La excursión máxima en Copahue consiste nada menos que en llegar hasta el cráter del volcán y asomarse a su secreto. La excursión parte por la mañana en un vehículo a doble tracción que, después de una hora de viaje, detiene su marcha a los 2400 metros sobre el nivel del mar. A partir de allí hay que continuar a pie durante dos horas más. La exigencia de la caminata es media, y los sencillos senderos están bien demarcados. En el último tramo —hasta alcanzar los 2970 metros sobre el nivel del mar— se camina sobre las arenas volcánicas que lanzó el volcán durante su última erupción en el año 2000.
Ya en la cima, se siente un fuerte vaho sulfuroso. Al mirar hacia adentro, sorprende comprobar que el cráter de un volcán activo está lleno de agua. Su diámetro mide 200 metros y la laguna es de un color verde muy fuerte, consecuencia del azufre diluido que flota en la superficie. Pero todavía más extraño resulta descubrir que a lo lejos, detrás de la laguna, hay un glaciar con paredes de 25 metros de altura y 350 metros de ancho. Cada tanto se escucha el estruendo de alguna explosión, pero no es el volcán que despierta sino la cambiante vida del glaciar, que siempre se está fracturando y cayendo a pedazos, al tiempo que va reponiendo su densidad en un proceso circular que nunca acaba. El panorama desde el cráter abarca una parte de la Cordillera de los Andes, los picos del volcán Lanín y el lago Caviahue con sus bosques de araucarias.