Domingo, 22 de abril de 2007 | Hoy
Sin duda es una curiosidad poco esperada. Justo frente a la entrada de Colón, sobre la ruta, es posible detenerse a visitar una bodega que traslada a la zona mesopotámica los viejos saberes de la elaboración del vino. Todo tiene una historia: en este caso, se remonta a los tiempos en que el inmigrante suizo del Valais Joseph Fabre construyó, en 1874, un sótano de 15x7 metros con seis piletas cerradas con capacidad para 12.000 litros destinadas a la fermentación y guarda del vino. Sobre la cava levantó la casa familiar, que actualmente está en manos de Jesús Vulliez, descendiente de vitivinicultores oriundos de Saboya. Vulliez, que hoy recuerda a su propio abuelo elaborando vino, reconstruyó la bodega de Fabre respetando sus características arquitectónicas y la puso en marcha nuevamente. En las hectáreas de campo que rodean la casona se plantaron cepas de chardonnay, malbec, merlot, tanta, cabernet sauvignon, syrah y sangiovese: estas uvas jóvenes empezaron a producir hace tres años, y las primeras botellas se pueden ver en la bodega durante la visita guiada por sus propios dueños. No sólo por la curiosidad que representa, sino también por su valor histórico y la cordialidad de los anfitriones, la Bodega Vulliez Sermet merece una visita.
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