Domingo, 8 de octubre de 2006 | Hoy
ESPAÑA > EL BARRIO MEDIEVAL DE BARCELONA
Un viaje al corazón medieval de la multifacética capital catalana, que en el siglo XIII ya era una ciudad de avanzada para la Edad Media. Un recorrido por callejuelas entre edificios varias veces centenarios, plazas, iglesias y palacios episcopales.
Por Julián Varsavsky
Toda ciudad es una y varias a la vez. Pero si hay una ciudad europea multifacética por derecho propio es la capital de Cataluña, donde pareciera que la llegada de cada período histórico le agrega una nueva cara sin borrar las anteriores. Esto hace posible pasar en un mismo día de las facetas multicolores y asimétricas del modernismo a la Edad Media con un simple viaje en subte. Es decir, de las brillantes obras arquitectónicas de Gaudí a la cara gótica de la ciudad, con sus edificios de color ocre y piedra rígida, reflejo del oscurantismo medieval.
“El Gótico” es el nombre con el que se refieren los catalanes a este pequeño barrio donde quedan muchos edificios de los tiempos medievales, época en que esta ciudad portuaria se había convertido en un importante centro comercial del Mediterráneo.
En pleno siglo XIII, Barcelona era una ciudad amurallada, igual que la mayor parte de sus similares europeas, aunque ya habían surgido villas más allá de sus muros debido al incontrolable crecimiento urbano. El hacinamiento dentro de la ciudad motivó que el rey Jaime I decidiera tumbar la antigua muralla romana y levantar una nueva que extendía el área protegida a un perímetro de 5 mil metros. Los límites de la segunda muralla –que años más tarde volvería a ser insuficiente– equivalen al cuadrante encerrado hoy por La Rambla, la Ronda de Sant Pere y el Parc de la Ciutadella.
Dentro del perímetro romano habían comenzado a desarrollarse las casas gremiales –sobre todo de aquellos gremios ligados a la manufactura que consumía la nobleza–, y en esa época aparecen también las nuevas iglesias parroquiales de Sant Just y Sant Pastor. En la zona del antiguo foro romano –alrededor de la Plaza Sant Jaume– se levantaron la imponente Casa de la Batlia General, el edificio de la Taula de Canvi y el Palau de la Generalitat, cuyas dimensiones fueron aumentando con los años y todavía hoy alberga a la autoridad política municipal. Lo curioso de esta plaza es que desde los tiempos romanos –hace unos 2 mil años– ha sido siempre el centro del poder político.
Barcelona fue consolidando su tejido social y urbano alrededor de dos centros. Por un lado estaba la mencionada Plaza Sant Jaume, en cuyos alrededores se concentraban el poder real y el clerical, mientras que la ciudad de los artesanos surgió alrededor de la iglesia Santa María del Mar, en el barrio de La Ribera.
El crecimiento de la ciudad –que llegó a tener 40 mil habitantes– estuvo ligado a los primeros condes reyes de la corona de Aragón, que habían hecho de Barcelona su capital fáctica, invirtiendo recursos para la construcción de numerosos edificios góticos, un estilo que era de vanguardia en su época. Al instalar su sede en Barcelona, la corona se había convertido en el verdadero motor de la ciudad, muy ligada también a los mercaderes, el grupo social más dinámico cuyos negocios a escala internacional promovieron parte del desarrollo. Y en tiempos en que el Estado aún no tenía como obligación ocuparse de la salud pública, fueron los mercaderes quienes financiaron la creación de hospitales y edificios religiosos.
Como en toda ciudad medieval, el tejido urbano era un laberinto de callejuelas muy angostas y en mal estado por donde era complicado transitar (todavía queda bastante de esa estructura). Pero las reformas urbanísticas impulsadas por el auge económico trajeron la aparición de nuevos espacios públicos y también la ampliación de los preexistentes. Un ejemplo que aun hoy se puede visitar es la Plaza del Rei –un escenario público para los actos de gobierno–, a cuyo frente estaba y está el Palacio Reial Major, la residencia de los condes de Barcelona. A su alrededor se levantan la capilla gótica de Santa Agata y el salón del Tinell, donde se cree que Colón tuvo su primera audiencia con los reyes católicos luego de su posterior viaje a América. Junto a la plaza está también el Museo de Historia, en cuyos subsuelos se exhiben los restos de la ciudad romana que se encontraron in situ.
Desde la Plaza del Rei se puede llegar a pie hasta otra placita medieval, la Plaza de la Seu, creada en 1421 luego de derrumbar la vieja “casa del decano” y la “de los canónigos”, apuntaladas a la muralla original. A la izquierda de esta plaza está la Catedral de Barcelona, considerada la muestra más representativa del gótico catalán, con una estructura de tres naves que se levantaron sobre la anterior basílica paleocristiana y la catedral románica.
Además de la nobleza, el clero y los mercaderes, existía otro grupo social más numeroso: el de los artesanos, quienes se agremiaban en cofradías para regular sus actividades. Una parte del recorrido actual por el barrio gótico incluye las calles gremiales donde solían estar los negocios agrupados por especialidad. La calle Tapinería, por ejemplo, era donde los zapateros hacían tapines, una especie de sandalias femeninas de corcho forrado con cuero y recubiertas con un tejido.
Como casi todas las ciudades medievales europeas, Barcelona también tenía su barrio judío. A la izquierda de la Plaza Sant Jaume –donde está el edificio gótico del Ayuntamiento– estaba la puerta de ingreso al barrio judío, donde vivían marginados unos 4 mil judíos. Por orden de Jaime I, esta judería, una de las más grandes de Europa, estaba aislada dentro de la ciudad por una muralla interna. En su mayoría, los judíos eran artesanos de oficio y prestamistas financieros. En 1391, el gueto de Barcelona fue destruido por una reacción antisemita. Los alzados –en su mayoría, nobles deudores de los prestamistas– asesinaron a un millar de judíos y quemaron todas sus casas. El barrio de los judíos estaba en las calles del Call y Sant Doménech, donde tenían varias sinagogas, hasta que en 1401 fueron definitivamente expulsados del barrio. Sobre la calle del Call se pueden ver los últimos restos de la muralla romana en los basamentos de dos casas medievales ubicadas exactamente en los números 5 y 7 de esa calle.
Entre los edificios que reflejan la composición social de la época, están “Les Drassanes” y el “Llotja”, representativos del importante papel de la clase burguesa surgida de la actividad comercial. En el lugar del antiguo puente de entrada a la ciudad romana está la medieval Plaza del Angel, llamada así por una estatua alada que se colocó en el siglo XVII y que hoy se puede ver en el Museo Histórico de la ciudad.
El esplendor medieval de Barcelona tuvo su inevitable decadencia, ligada a diversos factores. Entre ellos, la epidemia de peste negra (bubónica) que causó 25 millones de muertos en toda Europa. En 1348, en Barcelona, murieron unas 300 personas por día. A esto se le sumó la costosa guerra que Pedro El Ceremonioso emprendió contra el reino de Castilla. A principios del siglo XVI, los días gloriosos de la ciudad cosmopolita y progresista estaban contados. Si bien continuó siendo una gran ciudad durante la monarquía de los Habsburgo, por varios siglos dejó de ser la potencia estructurante de todo el reino. Con la llegada de la Revolución Industrial, Barcelona tuvo una segunda vida de esplendor. Y poco tiempo después llegó a estar al frente de la vanguardia artística europea que engendró el colorido y riesgoso modernismo
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