en barco).
Partiendo de Punta Arenas con rumbo norte se llega al lugar más cotizado de la región, el Parque Nacional Torres del Paine, pasando antes por la ciudad portuaria de Puerto Natales, situada en la costa este del Seno Ultima Esperanza. Puerto Natales, aparte de su encanto propio, es también el mejor punto de partida para conocer la Cueva del Milodón y el Parque Nacional Bernardo O’Higgins. Si se elige, en cambio, cruzar la frontera hacia el lado argentino, se llegará hasta la ciudad minera de Río Turbio y el Parque Nacional Los Glaciares.
Mientras se permanezca del lado chileno, no hay que dejar de visitar Torres del Paine: este espléndido macizo montañoso situado en el continente y separado de los Andes ofrece toda clase de senderos de diversas dificultades para adentrarse en bosques y valles, algunos prácticamente vírgenes, dominados por los picos de granito de más de 2 mil metros de altura que dan nombre al Parque. Allí se encuentra uno de los Hoteles Explora, concebidos en perfecta integración con la naturaleza (el otro está en Atacama), pero también hay hosterías más accesibles y se puede acampar en algunos lugares autorizados. En Torres del Paine no sólo atraen la belleza natural de los lugares, que realmente merecen el viaje, sino también la facilidad de acceso a la fauna: como en pocos otros lugares, se pueden ver confiados tropeles de guanacos a pocos metros de distancia, zorros, aves y hasta cóndores que a veces bajan a comer y se acercan notablemente a la lente de las cámaras. Por eso es uno de los lugares preferidos del turismo internacional que recorre las rutas del sur de Chile, y de los amantes de la naturaleza que quieren verla como si aquel Dios de la leyenda recién terminara de unir las piezas del rompecabezas que forma el extremo austral chileno.
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