Domingo, 9 de abril de 2006 | Hoy
NOTA DE TAPA > SEMANA SANTA CABALGATAS EN EL SUR
En la otoñal Semana Santa, la Patagonia argentina todavía mantiene el clima ideal para recorrer a caballo las grandes soledades de su estepa o los enrojecidos bosques de lengas y ñires. Cabalgatas por Santa Cruz y comarcas mapuches del Neuquén. Y también una excursión al trote por los paisajes del Fin del Mundo.
Por Julián Varsavsky
El primer hombre blanco que hizo una travesía a caballo por placer en la Patagonia fue probablemente George Musters, un viajero inglés quien en 1869 unió el estrecho de Magallanes con el río Negro como integrante de una caravana tehuelche. Dos años después, Musters publicó en Londres un diario de viaje llamado Vida entre los patagones donde mostraba a los temidos indios de la Patagonia como seres entrañables con quienes se podía convivir en sus tolderías y compartir un viaje en los términos más amistosos. En la Patagonia actual ya quedan pocos indios, pero cabalgar por su extensión todavía implica atravesar la inmensidad de la nada entre parajes que se extienden a todas sus anchas ofreciendo la belleza espinosa y reseca de la estepa o la exuberancia verde de las zonas cordilleranas. Musters puede haber sido el primero y el último que recorrió la Patagonia con ese espíritu romántico del descubridor –otros lo hicieron con espíritu de conquista–, y desde entonces ya nadie pudo darse el gusto (y correr el riesgo) de avanzar a caballo hacia el choque cultural con el indio. Con su población autóctona diezmada, la Patagonia perdió su esencia humana originaria, pero al menos queda la otra –la geográfica–, que aún mantiene su aura de paraíso natural semidespoblado y, en ciertos lugares, el encanto de lo casi intocado por el hombre.
Aunque el turista moderno es, por supuesto, la antítesis de los viajeros de siglos pasados, la posibilidad de recorrer zonas de la Patagonia a caballo sigue siendo lo que más se acerca a la experiencia de vivir la aventura como aquellos “quijotes del Fin del Mundo”.
CON ACENTO MAPUCHE Salvando un abismo de distancia con el viaje de Musters, en San Martín de los Andes se puede cabalgar “de la mano” de los pobladores originarios de estas tierras. Ahora, las distancias son más cortas y no son los tehuelches sino los mapuches quienes guían al liqn wentru (hombre blanco) por sus tierras comunitarias cuyo título de propiedad han recuperado en los últimos años.
La cabalgata al Mirador del Pil Pil se realiza íntegramente por los terrenos de la Comunidad Mapuche Curruinca, ubicados dentro del Parque Nacional Lanín. La comunidad tiene asignadas 10.500 hectáreas que son intransferibles y comparten entre sí sin mayores problemas (ellos mismos eligen su cacique cada dos años). El paseo comienza a 16 kilómetros de San Martín de los Andes en la casa que Luis Américo Curruinca (Lucho) construyó con sus propia manos y con madera del bosque. En el trayecto por el cordón montañoso del valle de Pil Pil se van atravesando bosquecillos de las distintas especies de árboles del ambiente local andino. Primero aparecen las cañas coligue –en la parte más baja–, luego los árboles de cohiue, más adelante un bosque de raulí y otro de roble pellín, mientras que los ñires están por todas partes. Enfrente se ve el cordón montañoso de Chapelco, y cada tanto se ve el halcón peregrino, las águilas moras y algunos zorros colorados. Lucho Curruinca tiene una docena de caballos que viven en un establo a metros de su casa. Y algunos de sus hijos suelen acompañarlo con los turistas y disfrutan de cada cabalgata todavía más que los visitantes.
La comunidad Puel tiene 1500 habitantes que viven en casas desperdigadas por los parajes del valle, a no menos de 500 metros una de la otra. No se sabe bien desde cuándo la comunidad mapuche está en la zona, pero la historia cuenta que vivían junto al lago Lácar –donde ahora está el pueblo de San Martín– y fueron expulsados por Gumersindo Roca, hermano de Julio Argentino, ante quien decidieron negociar en vez de combatir dada la inferioridad de fuerzas. Ahora viven de cortar leña –los guardaparques les señalan cuáles árboles pueden talar–, de criar chivos, de emplearse en el pueblo, del cultivo de algunas verduras y, desde hace unos años, también del turismo. Sus condiciones de vida han mejorado con la llegada de la democracia, ya que sus votos comenzaron a tener valor. Por lo pronto, la familia Curruinca vive muy contenta en su paraje montañoso donde están por estrenar una nueva casa de material y les encanta recibirturistas a quienes les preparan luego de la cabalgata un suculento asado de cordero y meriendas de mate con torta frita. Pero por sobre todas las cosas, lo que más les gusta es guiarlos por sus tierras, que por supuesto las conocen mejor que nadie.
DESDE RIO TURBIO La localidad santacruceña de Río Turbio, limítrofe con Chile, es uno de los destinos turísticos más apartados del país. En sus alrededores se esconde una serie de paisajes asombrosos y poco conocidos cuya mejor forma de abordarlos es a lomo de caballo. Uno de los rasgos singulares de las cabalgatas en Río Turbio es la posibilidad de realizar un avistaje de cóndores a distancias bastante cercanas casi todos los días. Los organizadores de estos paseos son los integrantes del Club Hípico, donde se realizan los festivales de doma y folclore. La otra singularidad de las cabalgatas en Río Turbio es que con una salida relajada de apenas dos horas ya se puede llegar a unos farallones rocosos con forma de planos inclinados que ofrecen uno de los panoramas más singulares de toda la Patagonia (en algunos otros lugares, este tipo de cabalgatas exigen jornadas extenuantes para llegar a los mejores paisajes).
Río Turbio está ubicado en plena estepa patagónica, y su aislamiento les permite a los cóndores vivir en paz. A veces se los ve aparecer flotando en el aire con sus alas extendidas –como si estuviesen embalsamados pendiendo del cielo con hilos invisibles–. Pero en verdad están muy atentos y con una imperceptible inclinación de las alas pueden doblar para un lado o el otro, subir o bajar. Aunque a veces pasan a 15 o 20 metros de los caballos, son indiferentes al viajero porque sólo buscan animales muertos.
El mejor circuito para el avistaje de cóndores es conocido como Mina 4, un socavón abandonado donde extraía mineral la empresa Yacimientos Carboníferos Fiscales. La cabalgata dura tres horas y media y en un buen día (para el avistaje de cóndores son los días nublados) pueden aparecer hasta 20 ejemplares revoloteando sobre las condoreras en los escarpes de la montaña. El circuito de los planos inclinados –donde no están tan cerca los cóndores pero es acaso el más bonito– es el que se realiza en los alrededores del Club Hípico. Dura apenas dos horas intensas y en el recorrido por plena cordillera se avanza sobre mesetas que permiten contemplar los mejores paisajes de toda la estepa patagónica.
EN TIERRA DEL FUEGO El viento, ese componente básico del paisaje patagónico, azota de manera casi permanente. Y en Tierra del Fuego, esa energía se desata con mayor inclemencia. Por eso, para emprender una excursión a caballo, hay que abrigarse bien y ponerle el pecho a esa fuerza invisible que puebla la soledad de las montañas.
Una cabalgata por los faldeos del monte Susana es una buena forma de acercarse a lo más representativo de los paisajes fueguinos. En apenas dos horas se recorren segmentos de costa, montaña, bosques nativos y se obtienen vistas panorámicas de la ciudad de Ushuaia, el canal de Beagle y las islas chilenas de Navarino y Hoste. Se parte desde el Centro Hípico del Fin del Mundo, vadeando el río Pipo con rumbo al canal de Beagle. Al subir por el faldeo del monte Susana se recorre un sector talado por los antiguos presos del penal de Ushuaia que lleva hasta un típico bosque subantártico de lengas, ñires, guindos y ese arbusto tan característico de la Patagonia que es el notro. Desde lo alto de la montaña se divisa la península de Ushuaia y la cerrada bahía que alberga a la ciudad.
Una cabalgata un poco más completa es la que se realiza en Los Valles, con una duración de dos días y una noche durmiendo en un campamento. En esta excursión se recorren bosques muy densos en el cañadón de la Oveja, zonas pantanosas con kilométricos turbales –áreas anegadas donde la materia orgánica casi no se descompone–, pronunciadas subidas y senderos rocososde piedra laja. El tiempo de marcha diario es de 6 horas y se hacen 30 kilómetros por jornada.
POR LOS GLACIARESEn la centenaria estancia Lago Roca –ubicada 50 kilómetros al noroeste de El Calafate por la ruta provincial 15– se organiza una cabalgata que permite recorrer los distintos ambientes patagónicos: desde un ambiente de transición (ecotono) a una típica llanura de estepa patagónica y, más adelante, a un denso bosque andinopatagónico con lengas, ñires y guindos. Todo el tiempo se recorren las tierras del Parque Nacional Los Glaciares (la estancia está dentro del Parque). El camino de ida pasa por encima del cordón de los Baguales hasta el lago Roca, un gran espejo de agua rodeado de cerros y montañas donde se ven algunos glaciares colgantes en las alturas. En el camping del lago Roca la “caravana” desensilla para comer unos lomitos asados al aire libre. Luego del almuerzo todos se acercan a pie hasta la orilla del lago Roca donde navegan silenciosos los cisnes de cuello negro. En total la cabalgata recorre 24 kilómetros. Y quienes busquen una alternativa más aventurera pueden realizar otra de dos días y una noche hasta el paso Zamora –limítrofe con Chile–, que incluye alojamiento en un puesto rural y cuesta $ 450.
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