Domingo, 26 de marzo de 2006 | Hoy
TIERRA DEL FUEGO > EL ACUARIO DE USHUAIA
En la ciudad de Ushuaia se visita el único acuario que existe para observar una muestra de la fauna subacuática de los mares australes, un verdadero bestiario con referencias oníricas donde sobresalen los tritones, las centollas de hasta un metro de ancho, el tiburón pintarroja, el bogavante, los trofones y el torito de mar.
Por Julián Varsavsky
Es algo así como el submundo del fin del mundo; lo más oculto de lo más lejano. Allí viven las especies menos conocidas del fondo del mar, entre las aguas más frías y bajo una de las superficies más ventosas y menos hospitalarias del planeta. A decir verdad existen excursiones de buceo para ver en directo esta larga serie de moluscos, bivalvos y crustáceos que a veces son sencillamente extraños, otras son elegantes y sutiles en sus ondulaciones y en ciertos casos llegan a tener rasgos rayanos en la monstruosidad. Pero para ver con comodidad a estas especies no hace falta sumergirse en las frías aguas australes sino que alcanza con acercarse hasta el Acuario de Ushuaia, el único en el mundo donde se puede observar viva la fauna submarina de los océanos del hemisferio sur.
Las salas en penumbra del acuario tienen algo de onírico e irreal. Detrás de los vidrios suceden extrañas situaciones protagonizadas por seres “fantásticos”, que por lo general nunca aparecen reflejados en los documentales submarinos que se ven por televisión, donde la prioridad la tienen las coloridas aguas caribeñas. En el sur, en cambio, todo es más frío, oscuro y menos colorido.
Tras el vidrio de los estanques los movimientos pertenecen claramente a otra dimensión –a veces lentos y otras tan rápidos que escapan a la vista–, igual que en los sueños. Algunas de estas imágenes son atroces vistas desde la razón, y es precisamente por ello que atraen nuestra atención. En el estanque de las centollas –que son como cangrejos gigantes, quince veces más grandes que los que se ven en la playa–, una de ellas ataca con sus pinzas a otra más joven para comérsela. Lo que sucede es que la adolescente ha cambiado su caparazón –todas lo hacen una vez al año–, y por lo tanto la nueva protección es frágil y no cumple su función. Es así como una de las más grandes –acaso uno de sus padres– se aprovecha de la situación y su instinto de matar la convierte en caníbal.
A pocos centímetros de la escena anterior –en el mismo estanque, que parece un coliseo romano–, un centollón se trenza con un cangrejo araña que tiene diez terroríficas patas articuladas de 20 centímetros que parecen cubrir a este guerrero del mar como una armadura medieval. Pero los asesinatos más violentos y al mismo tiempo imperceptibles a la vista los cometen en cámara lenta los trofones, unos caracoles carnívoros muy voraces que se posan sobre una almeja u otro caracol. Entonces liman las defensas de su víctima con una rádula y abren un agujerito por el cual les absorben la sustancia viva atrapada en su propio cuerpo hasta vaciarla.
El Canal de Beagle es un surco glaciario sobreimpreso en un valle longitudinal de la cadena montañosa fueguina, que tiene una profundidad media de 180 metros y alcanza los 400 metros en ciertos lugares. En el Acuario de Ushuaia se busca reproducir el ecosistema típico subantártico de este canal dentro de las viejas instalaciones de una planta procesadora de centollas y mariscos que cerró hace 15 años. Para ello, en el año 2000 un grupo de biólogos y técnicos conservacionistas decidieron llevar a cabo un programa que, además de su función didáctica, es un centro de repoblación de especies submarinas en peligro de extinción.
Las diferentes salas con estanques vidriados fueron dispuestas de acuerdo con el sentido evolutivo de las especies, comenzando por las más simples como las anémonas y los nudibranquios (con las branquias al desnudo), que a simple vista son casi imperceptibles. Más adelante están los bivalvos –cholgas, mejillones y cirrípedos–, y luego los equinodermos. Entre estos últimos se cuentan los erizos y las estrellas de mar, cuyo cuerpo de cinco brazos oscila entre los 3 y los 20 centímetros. En cada brazo las estrellas tienen ramificaciones nerviosas y órganos de los sentidos que son unos tubitos llamados podia, que terminan en ventosa y los utilizan para atrapar a sus presas. Pero lo más llamativo es que si por alguna razón les es arrancado uno de estos brazos, por un lado se pueden regenerar y por el otro pueden dar vida a un nuevo cuerpo entero.
Cerca de las estrellas de mar andan los moluscos gasterópodos –o sea los caracoles–, entre los que se puede ver a dos tritones apareándose (los huevos transparentes quedan pegados en el vidrio del estanque). En la sala de los crustáceos el más curioso es el cangrejo ermitaño, que nace sin caparazón pero se busca uno entre los restos de algún caracol. Por eso es que en el estanque se ven caracoles con tenazas que a su vez llevan encima un par de cirrípedos, otra clase de crustáceos que viven sobre el caracol ya apropiado por el cangrejo. Una vez que crece el cangrejo abandona el caparazón y se busca otro que lo cobije mejor.
En la sala de los crustáceos está el impresionante estanque de las centollas, con sus caparazones y sus pinzas de color bermejo que las convierten en el bicho más horrendo del fondo del mar en este lugar. Sus patas extendidas miden hasta un metro de lado a lado y sus pinzas dentadas parecen capaces de arrancarle medio pulgar a una persona que las llegara a pisar.
Una de las especies comunes en el Beagle es el Pseudoechinus, un bicho de enormes púas verdes de entre las cuales salen numerosos piecitos rojos. Viven a profundidades medias y bajas entre los cachiyuyos, unas algas pardas autóctonas del lugar.
En la sala siguiente hay tres estanques vidriados donde se ven todas las especies juntas interactuando. Allí están los erizos comiéndose a los caracoles, un tritón peludo que lleva encima los huevos de un trofón o un bogavante rojo que es primo hermano de la langosta y artesano de las tenazas. Con una tritura los cadáveres con los que se alimenta y con la menor separa la carne de los desperdicios.
En el sector de los peces están los autóctonos róbalos, los pulpos, el tiburón pintarroja –que llega a medir un metro– y un pez llamado torito de mar, que como no tiene escamas vendría a ser algo así como el anti-pez.
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